Reflexiones en voz alta, por: Carlos Capetillo Campos.
No hay un mexicano que dude que la principal empresa del país es Petróleos Mexicanos, Pemex. No hay un mexicano que dude que Pemex es el principal foco de corrupción del país.
Desde su expropiación en 1938 por el Presidente Cárdenas, no se ha visto tal solidaridad de los mexicanos de todos los niveles, lo que dejó claro que todos los mexicanos entendían la importancia para el país de esta acción.
Sin embargo, al paso del tiempo, el gobierno no tuvo la capacidad de operar éste bien que la solidaridad nacional le había entregado.
Y entre ineficiencia y corrupción se fue perdiendo uno de los principales patrimonios de los mexicanos y hoy es de las empresas más ineficientes y corruptas del mundo y siendo un país de los principales productores de petróleo, se vive la paradoja de importar gasolina y otros productos terminados, precisamente de los países a quienes les vendemos nuestro crudo. Y esto a pesar de ser la única empresa integrada de principio a fin, ya que tiene desde la investigación, exploración, explotación, procesamiento, comercialización y algo de refinación.
Pero con una visión estrictamente de complicidad y amiguismo, la empresa no se administró como una empresa cualquiera, sino que se puso al frente a los amigos del Presidente en turno y como hasta hoy no se castigó la corrupción ampliamente comprobada de los principales funcionarios, creando enojo, desencanto de la ciudadanía que nunca ha gozado de los beneficios de la empresa que, todos los gobiernos se empeñaron en tratar de hacer creer que es de los mexicanos, cuando los mexicanos lo único que han hecho es pagar el costo del abuso de unos cuantos.
Por eso cuando se escucha que perdón al pasado, es estimular que continúe la corrupción, digan lo que digan, porque si bien, insisto, la corrupción es un acto individual, la impunidad es una tolerancia del gobierno y hay corrupción porque saben que no pasa nada.
Con el apoyo popular que ha logrado el Presidente, en lugar de estar fomentando su propio control político, disponga y dele seguimiento al castigo legal y social de los culpables y responsables que todos los días en sus conferencias y en cuanta oportunidad tiene, el mismo Presidente señala, así como recuperar los bienes del patrimonio nacional, sustraídos ilegalmente.
Esto sería el mejor acto de gobierno que sin duda consolidaría el apoyo popular que con tanto afán procura, a más de que con lo que recupere de todas las empresas saqueadas por los funcionarios, tendría los recursos suficientes para sus programas personales y sociales, en lugar de seguir ajustando el presupuesto, dejando de hacer lo necesario por la administración pública, a la que volverá ineficiente por estas medidas equivocadas, con el consiguiente costo para la sociedad.
Pero que nos dice el sentido común en este tema, cuya definición más fácil y por eso popular, es que es el menos común de los sentidos.
Primero, que lo que necesita Pemex es un administrador eficiente, honesto y con claridad para escoger a sus colaboradores, que deben saber mucho más que él en sus áreas respectivas, ya que su responsabilidad fundamental es la toma de decisiones.
Segundo, que el Consejo de Administración esté integrado por personas con conocimiento del tema y no simplemente para incorporar a personas con intereses ligados al Presidente en turno y a la empresa.
Tercero, que tenga capacidad para actuar con independencia hasta del mismo Presidente, a quien debe rendir cuentas, al igual que a la sociedad mexicana, tratando de que sea cierto de que el pueblo es dueño de Pemex.
Cuarto, no olvidar que la fortaleza de la empresa en todos los sentidos, es la mejor garantía para conservar la fuente de empleo donde laboran miles de mexicanos; tener finanzas con utilidades como todas las empresas petroleras del mundo, que además los precios de venta del producto al público en esos países, son más bajos que en México, simplemente que por eficiencia y honestidad en su administración los costos son más bajos.
Y mexicanos con estas características hay muchos, nada más hay que levantar la mira.
Insisto señor Presidente, es más fácil que las personas inteligentes se vuelvan sus amigos, a que sus amigos se vuelvan inteligentes. Y todos quieren ser amigos del Presidente y le trabajarán lealmente. Por eso no se preocupe.
Te saludo cordialmente.