Reportaje a lo “Laura Bozo”, el patín de Carmen Aristegui
Por Enrique Vidales Ripoll
El domingo se esperaba que la bomba final le explotará al presidente Enrique Peña Nieto. Por lo menos así lo anunciaba Carmen Aristegui en su refugio de las redes sociales. Parecía que se repetía “Dentro de un momento el escándalo que paralizará México” – tal y como su archienemiga Laura Bozzo anunciaba que venía “lo bueno”. Pero quedó claro que lo dicho y afirmado no resultó ser tan impactante como se había prometido.
El asunto: un presunto plagio de una parte de la tesis que presenta Enrique Peña Nieto para obtener el título de abogado en la Universidad Panamericana. Se trata según el minucioso análisis que hace el equipo de Aristegui de un 29 por ciento de copia de otros autores, entre ellos obras de Enrique Krauze y el ex presidente Miguel de la Madrid Hurtado.
No podemos aducir que el plagio sea positivo. Es claro que representa desde una perspectiva de ética profesional un asunto delicado. Inclusive no podría sustraerse de consecuencias jurídicas civiles como es el pago de daños y perjuicios por adjudicarse como propio lo que no es de uno en materia de derechos de autor; hasta la pena corporal por ser equiparado como un robo.
Sin embargo, hay que señalar que hay varios lados del contexto que no se deben pasar por alto. Tenemos, en primera instancia, la regulación de la institución formadora, en este caso la Universidad Panamericana, que en respuesta a ratificado que hay mecanismos, procedimientos y protocolo para analizar los trabajos de titulación. Los profesionistas saben que para elaborar una tesis se tiene que pasar por el control de los asesores y en el proceso de revisores o lectores. Al final, los sinodales tiene que adentrarse en el contenido para la formulación de preguntas en el examen de grado donde es fácil determinar si un alumno o no ha realizado el estudio o la investigación.
Tampoco podemos juzgar el proceso de edición final de los documentos hace 20 años a como se hace hoy en día. Ahora son los sustentantes quienes hacen el trabajo de edición del documento final de manera electrónica. Teniendo el archivo del trabajo lo transfieren a un centro de copiado o impresión para la reproducción en hoja del contenido, e inclusive algunos hasta lo imprimen de manera personal por contar con el equipo adecuado. Antes se tenía que pasar por la entrega a una casa editorial que hacia una recaptura del trabajo para obtener la tesis final impresa.
El director de la tesis del presidente, Alfonso Eduardo Guerrero Martínez, afirma que el trabajo de grado del hoy mandatario “fue muy original” y atribuye el plagio a errores de impresión. A decir de Alfonso Guerrero “…en aquella época transcriben las cosas porque no existían los medios de reproducción electrónica que tenemos ahora o eran como muy elementales, o sea, otro esquema; se pasan uno, dos, tres párrafos y eventualmente se pudieran haber saltado, la persona que transcribió, las comillas. La parte fundamental de su tesis es muy original”.
La misma Universidad Panamericana ha reiterado que no fue consultada por el equipo de Aristegui. Lo que demuestra que tampoco hizo una investigación completa para el análisis contextual integral sobre el objeto de estudio.
En un proceso comunicativo para analizarlo y desentrañarlo hay que ver todas las facetas y elementos. Se vale criticar duramente al destinatario, pero también el emisor es susceptible de ponderar en una valoración de la intención comunicativa del mensaje.
Es de todos conocido la animadversión que tienen la periodista contra el presidente Enrique Peña a quien acusa de todos sus males. No olvidemos que MVS le retiró de su barra de programación al usar los equipos y marca de la compañía en un asunto privado, el lanzamiento de Wikileaks México. Lo que ella acusa de ser una intromisión del Ejecutivo Federal en contra de la libertad de expresión, en los hechos ella hizo un plagio al usar la marca de una compañía sin autorización. Lo que valió que fuera suspendida la relación laboral.
También se va contra la integridad profesional del presidente Enrique Peña cuando ella no ha cumplido con la tramitación de su cédula profesional. En el registro correspondiente no se encuentra. El asunto podrá parecer una nimiedad. Para ejercer el periodismo no se exige una el documento oficial como en otros campos profesionales. Sin embargo, queda en entredicho la calidad moral o profesional para hacer un cuestionamiento en algo donde igualmente se tiene una mácula.
Lo que no previó Aristegui es el efecto de esta revelación. No fue la bomba final que todos esperaban. Sin querer ha dado un distractor para estar discutiendo por encima de otros temas que son fundamentales. Para ser Presidente no se requiere de título profesional. Aunque quede en entredicho la calidad profesional de Enrique Peña, este asunto no le impide continuar ejerciendo la titularidad del Poder Ejecutivo Federal.
Dejó la impresión de que hay fobias y obsesiones que están alimentando la motivación. Un sentido de revanchismo y venganza en el reportaje de Carmen Aristegui. Más cuando es muy claro la vinculación de quien ella nunca critica, como lo es Andrés Manuel López Obrador, que no tiene tampoco una historia académica sobresaliente y quiere ser presidente de México.
El periodismo a la ultranza de los intereses personales no ayuda a consolidar a la democracia, por más razón que se tenga en lo dicho.
Al final todo, pero todo, está sometido al escrutinio público. Más en estos tiempos de la globalidad que permite la interconexión y la apertura de muchos espacios de debate y discusión.