Por: Sergio F. Esquivel.
Despertó y se dio cuenta de inmediato de que seguía cansada después de todos los festejos. Como
es natural, le costó un poco de trabajo ponerse de pie y encontrar la claridad de la mañana para
entender lo que había ocurrido. El festejo había sido extenso y merecido. Aún rondaban por el
pisos los últimos recuerdos de la noche anterior. Seguía vivo en su mente el eco de la música y las
luces.
Dio unos pasos sin la agilidad de antaño y al encontrar su reflejo en el espejo, le dio trabajo
reconocerse. Creo que es algo que a todos nos sucede. Ella conserva en la mente una imagen que
la define. Asume que todos los que la quieren tienen la misma imagen. Imagen que durante
mucho tiempo, coincidió con la realidad; sin embargo, los últimos años han sido algo rudos. Los
cambios son evidentes y le llegaron de golpe.
Un poco temerosa, cerro los ojos frente al espejo y supo que aquella que fue, ya no era más. En
cambio ahora tiene que asumir esas nuevas arrugas, asimilar su nueva forma, acostumbrarse a su
imagen actual, a dejar la nostalgia de lado y reconocerse tal y como es.
Las sonidos de la mañana de pronto roban su atención, es un murmullo cotidiano que va creciendo
de manera casi imperceptible todos los días. Levanta la mirada y alcanza a ver a los pájaros
levantar el vuelo hacia un cielo despejado.
Busca un lugar en donde sentarse y trata de recordar los rostros de todos los que acudieron a
festejarla, algunos amigos de antaño, personas que ha conocido durante toda la vida, pero
también, nuevos amigos que realmente no la conocieron nunca cuando era tal y como todos
nosotros la recordamos con un dejo de nostalgia. No importa, todos la quieren por igual.
De pronto se le ilumina la mirada al darse cuenta de que tal vez, la realidad es no solo ineludible
sino bondadosa; le presenta oportunidades de reinventarse, de definir nuevamente su
personalidad, para encontrar tal vez, una nueva y mejor versión de si misma. Diferente por
supuesto a la imagen de aquellos sus años mozos, pero al mismo tiempo apegándose a la misma
esencia que la vio crecer.
Su reto -ahora está claro- es no perder el alma. Su reto es lograr mantener todo aquello que la ha
hecho especial, y al mismo tiempo, evolucionar.
El reto es mantener las manos abiertas para recibir a cualquiera en su hogar. A pesar de lo difícil
que es persistir ecuánime ante los embates de todo el ruido, polarización y agresividad que nos
rodea.
El reto es ser generosa, fértil, justa, respetuosa, incluyente y diversa.
Su reto es seguir siendo hogar, casa cálida, cuna de nueva vida, sitio de leyenda, de cultura y de
paz.
Que así sea.
Feliz cumpleaños, Mérida