La Revista

Emprendiendo optimismo

Jordy R. Abraham Martínez
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Sobran los motivos, por: Jordy R. Abraham.

JordyAbraham@gmail.com / @JordyAbraham

Mucho se ha hablado
en los últimos años de la responsabilidad social empresarial, como un esquema
de negocios en el cual se dignifica al trabajo y no se evita ver a las personas
como un mero utensilio para generar ganancias. Por supuesto, ha habido grandes
avances en este rubro y a la fecha son muchas las corporaciones que se han
sumado a la causa por acreditarse como empresas socialmente responsables. Solo
el tiempo nos podrá aclarar si este fenómeno se trata de una moda pasajera o de
un auténtico compromiso por parte de los hombres y mujeres de negocios, por
conducirse con integridad.

Ahora bien, poco se
menciona sobre las empresas sociales y su relevancia como agentes
transformadoras del entorno. Más aun, este es un término poco conocido, por su
escaza difusión, lo cual ha limitado un sustancial nicho de oportunidad para
implementar proyectos que sean propositivos para resolver problemáticas
puntuales y atender asignaturas pendientes para mejorar las comunidades más
necesitadas. Si acaso se llega a discutir sobre la importancia de las empresas
sociales, esto se reduce a foros académicos. Sin embargo, desde luego es
positivo que las universidades se aboquen a promover este tipo de proyectos
porque las instituciones educativas deben fungir como incubadoras de ideas
destinadas a traducirse en acciones concretas de cambio y progreso social.

La diferencia entre
una empresa socialmente responsable y una empresa social es que, la primera
tiene por objetivo preponderante la obtención de lucro, mientras que la segunda
tiene por finalidad el establecer un impacto comunitario con el apoyo de un
proyecto dinámico que sea detonador de la economía local. No obstante, el hecho
de que las empresas sociales no tengan como propósito la producción de
utilidades no significa que los empleados y colaboradores no deban contar con
sueldos competitivos. Lo anterior es un aspecto digno de subrayar pues estas
empresas no pretenden ser un apostolado ni organizaciones de filantropía
forzosamente.

Una de las empresas
sociales más reconocidas es el Banco Grameen en Bangladesh, fundado por
Muhammad Yunus hace más de tres décadas. Todo inició cuando este emprendedor
detectó un problema social grave, siendo este una alta tasa de mujeres viviendo
en condiciones de pobreza sin posibilidad alguna de salir de esta situación.
Yunus consideró tras un largo análisis que la población con escasos recursos
tiene un potencial que es desperdiciado debido a que carecen de oportunidades
para ser entes que aporten al crecimiento económico. Por tanto, creó una
institución financiera que le entrega microcréditos a aquellos que no tienen
acceso a un préstamo en un banco tradicional. La mayor parte de quienes se
benefician del Banco Grameen son mujeres sin alto grado de escolaridad, que se
ven beneficiadas con préstamos con intereses bajos, que se reflejan en una
mejor calidad de vida para ellas y sus familias. Muhammad Yunus fue galardonado
con el Premio Nobel de la Paz en 2006 por su labor.

Debemos inspirarnos
en estos ejemplos de éxito para emprender proyectos propios que tengan un ánimo
distinto de trascendencia verdadera, más allá de lo material. El impulsar
planes de acción de impacto es urgente en la agenda ciudadana. La colaboración
es esencial para la obtención de resultados. Desarrollemos espacios para
dialogar sobre ideas que puedan mejorar el mundo, la clave radica en atreverse
a ser proactivos, por un porvenir que incite al optimismo.

Jordy R. Abraham Martínez
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