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Entre patos y escopetas

Editorial La Revista Peninsular
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“¿Desde cuándo los patos le tiran a las escopetas?” es el refrán por excelencia de las madres ante un hijo insolente. Una frase severa, que no deja duda en el infante sobre la relación que tiene con su madre. Tú no me exiges a mí, yo te exijo a ti, tan simple como esto.

El pasado viernes doce de mayo, Jorge Ramos acudió a la conferencia matutina de Andrés Manuel López Obrador, y exhibió la intolerancia del Presidente. Le agradeció por rescatarlo del régimen de Nicolás Maduro; le cuestionó sobre el tono derogatorio que utiliza contra la prensa que lo critica, especialmente al diario Reforma, mencionando que vulneraba su libertad de prensa al pedir que difundieran cómo consiguieron el borrador de la Carta al Rey de España; y finalizó puntualizando unas inconsistencias en las cifras sobre homicidios que presentó el Presidente, el cuál negaba que las incidencias de este delito estuviera en aumento durante su gobierno.

El Presidente mencionó que no existiría ninguna coacción contra el diario Reforma para que publique su fuente, por lo que no se violaba el derecho a la libertad de prensa. Después de este aparente posicionamiento a favor de la libertad de prensa, prosiguió a desacreditar al diario Reforma por presuntamente encubrir a gobiernos pasado, cosa que Jorge Ramos negó, mencionando que él ha trabajado ahí durante años, y mencionó como prueba las portadas que ha publicado Reforma a lo largo de su historia.

Sobre las cifras hubo un intercambio entre ambos personajes, el cuál no tardó en viralizarse pues se expusieron deficiencias del representante del ejecutivo. Se expuso su deficiente comunicación interna, ya que Jorge Ramos denunció inconsistencias respecto al dato que presentó el López Obrador sobre índice de homicidio ocurridos en los últimos meses, al compararla con información publicada por el Secretariado del Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. Ante la incógnita de cuál información era cierta, Andrés Manuel invitó al escenario a Jorge Ramos para que revisaran las cifras, quien aseguraba que el índice de homicidios aumentó durante su gobierno. Así, se expuso también la deficiente interpretación de datos del Presidente, quien al proyectar una tabla con la información pertinente le dio la razón al periodista. A pesar de esto, el presidente se mantuvo en su postura.

Los simpatizantes del gobierno crearon dos narrativas sobre el suceso.

La primera es que Jorge Ramos se dedica al espectáculo, y este es uno más de sus shows. Quienes apoyan esta historia argumentan con falacias ad hominem procurando desacreditar la carrera del comunicólogo, y critican la forma en que Ramos se condujo ante Andrés Manuel (la gran mayoría), no el acto en sí.

La segunda narrativa es que el Presidente le garantizó a Ramos el derecho de prensa al no censurarlo y otorgarle la palabra, a diferencia de Donald Trump y Nicolás Maduro quienes actuaron de forma autoritaria contra el reportero. No debería aplaudírsele al Presidente por garantizar un derecho básico a una persona, es su obligación y su función hacerlo. Bajo esta lógica se le debería felicitar al mandatario, de igual forma, por no privar de la libertad a Ramos por sus declaraciones. Además, el intercambio no se dio en un marco de tolerancia, el Presidente se veía claramente frustrado al ser expuesto ante la nación, y su objetivo principal no parecía el de garantizarle el derecho de prensa a Ramos, sino el de no quedar como un mentiroso ante los mexicanos. Asimismo, esta narrativa es incompatible con la realidad, pues el representante del ejecutivo reiteradamente utiliza adjetivos contra los medios que lo critican, vulnerando la libertad de prensa. Así se acuña el término de “prensa fifí”, ya incorporado al léxico mexicano.

En esta conferencia, el comportamiento de Andrés Manuel fue más burdo que preocupante. Si bien realizó severas acusaciones contra el diario Reforma, los mexicanos ya nos acostumbramos a tener un presidente que utiliza cualquier oportunidad para descalificar a alguien, además figuró más su mala interpretación de datos estadísticos y su tono de terquedad. Sin embargo, este suceso propició reacciones verdaderamente preocupantes por parte del ejecutivo.

Cual pesadilla orwelliana, el gobierno federal cambió los datos se encontraban en el sitio web del Secretariado del Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública para que correspondiera con los datos que el Presidente expuso en su conferencia.

Igualmente, durante la conferencia mañanera del lunes quince de abril el mandatario mexicano manifestó alarmantes declaraciones contra la prensa. Reprochó a los medios de controlar a los políticos cuando no existían las redes sociales, ya que ellos destruían o construían la reputación de las figuras políticas. Acusó a Ramos de no ser un buen reportero por no ser prudente, a diferencia de los reporteros que acuden regularmente a las conferencias, quienes no lo confrontan. Dijo que si los reporteros “se pasan, ya saben lo que sucede”, y luego, en congruencia a su propio discurso, culpó a otros de las consecuencias que puedan tener sus manifestaciones, estableciendo que sería, en este caso, el pueblo mexicano. Finalizó estas declaraciones mencionando su inconformidad por no poder “desacreditar a la prensa”, a pesar de que ellos si lo pueden desacreditar a él, y mencionó que pretende ejercer su derecho de réplica.

Como el hijo le debe a la madre, el presidente le debe al pueblo. Es esencial que se entienda la naturaleza de la investidura presidencial para comprender que el presidente bajo ningún motivo está en posición de exigirle cosa alguna a la prensa. Los roles son claros: el presidente gobierna y la prensa informa. La prensa mexicana ya se encuentra en crisis debido a la situación de seguridad que se vive en el país, las declaraciones emitidas por el representante del ejecutivo ponen en mayor riesgo su libertad, seguridad, e integridad. Lo ideal sería que cada quien se ocupe de su papel, los patos a volar y las escopetas a tirar.

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