Columna Sic Sac
Por: M.A. Elda Clemente Reyes
Una forma de obtener información valiosa que muy pocos
conocen y que puede ser utilizada de acuerdo a los intereses de quien la posee,
es a través del espionaje.
En México, durante los años sesentas, Estados Unidos
estableció una base de operaciones secretas. Un grupo de aproximadamente 11
empleados dedicaban horas a escuchar conversaciones telefónicas.
El funcionamiento de los servicios de inteligencia se divide
en cinco pasos: Primero, se fija el tipo de información que requieren aquellos
que toman decisiones y se marcan los objetivos; segundo, consiste en obtener la
información deseada, saber dónde encontrarla y cómo obtenerla de la forma más
efectiva; tercero, producir, recopilar, evaluar, recomponer la información y
materiales obtenidos; cuarto, canalizarla para que sea útil, debe ser concisa y
comprensible; quinto, es crucial el uso debido.
Para llevar a cabo esta actividad se requiere un equipo
especializado. Hoy en día, las naciones desarrolladas poseen servicios de
inteligencia con mecanismos sencillos. Para reclutar agentes se toman en cuenta
tres áreas: universitario; las fuerzas armadas; y la policía.
La decisión de una persona de convertirse en soplón,
conlleva al robo de datos o la revelación de secretos de forma desleal, y puede
tener varios orígenes. En muchos casos la avaricia o las necesidades
financieras son la motivación principal, pero puede haber otras, por ejemplo;
la ambición, la ideología o el idealismo que propician involucrarse en esta
tarea.
En nuestro país, el actual Centro Nacional de Inteligencia
(CNI), es el encargado de proponer medidas de prevención, disuasión, contención
y desactivación de riesgos y amenazas.
Con las nuevas tecnologías el espionaje digital e
informático ocupa diversos aparatos como los drones, la biometría y los
programas espía. Atrás van quedando las fichas, fotos y cuestionarios que
redactaban en la Secretaría de Gobernación, sobre los movimientos de los
espiados.
De acuerdo con una investigación publicada por el New York
Times, en 2011, el malware Pegasus, fue adquirido en la administración de
Felipe Calderón. Un potente interceptor en comunicación electrónica,
computadoras, radios, celulares, teléfonos inteligentes y Smartphone, sin
importar si los dispositivos están encriptados, protegidos con antivirus o
software antiespías. Quien maneja Pegasus puede obtener mensajes de SMS/MSM,
lista de contactos, registros de agenda, monitores de e-mail, intercepción de
voz.
Dicho mecanismo sería utilizado para la operatividad de
inteligencia militar y operaciones contra el narcotráfico, por la Secretaría de
la Defensa Nacional (SEDENA).
Según el diario estadounidense, los israelíes vendieron este
moderno sistema a militares, convirtiendo a México en el usuario número uno.
A propósito del caso Pegasus, el espionaje gubernamental a
políticos y periodistas detectado en Campeche, el 3 de marzo de 1998, era
operado mediante el programa Octopus, con capacidad para intervenir
simultáneamente tres mil líneas telefónicas. Sin que el Estado tuviera
funciones de vigilancia de comunicaciones.
El descubrimiento se dio justo después de que terminó la
Resistencia Civil de 1997, se encontraron registros y evidencias de los que
participamos en el movimiento. La denuncia fue interpuesta por la actual
gobernadora Layda Sansores San Román, ante la Procuraduría General de la
República (PGR) y el Congreso de la Unión. A más de 20 años, sigue durmiendo el
sueño de los justos.
En aras de investigar, garantizar la estabilidad social,
política, económica y militar, el hackeo y el fisgoneo ilegal viola cualquier
constitución y se ha convertido en un negociazo fuera de control, pero, sobre
todo, en el arma principal para anticiparse a los acontecimientos y doblegar a
los “enemigos”.
La hipótesis de que el espionaje sigue vigente, está más
viva que nunca y presuntamente a extendido sus tentáculos en regiones
inimaginables en contra de artistas famosos, políticos, activistas, militares,
presidentes, gobernadores, empresarios, narcotraficantes, delincuentes,
defensores de derechos humanos, civiles que representan una “amenaza”, incluso
columnistas y periodistas.
Por las dudas…Saludos a los fisgones.