Con la presentación del paquete económico se confirma lo que ya todos veíamos venir, un apretarse el cinturón debido a la situación internacional, a la caída del petróleo y la infinidad de cuestiones de siempre. Si a eso le adicionamos la caída del peso ante el dólar podríamos pensar que la receta para adelgazar nuestra cartera y bajar de peso los bolsillos es un hecho (algunos me dicen que al bajar nuestra divisa, aumentarán las exportaciones… quizá, pero…).
Entonces, además de tener un recorte, tener escaso trabajo y con la espada de Damocles sobre nuestra cabeza ante el discurso xenófobo de Trump (y la posibilidad, aunque no queramos o nos parezca posible de que se convierta en presidente de los Estados Unidos), su intención de construir la gran muralla gringa y hacer que la paguemos con las remesas (sí, suena más loco que pensar que Donald será el nuevo símbolo de la tolerancia en Disney… el pato, no el candidato) estamos en un remolino en lo que lo primero que desaparece es ese moneda que necesitas para comprar las tortillas y rellenar los huecos estomacales en cualquier comida de nuestro país.
El caso es que no hay dinero y por lo que vemos, es difícil que aparezca al menos por el próximo año que, para variar, es año preelectoral (en este país, cada año, es año pre o electoral) por lo que los pocos recursos tendrán un uso dedicado a ello (digan lo que digan y lo planteen como lo planteen).
No soy ave de mal agüero, simplemente soy uno más de los millones de mexicanos que seguimos ganando lo mismo pero que, con cada día que pasa, nos alcanza para menos y no vemos para donde movernos y esquivar el adelgazamiento extremo al borde de la anorexia “carteril”.
Lo que me extraña es que, si en el país ya estuvimos en situaciones similares (en más ocasiones de las que debíamos) por que entonces, seguimos haciendo lo mismo cuando vemos que ese nunca ha sido el camino, por que seguimos en una dependencia en la que dentro de nuestros municipios las aportaciones federales son en una proporción mayor a la mitad (en algunos lados es del 90% o sea, 9 de cada 10 pesos) y esas aportaciones federales que se necesitan para funcionar, si se recortan, limitan toda posibilidad de desarrollo. Claro, la respuesta sería clara, depender menos y hacer más pero, como no aprendemos, seguimos exigiendo y extendiendo la mano esperando que nos den lo que “nos corresponde” y no es nada nuevo, así nos han formado, así nos han hecho para que, en última estancia, nuestra necesidad sea palanca de negociación y control para la siguiente votación.
El punto aquí es que si lo que queremos es no tener dependencia o prender veladoras para evitar recortes federales, deberíamos emanciparnos financieramente, es decir, lograr que nuestra economía municipal fuera lo suficientemente boyante como para poder sobrevivir a cortes, reducciones o tardanzas en la entrega del recurso y para eso no hay otra opción que nuestros gobiernos municipales hagan todo lo posible para (y he aquí la contradicción por la que nunca pasa nada) que dejen de influir en el desarrollo económico, o sea, deberían dedicarse exclusivamente a la creación y mantenimiento de la infraestructura y facilitar la creación de empresas buscando la disminución de trámites, favoreciendo la exención de impuestos por un mínimo de dos años y permitir que todo aquello que sea para el crecimiento y sostenimiento de la empresa sea deducible (es decir, construcción y nómina). La generación de una economía independiente requiere que exista un flujo interno de efectivo y para eso es necesario que se generen empresas que puedan contratar a personal con buenos sueldos que gasten en otros negocios. La empresa es generadora y distribuidora de riqueza y no obstante, en aquellos municipios en los que las aportaciones federales son alfa y omega de la vida de sus gobernados, las empresas viven de los contratos gubernamentales y si no hay “lana” no se mueven teniendo que despedir a sus trabajadores y estar desempleado es uno de los puntos principales de la desintegración del tejido social.
La iniciativa privada no puede supeditarse al gobierno, sí, debe estar al corriente en sus pagos de impuestos municipales, estatales y federales pero debe, entre otras cosas olvidarse de la temporalidad del trienio, debe de pensar a largo plazo, debe de abrirse al auxilio de otras empresas y no cerrarse al “serán mi competencia”, la competencia empresarial es buena (siempre y cuando sea honesta), mientras más y mejores empresas existan, más empleos habrá y estos empleados gastarán su sueldo comprando otros productos y servicios generando aún mayor crecimiento.
El gobierno, por su parte, debe procurar que los municipios donde estas empresas crezcan cuenten con calles para el surtido de productos (así que paguen predial), calles limpias (así que paguen su servicio de recoja y eviten tirar desechos al aire libre), que tengan agua de calidad (paguen su servicio y en este no escatimen que sin agua, no hay vida y si es un rollo lograr que la tengamos solo girando una llave), que tengamos iluminación suficiente para que exista vida nocturna que también genere ingreso y, por supuesto, seguridad, ahí es donde más deben de enfocarse, ahí es donde más deben prepararse y ahí es donde más nos necesitan a los ciudadanos.
Muchos años tenemos en esa plataforma electoral de la necesidad en la que mimetizado de apoyo, se compra el voto. Si hubiera empleo bien pagado que permitiera comer tres veces al día, darnos pequeñas escapadas recreativas, tener ropa en buen estado y poder sostener a una familia sin necesitar que nuestros niños abandones la escuela… entonces no necesitaríamos apoyos sino incentivos y nadie coaccionaría nuestro voto pues este, sería perfectamente razonado.
El equilibrio está entre el mantenimiento y creación de infraestructura a corto plazo para generación y sostenimiento de empresas para que duren un largo plazo; en que no existan políticos empresarios ni empresarios políticos, que sea tan sencilla la documentación para abrir una empresa que no sea necesario caer en la informalidad y en la ilegalidad de las “mordidas”; el equilibrio está en no ver todo por separado sino en conjunto, en el que la sociedad no se ajuste al gobierno sino el gobierno a la sociedad; en la que la palabra de unos sea tan valiosa como la de otros y sabremos que hemos alcanzado un correcto equilibrio cuando veamos a México con amor, respeto, paz y una profunda ansia de seguir subiendo junto con él y no… a costa de él.