La Revista Peninsular
Para los mexicanos la
traición es una de las mayores faltas que puede cometer un individuo. Ya sea en
lo referente a las relaciones personales o a la relación que tiene el individuo
con conceptos abstractos (como la patria), los mexicanos condenamos con
particular pasión los actos de traición.
Por algo se encuentra
inmortalizada en el acervo popular mexicano la frase de uno de los mexicanos
más mexicanos que dio nuestra patria, Emiliano Zapata: “Perdono al que roba y
al que mata, pero al que traiciona, nunca.”
Considerando esto, una
acusación en este sentido nunca debe tomarse a la ligera, por lo que los
comentarios que recibió Carlos Urzúa tras su renuncia a la Secretaria de
Hacienda y Crédito Público por parte de militantes de Morena generan polémica.
Destaca el comentario del senador Ricardo Monreal, quién calificó al doctor
Urzúa de traidor, soberbio, y protagonista.
¿Es realmente un traidor
el ex secretario de Hacienda?
Al informar su renuncia,
compartió un breve y brutal mensaje contra la actual administración federal.
Aseguró que el motivo de su partida eran decisiones de política pública sin
fundamentos e imposiciones de funcionarios sin los conocimientos necesarios.
Además, aludió un conflicto de intereses dentro de la administración federal.
Posteriormente, luego de ser criticado un par de días por ser vago en sus
acusaciones, se publicó a principios de esta semana en el semanario Proceso una
entrevista en la que comparte a detalle quiénes y qué acciones lo llevaron a la
renuncia.
Sin duda, los comentarios
referentes al jefe de la oficina de Presidencia, Alfonso Romo, fueron los más
importantes de la entrevista. Carlos Urzúa compartió no comprender la relación
del presidente con un hombre de extrema derecha, simpatizante del Opus Dei y
los Legionarios de Cristo, y admirador de Pinochet y Marcial Maciel, como lo es
Romo. Asimismo, compartió que el jefe del Despacho pretendió controlar las
secretarías de Hacienda y Economía, pero que el presidente no lo permitió. A
pesar de esto, Alfonso Romo consiguió imponer gente de su confianza en el SAT y
en Bancomext.
Respecto a la acusación
de conflicto de intereses, comentó que le resultaba preocupante la
participación que tiene Alfonso Romo en holdings financieros por la información
que maneja día a día sobre temas económicos.
Con esta entrevista, que
complementó su carta de renuncia, el doctor Urzúa denunció la situación actual
del gobierno. Dejó en claro que el poder ejecutivo toma decisiones por
caprichos sin fundamento, y que funcionarios de alto nivel toman decisiones
arbitrarias contrarias a los intereses de la nación. El presidente es permisivo
sobre estas.
¿Por éste actuar podemos
considerar traidor a Carlos Urzúa? Para poder responderlo, debemos entender la
esencia del cargo de Secretario de Hacienda y Crédito Público.
En la administración
pública mexicana, la Secretaría de Hacienda es considerada de especial
importancia, por lo que para la designación de sus funcionarios se requieren
estrictas formalidades. Tanto para ratificar al secretario como a funcionarios
de alto nivel, es necesario el visto bueno del poder legislativo. Esto
significa que la Secretaría de Hacienda, a pesar de ser parte del poder
ejecutivo, no está enteramente subordinada al presidente, sino que debe fungir
como un control técnico dentro del aparato administrativo en la materia que le
corresponde.
El mismo Urzúa, y fuentes
allegadas a la administración federal han asegurado que el ex secretario se
reunió en distintas ocasiones con el presidente para compartirle sus
preocupaciones, pero no encontraba respuesta favorable. Aún más, después de
trabajar en el Plan Nacional de Desarrollo, su proyecto fue desechado ya que el
presidente lo consideró neoliberalista. De hecho, el presidente estableció
elegir entre dos opciones para el plan, el de Urzúa y otro redactado por él
mismo. Está claro que eligió el de su autoría.
Con esto sobre la mesa,
la disyuntiva yace sobre a quién traiciona Urzúa.
No traiciona a su cargo,
pues hasta sus últimas horas en funciones, como comprueban distintos
testimonios, procuró sus obligaciones exigiendo al presidente fundamento y
racionalidad sobre sus acciones y las de otros funcionarios.
Tampoco traiciona a
México, pues en su mensaje en ningún momento emite quejas por afectaciones
personales, sino por acciones que vulneran la estabilidad e integridad del
país. Además, contrario a lo que simpatizantes de Morena acusaron, procuró la
estabilidad económica del país (dentro de lo que cabe) al compartirle a López
Obrador su renuncia con suficiente tiempo para mitigar cualquier afectación por
la misma.
Finalmente, no considero
que traicione al presidente, en la reiteración de sus inconformidades aseguró
su lealtad con Andrés Manuel al hacerlo parte en todo momento y no conspirar
contra él. Urzúa advirtió múltiples veces al presidente del riesgo de las
acciones que tomaba, e incluso planteo soluciones al respecto. De hecho, en su
entrevista asegura que Andrés Manuel es el mejor político mexicano de la actualidad.
Al darse cuenta que se
encontraba en un tren rumbo al precipicio, sin intención de cambiar de ruta,
decidió saltar.
Carlos Urzúa no es un
traidor, solamente valoró sobre su lealtad al presidente, como es debido, la
lealtad a su cargo, al país, y a sus principios.
Para los simpatizantes
del gobierno, Urzúa será el gran traidor no solo por renunciar y denunciar, lo
será porque representaba el mayor seguro de estabilidad que el gobierno tenía
con la iniciativa privada y los mercados internacionales.
Ahora, nos tocará ver si
el nuevo secretario, Arturo Herrera, tendrá como prioridad su lealtad al
presidente o su lealtad al cargo, a expensas de ser el nuevo traidor de la
cuatroté.