Durante su breve visita a Ajaccio, en la isla de Córcega, el pasado 15 de diciembre, el Papa Francisco se reunió con obispos, sacerdotes, seminaristas y miembros de la vida consagrada. En su discurso, destacó la importancia de la vocación, la fe y el servicio, alentando a los presentes a vivir con humildad, dedicación y alegría.
El Papa inició su mensaje agradeciendo a los presentes por su dedicación y compromiso. Reconoció el testimonio de un sacerdote de 95 años con 70 años de sacerdocio, destacándolo como ejemplo de fidelidad a la vocación.
“El Señor es el centro”, subrayó el Pontífice, llamando a los religiosos a evitar el egocentrismo y la vanidad, recordando que la misión cristiana depende de la gracia divina, no de las fuerzas humanas.
El Papa invitó a reflexionar sobre la forma en que cada uno vive su sacerdocio o consagración. Enfatizó la importancia de la oración diaria, la cercanía con Dios y la humildad en el servicio. “No olviden del Señor: al principio, en medio y al final del día. Él es nuestro Jefe”, señaló.
Francisco recomendó establecer una “regla de vida” que incluya momentos de oración, Eucaristía, diálogo espiritual y tiempo para descansar. Advirtió contra el exceso de actividad y la falta de pausa, instando a los religiosos a cuidar de sí mismos para poder servir mejor a los demás.
El Papa también destacó la necesidad de cultivar la fraternidad entre sacerdotes y religiosos, compartiendo no solo los desafíos, sino también la alegría del ministerio. “Pasemos del ‘Libro de las lamentaciones’ al ‘Cantar de los cantares’”, dijo, refiriéndose al espíritu de colaboración y apoyo mutuo.
Finalmente, Francisco llamó a evitar las quejas, la envidia y el desánimo, animando a los presentes a vivir con sencillez evangélica y sentido del humor. “Pidamos al Señor que convierta nuestro lamento en danza”, concluyó.
