La mala suerte quiso que aquel adolescente tan gruñòn y malhumorado se rompiera una pierna… Corría veloz el mes de agosto con sus tardes de sol y sabor, y con sus diecisiete años recién estrenados permanecía él sentado horas y horas en su cuarto, mientras la vida vivía allá, lejos de su habitaciòn…
Se fijaba en los niños de la casa vecina, todos tenían entre ocho y diez años, eran varios, hermanos y primos… Disfrutaban saltando a la piscina y merendando la fruta y el bocadillo en el agua, eran pura actividad! También gozaban de las carreras con la bicicleta, ayudando a un pájaro a volver a su nido…
Tenían una casita de madera en un árbol… Hacían todo lo que hacía el de crío, antes de que papá muriera y él decidiera enojarse con el mundo… Se fijò en que uno de los pequeños jamás hablaba. Era mudo. Pero los chiquillos le entendían perfectamente… Jugaba a lo mismo que ellos, sonreía, y era feliz!
Alguien les preguntò un atardecer a los niños còmo conseguían entenderse con el chiquitín que no pronunciaba palabra… “Ah, porque le escuchamos con el corazòn. Entendemos los sonidos de su corazòn”, repuso Lourdes, una de las niñas. El adolescente se enterneciò y se esforzò para bajar a jugar con los pequeños!
Y pasò una excelente tarde! Aquel día enterrò su mal humor!
Dedicado a las personas de verdad
Dedicado a la familia Carrasco Bordas
Dedicado a mi Luis
Dedicado a Diego Urdiales
Y dedicado a mis queridos Miguel Ángel Silva y Alejandro Fermín
