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Enrique Vidales Ripoll
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Por Enrique Vidales Ripoll

Ya pasó el segundo debate entre los candidatos Clinton y Trump en un proceso donde México ha sido tema por las cuestiones migratorias y el famoso muro que nos quiere imponer ambos. Por su lado Trump desde la perspectiva física y literal como barrera en la frontera con los Estados Unidos. Pero también, Hillary Clinton junto con la administración demócrata de Obama no han sabido ser grandes amigos de México. Las intenciones de manipular el precio del petróleo para atacar a Rusia y Venezuela han conducido al mundo global a una crisis en el valor del crudo, que al final, nos termina afectando a México.
Muchos dicen y catalogan el debate como uno de los más agresivos en los últimos años. No hay duda que estamos ante dos personalidades poderosas. Por un lado, una mujer que tiene una gran trayectoria política y en la administración pública federal de Estados Unidos. Que ya ha conocido lo que significa vivir en la Casa Blanca por ocho años a lado de su marido Bill Clinton. Y por otro, de un hombre que ha sabido ser inteligente en el mundo de los negocios con el aprovechamiento de cuanta estrategia le genere intereses.
Donald Trump no tienen en verdad nada que perder y temer. Es un hombre por sí mismo muy poderoso por el caudal económico e influencia en el mercado global. No tiene una trayectoria política. Algo que el mismo reconoció en el segundo debate cuando en un punto de discusión juega con ya sentirse un político. Pero si tiene un carácter muy franco porque al final a eso está acostumbrado. Como magnate no le rinde cuenta a nadie más que a él mismo. No es una figura que tenga que vivir de la construcción de una percepción ciudadana o política.
Es por ello que la insensatez que muchos le acusamos puede ser un peligro, se convierte en la principal fortaleza. El político tiene siempre que cuidar las formas. Con su capacidad económica Trump no tiene que cuidarse de ellas, sino más bien, con el dinero que posee es quien define o utiliza las formas para sacar el mejor beneficio que, sin duda, es el económico. Trump no tiene la necesidad de protestar a la presidencia ni para ser más famoso y pasar a la historia ni para ser más rico. ¿Entonces, qué es lo que el busca? Muy simple… el poder. Aquí lo peligroso, unir la capacidad económica y poder político que, en Estados Unidos, se vincula con la fortaleza militar
¿Qué nos conviene entonces a los mexicanos? ¿Un hombre tan directo que nos obligue a replantearnos todo nuestro modelo económico y político por la animadversión que nos profesa? ¿Una mujer, que no por ser la primera presidenta de la nación más poderosa, resulte al final la menos sensible a nuestra realidad social, o nos comprenda y no nos ayude como aliada económica?
Creo que los mexicanos estamos olvidando por la invasión comercial, económica y de telecomunicaciones que los Estados Unidos ha sido y es uno de los enemigos del país. Basta revisar la historia para ser conscientes de la siempre intención de dominio que ha pretendido imponer a los mexicanos. No solo en lo militar con invasiones directas, sino interviniendo de manera frontal en complots para derrocar gobiernos, como sucedió en el caso del Pacto de la Ciudadela que acabo con el maderismo.
En la década de los 80 se denunció la proliferación de sectas religiosas que vinieron con el fundamento religioso a menoscabar valores a los símbolos patrios en un Estado donde la laicidad no es la negación de la religión, sino el respeto a la diversidad de la creencia religiosa. Pero que se ha caído en el exceso de que esa influencia ideológica permee y sea permisible no dar honor y reconocimiento a la bandera o himno nacional so pena de ser violación a los derechos humanos.
Sin que los mexicanos podamos intervenir más allá de la opinión para entender el proceso y las consecuencias en el futuro cercano, es más que claro que la apuesta se orienta al triunfo de Hillary Clinton. Ninguna de las opciones resulta plenamente benéfica. Por lo cual parece que se trata de elegir a la menos peor.
Lo que deberíamos hacer los mexicanos es el aprovechamiento de nuestros propios recursos económicos, naturales, el talento y la innovación que fortalezcan la mentalidad competitiva. Los intereses siguen estando a lado de los corporativos y consorcios extranjeros. Por lo cual hemos cedido terreno en la dependencia con la economía de un país, los norteamericanos, que nunca piensan a favor de los otros si no hay algo de beneficio.
Lo ideal sería determinar para sacudirse los mexicanos de los estereotipos que nos une y subordina a esos intereses ¿cuál es mejor candidato que nos ayudaría a buscar un propio camino, nos saque con sus decisiones y acciones los mejores talentos, nos una más como nación y en la necesidad de independencia nos haga más competitivos?

Enrique Vidales Ripoll
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