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Elecciones 2019: algo de 2018, algo de 2021

Leo Zuckermann
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Juegos de poder, Por Leo Zuckermann / @leozuckermann

La pregunta es si Morena logrará, en estos dos años
que faltan para los comicios intermedios, transitar de movimiento a partido. Un
partido con reglas, disciplinado y con capacidad de dirimir los conflictos
entre sus candidatos.

El domingo 2 de junio se llevaron a cabo elecciones
en seis estados de la República. Y, aunque cada entidad tiene su propia
dinámica electoral determinada por la política local, algunas conclusiones
nacionales pueden sacarse de estos resultados.

Me parece que el domingo tiene algo de continuidad
de lo ocurrido en las elecciones de 2018. El año pasado, el gran ganador fue
Morena, en gran parte por la popularidad de López Obrador. Pues lo mismo este
año en que el Presidente sigue siendo muy popular. Aunque ahora no estuvo en la
boleta, su personalidad jaló votos a favor de los candidatos de su
movimiento-partido. Si Jaime Bonilla y Miguel Barbosa ganaron las gubernaturas
en Baja California y Puebla, respectivamente, es por el llamado “tsunami”
electoral del año pasado.

Sin embargo, las elecciones de 2019 también son un
aviso a las intermedias que vienen en 2021 (en 2020 habrá solo un par de
comicios locales en Hidalgo y Coahuila) donde se elegirá a la totalidad de la
Cámara de Diputados federales y 13 gubernaturas.

Morena demostró que no ha logrado transitar de
movimiento a partido político. Hoy por hoy, sin duda, es la mejor franquicia
por la que puede competir un candidato. Por tanto, se pelean a muerte las
candidaturas. Y, como todavía no tienen instituciones que procesen los
conflictos, en muchos casos acaban dividiéndose y perdiendo fuerza.

Los morenistas ganaron en Puebla y Baja California,
pero les fue mal en Durango y Aguascalientes y perdieron fuerza en Tamaulipas y
Quintana Roo. Esto se explica por las múltiples peleas entre morenistas que
terminaron en tribunales y, en algunos casos, en defecciones.

La pregunta es si Morena logrará, en estos dos años
que faltan para los comicios intermedios, transitar de movimiento a partido. Un
partido con reglas, disciplinado y con capacidad de dirimir los conflictos
entre sus candidatos. Si no lo logran, pues veremos estados donde Morena no
podrá consolidarse como fuerza hegemónica debido a sus pleitos internos. 2019
sería, en este sentido, un primer aviso para el 2021.

Morena, además, sigue dependiendo mucho de la
personalidad de López Obrador. No por nada, el Presidente quiere aparecer en
las boletas en 2021 con la figura de la revocación de mandato. Con su arrastre,
AMLO quiere jalar voto a favor de los candidatos de Morena a la Cámara de
Diputados y a las 13 gubernaturas que estarán en juego ese año. Si tomamos en
cuenta que Morena ya controla siete, conque gane diez en 2021 ya tendrían la
mayoría de las gubernaturas del país dejando a ese partido en la mejor posición
a nivel local para las elecciones presidenciales de 2024.

La gran lección para los partidos opositores (los
verdaderos, no los que ya andan orbitando alrededor de Morena y AMLO) es que
tienen que unirse en el Senado para votar en contra de la revocación de
mandato. Ya lo sabían, pero los datos de las elecciones de 2019 lo demuestran
con claridad: Morena pierde fuerza electoral sin AMLO en la boleta.

Vale la pena hacer un comentario sobre la baja
participación electoral. En el caso de Baja California no sorprende porque así
ha sido siempre en ese estado. Tampoco debería sorprendernos en Puebla. Los
poblanos, simple y sencillamente, estaban cansados de tantas elecciones. Han
tenido tres de gobernador en cuatro años.

En 2016 eligieron a uno que tendría un periodo corto
de dos años. En 2018 eligieron a la gobernadora Martha Erika Alonso, quien
trágicamente murió cuando se desplomó el helicóptero en el que viajaba. En 2019
tuvieron que ir de nuevo a las urnas a elegir a su sustituto. Me parece que el
abstencionismo en este estado se debió al desgaste natural del electorado.

Una última nota. Celebro que el PAN haya perdido en
Baja California. Ya era hora. Este partido llevaba 30 años gobernando ese
estado y, como suele ocurrir en un periodo tan largo, sus gobiernos fueron
empeorando con el tiempo, al punto que, hoy, el gobernador Francisco Vega tiene
una pésima reputación con bajísimas tasas de popularidad.

La democracia necesita alternancia y ésta no había
ocurrido en Baja California desde aquella elección histórica de 1989. Ahora
veremos qué tan bien le va a Morena porque, el otro día que visité Tijuana,
observé algunos de sus actos de campaña. Me quedé con la impresión de que
estaba viendo al viejo PRI. De hecho, casi todos los priistas acabaron migrando
o apoyando a Morena en Baja California. La pregunta es si los morenistas, que
ganaron todo en ese estado, van a ser iguales o diferentes a los priistas del
pasado.          

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