Siglos de una cultura machista y un sistema patriarcal, basada en una supuesta inferioridad de nosotras las mujeres, justificó que se nos discriminara y que se normalizara, incluso justificaran, diferentes tipos de violencia de género lo que tuvo como respuesta el surgimiento del feminismo como un movimiento de lucha y reivindicación internacional, una de sus estrategias más actuales es la campaña “Yotecreo”.
La campaña “YoTeCreo”, se inspiró en el caso real de una joven que fue agredida sexualmente por un conocido y que cuando denunció no fue creído su testimonio. Este representa el caso de millones de mujeres agredidas sexualmente y que no recibieron justicia debido a la cultura machista de quienes la aplican ya que no les confieren credibilidad a las víctimas y toman como verdadera la versión de los agresores.
En un estado como Yucatán con uno de los más altos índices de violencia sexual en el país, la mayoría ejercida por familiares y conocidos, esta campaña adquiere particular relevancia siendo una estrategia fundamental para protegernos como mujeres.
Partiendo de las anteriores premisas, por más incómodo que sea para nosotras las feministas, debemos de reflexionar sobre lo siguiente: ¿qué consecuencias puede tener el que una persona utilice esta legitima campaña para lograr un fin diferente ya sea para encubrir un crimen o acto de deshonestidad, incluso para promover un protagonismo personal o una carrera política partidaria?
Los estereotipos patriarcales que algunos, inocentemente creen que son a nuestro favor como el que se nos piense “más buenas” o “más santas” incluso “inmaculadas” por “naturaleza”, han permitido que se apliquen medidas más severas para las mujeres que delinquen, o rompen con las normas sociales bajo el entendido que eso va contra nuestra esencia. Lo anterior se refleja en los años de cárcel asignados a las mujeres que delinquen, generalmente mucho mayores que los dados a los hombres por el mismo delito, y que la sociedad en su conjunto aplique dos medidas para tasar las mismas faltas. Por lo tanto, negar que, en una sociedad tremendamente injusta con las mujeres, podemos delinquir, cometer errores o tener aspiraciones personales olvidando las colectivas, aunque suene “políticamente correcto”, podría ser contraproducente.
Por ejemplo, si una maestra universitaria sancionada por las autoridades recurre al argumento de haber sido víctima de violencia de género e involucra a las alumnas de su facultad, que le creen como mandata nuestra campaña, y luego se descubre con pruebas irrefutables que falsificó firmas en un acto de deshonestidad y que su sanción administrativa era por demás justa. Ese solo acto pone en peligro la credibilidad de quienes acuden a la campaña legítimamente y por lo tanto representa una afrenta al movimiento feminista, al que evidentemente no pertenece la maestra.
Otro mal uso es denunciar fieramente, en nombre de la campaña “Yotecreo” y del feminismo, los delitos y faltas de algunos hombres machistas, pero mirar hacia otro lado cuando se trata de quienes son de nuestro grupo político. Por supuesto esto dificulta nuestra militancia en algún partido político, sobre todo sí reconocemos que en México todos son patriarcales y reproducen culturas machistas, lo que nos obliga a ser muy cuidadosas y críticas, dentro y fuera de las organizaciones en las que participamos o perderemos legitimidad.
Personas que han militado en partidos o trabajado en instituciones públicas, como quien escribe esto, sabemos que ser congruente con esto es sumamente difícil y se corre el peligro de ser hostigada por tus propios “aliados” y “colegas”, haciendo fundamental que las redes y alianzas se tejan entre mujeres de diferentes partidos y organizaciones. Y que nuestra sororidad trascienda las diferentes coyunturas y distintas luchas en las que participamos, y sobre otro tipo de intereses.
Finalmente, debemos reconocer que los liderazgos existen y que en todo movimiento hay figuras que destacan por sus capacidades, arrojo o cualidades especiales lo cual es muy útil y positivo para el movimiento feminista, siempre y cuando la soberbia y el exceso de protagonismo no nos nuble el entendimiento y nos haga errar en las estrategias. Debo decir que, siendo directora del Instituto para la Equidad de Género, prohibí que quienes atendían a las mujeres que sufrían violencia se tomaran fotos con ellas o publicitaran los casos ya que esto implicaba re victimizarlas y el peligro de utilizarlos para un protagonismo personal.
En el caso de las organizaciones ciudadanas que atienden a mujeres violentadas esta norma es más difícil de aplicar, dado que las propias víctimas acuden a los medios de comunicación como estrategia para que sean atendidas por las autoridades y prefieren estar acompañadas de sus asesoras o de colectivas. Sin embargo, debemos procurar que se visibilice la injusticia y el peligro que corren las mujeres víctimas de violencia y no a una personalidad en particular, asesora o acompañante, que se nutra con la publicidad, e incluso la pueda canjear para obtener preventas personales.
Por supuesto que todo movimiento social y no solo el feminista puede ser utilizado para fines diferentes para el que fue creado pues la demagogia impera en gran cantidad de organizaciones que dicen defender ciertas causas, pero no son congruentes. Para nosotras las mujeres tener un movimiento feminista fuerte con adecuadas estrategias, buena organización y redes legítimas, es algo que resulta vital, en algunos casos es la diferencia entre la vida o la muerte.