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El pueblo sabio se equivoca muchas veces

Eduardo Ruíz-Healy
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Por: Eduardo Ruíz-Healy.

Al presidente Andrés Manuel López Obrador le gusta decir que el pueblo mexicano tiene la capacidad para tomar las decisiones políticas que mejor le convienen, que el pueblo no solo es bueno sino sabio y que lo que la mayoría determina se traducirá en beneficios concretos para todos.

El presidente se equivoca al promover esta idea, porque la historia demuestra que muchos políticos demagogos y nefastos han llegado al poder por la vía democrática al ganar una mayoría de los votos emitidos por los ciudadanos que, lejos de actuar con sabiduría, se han dejado convencer por quien les ofrece soluciones sencillas para problemas complejos y les promete cosas a sabiendas de que no podrá cumplir su palabra.

El mejor ejemplo de que el pueblo se equivoca es Alemania, cuyos ciudadanos, de los más cultos y preparados del mundo al empezar la década de los 30 del siglo pasado, votaron para que el Partido Nazi de Adolf Hitler fuera el más importante, lo que le permitió a éste maniobrar para ser nombrado canciller, en enero de 1933, por el senil presidente von Hindenburg. Dos meses después, los nazis y sus aliados en el parlamento aprobaron la Ley para el Remedio de las Necesidades del Pueblo y del Reich, que convirtió a Hitler en dictador absoluto de uno de los pueblos más educados.

En la época en que nos toca vivir, varios dictadores han llegado al poder por la vía democrática. Algunos de ellos acabaron con el sistema de elecciones libres e imparciales, mientras que otros manipularon el sistema electoral para que este solo sirviera para validar su permanencia en el poder.

Hoy, Bielorrusia, Camboya, Camerún, Gabón, Georgia, Hungría, Nicaragua, Polonia, Ruanda, Rusia, Singapur, Siria, Turquía, Uganda y Venezuela, entre otros, son gobernados por autoritarios que usan el proceso electoral para perpetuarse en el cargo y utilizan a los poderes legislativo y judicial para eliminar cualquier tipo de oposición.

La mayoría de estos gobernantes llegaron por primera vez al poder gracias a un proceso electoral más o menos eficaz y después de prometerles a sus pueblos sabios que ellos, a diferencia de sus antecesores, sí resolverían sus problemas y promoverían la democracia.

Si la historia demuestra que el pueblo no solo se equivoca, sino que lo hace repetidamente, ¿por qué creerle a AMLO cuando dice que, en el caso de Guerrero, por ejemplo, el pueblo sabrá elegir a su próximo gobernador, si no ha sido capaz de hacerlo nunca?

Recordemos que en 2005 y 2011 los guerrerenses eligieron a dos perredistas que entonces eran compañeros de partido del presidente y vaya que se equivocaron, porque ni Zeferino Torreblanca ni Ángel Aguirre Rivero hicieron mucho para sacar a su estado de su atraso ancestral. El primero era un destacado empresario y el segundo un político profesional que del PRI se fue al PRD. Ambos fueron plenamente avalados entonces por Andrés Manuel.

El presidente ahora apoyó la candidatura de Félix Salgado Macedonio y, después de la cancelación de ésta por el Tribunal Electoral, avala a la inexperta hija de éste, afirmando otra vez que el pueblo no se equivoca.

En Guerrero, AMLO brindó su apoyo, como perredista, a dos candidatos que no dieron una, ahora apoya a una candidata improvisada que seguramente tampoco dará una, aunque en realidad gobierne su papá.

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