La Revista

El precio de la gratitud se paga con el corazón: Julio Scherer García Cercanías distantes

José Francisco Lopez Vargas
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Claroscuro, por: Francisco López Varga. 

Eran los días de 1995. Editorial Océano había sacado a
circulación un ejemplar de su serie “Con una cierta mirada”. Dedicado a Vicente
Leñero, Julio Scherer García había escrito un libro con anécdotas de sus
vivencias periodísticas. Titulado “Estos años”, en los que en 98 páginas
narraba sus encuentros con los hombres del poder y del dinero.

En la página 24, Don Julio -como le llamábamos cariñosamente-
decía que “Políticos y periodistas se buscan unos a otros, se rechazan, vuelven
a encontrarse para tornar a discrepar. Son especies que se repelen y se
necesitan para vivir. Los políticos trabajan para lo factible entre pugnas
subterráneas; los periodistas trabajan para lo deseable hundidos en la
realidad. Entre ellos el matrimonio es imposible, pero inevitable el amasiato”.

Esa visión ha acompañado el quehacer periodístico
desde siempre. Gobiernos van y gobiernos vienen, pero pocos entienden que “no
hay abrigo para la mentira. Tarde o temprano manos hábiles la desnudan”, como
decía Scherer.

Los políticos, decía a Carlos Salinas, “viven un
tiempo marcado, el tiempo del condenado”, pero tampoco ignoraba lo que siempre
decía Carlos Quijano, refugiado en México ante la masacre de su familia a manos
de la dictadura uruguaya: “Las reglas de los políticos por encima de las leyes
de la república”.

Quijano decía que “los políticos, no los estadistas,
usan a los hombres para su provecho. Si es necesario los desbaratan y si hace
falta los vuelven a armar…” sostenía que hay gente que no nació para ello.

En esos lejanos años 80´s, Quijano decía que si México
sucumbía ante el autoritarismo y la dictadura “cae América Latina”.

Los conceptos quizá sólo se puedan entender entre
quienes han vivido de cerca del poder y de la veleidosidad de quienes lo
ejercen, por ello cada quien habla de la feria según le vaya en ella. Sin
embargo, la realidad está ahí para quien quiera vivirla, para quien atisba con
prudencia los hechos cotidianos, quien escucha con detalle los discursos que
muchas veces son desplantes del ego, de la fragilidad del carácter o de los
profundos prejuicios de quienes los exponen, pero nada expone más que la
realidad, los hechos, las acciones que sirven de evidencia.

México vivió la semana que termina una despertar
ciudadano que el país sólo puede comparar con la efervescencia que caracterizó
el relevo presidencial de 1988. La sociedad, esa que pocas veces se manifiesta
en las elecciones, salió a la calle a defender una conquista ciudadana que tuvo
que pelear por años.

La autoridad electoral desprendida del gobierno fue la
que permitió a México la alternancia política y el reclamo social no se hizo
esperar ante los embates de un gobierno que supo usarla para llegar al poder y
que no parece contenerse para negársela a los ciudadanos que pelearon por ella.

La ausencia de tolerancia del autócrata se manifiesta
con claridad desde el momento en que desacredita a los medios y los convierte
en el objetivo de sus críticas con la esperanza de que la realidad y la crítica
sea desestimada ante la ausencia de resultados y sus excesos déspotas.

Hoy, vivimos en el país donde se nos miente diario y
precisamente por esas mentiras el gobierno y su líder necesita desacreditar a
quienes pintan la realidad que vive el país. Para el gobernante, su visión debe
prevalecer porque con ella convence y sostiene a sus adeptos que no tienen
manera de comprobar los hechos de su gestión.

Sin embargo, la manifestación del domingo no tiene nada
que ver con los resultados -que no hay- sino precisamente por la ausencia de
ellos hoy se pretende despojar a los ciudadanos de una autoridad electoral
confiable, que ha organizado elecciones en las que cada vez más se garantiza el
triunfo de la decisión ciudadana.

Si la elección presidencial no estuviera en riesgo
para el partido gobernante y la sucesión presidencial a modo que el titular del
Ejecutivo desea, la embestida contra el INE no sería lo brutal que ha sido al
extremo de violentar la Constitución y las reglas que permitió al actual
gobierno ganar sin duda en 2018.

No nos confiemos, la embestida contra la Suprema Corte
de Justicia es parte de un proyecto en marcha de imponer al sucesor que no sólo
no se contendrá por la violación a las leyes sino que será capaz de violentar
la elección en los hechos si los resultados no le son favorables a la clase
gobernante.

Si no gano yo, no gana nadie, dice quien ya acreditó
en los hechos que es capaz de hacerlo porque ya lo hizo cuando no logró su
objetivo. Hoy el riesgo del uso del crimen organizado, del ejército y de grupos
de choque está latente precisamente porque “no me digan que la ley es la ley”.

Por eso la sociedad necesita estar preparada. La
elección del 2024 no será un día de campo, ni para el gobierno y menos para los
ciudadanos.

José Francisco Lopez Vargas
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