Por: Cristina Padín
Todos los gallegos tienen una abuela. Una de manos calientes
y arrugadas y palabras de esaz “quentiñas” que alimentan el alma. La de aquel niño
le contaba aquella tarde (porque las abuelas siempre cuentan historias) que…
El Susurro, que era pequeñito, se montó en el autobús, que
era azul y se dirigió al pueblo aquel, que tenía un nombre muy sonoro, y se bajó
en la Carballeira, que es una palabra muy gallega, y se bebió algo fresquito en
aquella terraza, que hacía todo el calor que siempre hace en Galicia aunque los
ignorantes lo ignoren, y entró después en la Capilla, que era preciosa, y cruzó
unas palabras con el sacerdote, que era joven y comprensivo y muy cercano, y
rezó delante de la Virgen, que también era santa y era Santa Minia, y pidió y
rezó, que lo consideraba necesario, y rezó y pidió, que era muy devoto… y cuando
salió había anochecido, que en los finales de agosto el sol se acuesta antes de
las diez..
y se sintió valiente. Como otros valientes gallegos…
Y qué pasó, abuela… quiso saber el nieto, que tenía pocos años…
le concedió Santa Minia el deseo?… Pues hay que esperar, hijo… dijo la
señora… que todo tiene su tiempo… y los tiempos son los tiempos.
A las abuelas. A cada gallego con una perfecta abuela
gallega. Y a mi abuela, que me enseñó a leer… para que me apasionara contar historias
A valientes gallegos. Viva la valentía
A Santa Minia
A Luis. Santa Minia quiere mucho a Luis
A los susurros
A mi querido amigo Jm
A mi mago, que hoy torea en Bilbao
A Grethel
Y a los finales de agosto… aunque me gustan más los
finales de marzo
A los deseos.. y a sus tiempos
