LARGA “CONDENA”
Por Manuel Triay Peniche
Ayer circularon dos muy buenas noticias para el Estado: la ratificación en sus puestos de dos funcionarios que por casi 30 años han recibido el aval de la sociedad debido a su extraordinario desempeño y, por consiguiente, el beneplácito de los gobernadores. Ignoro si existen en el país casos similares, pero lo pongo en duda: el señor secretario de Seguridad don Luis Felipe Saidén Ojeda y el señor director del Cereso, profesor Francisco Brito Herrera, han labrado su nombre en la historia.
El trabajo del comandante Saidén lo vemos y calificamos todos los días, sus patrullas en cada esquina con la torreta encendida nos venden seguridad, sus miles de cámaras en las calles nos hacen sentir protegidos, pero el desempeño respetuoso de sus cinco mil uniformados nos dan confianza y esa confianza nos motiva y hace partícipes en mantener un Yucatán en paz.
El trabajo del profesor Brito pasa inadvertido, el Centro de Readaptación Social que dirige para muchos no existe porque “ahí no pasa nada” y éste, precisamente, en su mérito. Desde hace 29 años ese reclusorio no es noticia porque no hay motines, ni fugas, porque sus dos mil internos se portan bien, aunque ninguno esté por voluntad propia: ahí se purgan asesinatos, violaciones, robos y una larga de fila de delitos. La madre Teresa no vive allá.
Don Pancho Brito, como lo conocemos sus amigos, guarda una historia para mí simpática: El trabajó con don Víctor Cervera Pacheco en la Secretaría de la Reforma Agraria, en la ciudad capital, y se regresaron juntos cuando el primero fue designado gobernador del Estado, para su primer mandato.
Como todos los colaboradores cercanos del nuevo jefe del Ejecutivo recibió una oportunidad: ¿Brito, en qué te ayudo? El aludido recordó su profesión y pidió “la dirección de alguna escuela”. El rostro del gobernador se llenó de asombro y el suyo de temor: Vete, mañana hablamos, fueron las palabras de despedida.
En una segunda reunión el señor Cervera Pacheco se dirigió de nuevo al “Profe Brito” y le dijo: te vas al Centro de Readaptación Social.
Muchas gracias, señor, pero no sé qué es eso. _Es el penal. ¿No puede darme otra cosa? Inquirió, con asombro y temor.
_Te vas de director o de interno.
La respuesta le cayó como lápida y de inmediato salió para cumplir su encomienda. Han pasado ya 29 años, allá vive. Le amanece y le entra la noche, convive con los reos, es el amigo y el carcelero, el sicólogo y el verdugo, el papá que organiza festivales el día del niño, de la madre y del padre; el cura que dirige, bendice y crucifica a los internos que representan la Pasión cada Semana Santa, el portero en el “mundialito de fútbol” que se celebra anualmente, el maestro que imparte clases, el que aguanta a las esposas que le lloran porque suelte a sus maridos o para que no los deje salir nunca, el enfermero que distribuye medicamentos, el papá que ordena y sirve la comida, el que recibe amenazas del narco, el que castiga y premia.
El profe Brito es el interno que está cumpliendo la sentencia más larga en el Centro de Readaptación Social del Estado y que ayer fue “condenado” a seis años más. Felicitaciones.