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¿Estamos listos para consolidar un proyecto de nación?

Enrique Vidales Ripoll
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Por Enrique Vidales Ripoll.

@chanboox

De acuerdo a lo que dicen algunas
teorías políticas, el crecimiento y desarrollo de un país depende del proyecto
de nación. Con esto debemos entender a la integración de la realidad, con todas
sus ventajas y desventajas, con la visión de hacia donde debemos ir,
aprovechando de forma óptima los recursos para la construcción de la nación.

Por lo cual valdría la pena preguntarnos
¿hay en México un proyecto de nación viable y pertinente?

Por más de 70 años, después del caos de
la época revolucionaria, el sistema político tuvo que cerrarse para propiciar
las condiciones que dieran sustentabilidad a la paz, a la armonía social y
consolidación de las instituciones.

Basta revisar la historia de México para
darnos cuenta de lo difícil que resulta crear condiciones para la estabilidad
política y social que permita el crecimiento y desarrollo. Después de
consolidar la independencia la polémica entre los grupos políticos se centraba
en qué tipo de gobierno debería sustentarse la organización política del país.
Tuvo que consolidarse la dictadura de Porfirio Diaz para sentar bases del mayor
crecimiento industrial, aunque también, significó un retroceso en los derechos
civiles y políticos.

La revolución social mexicana vino
nuevamente a confrontar al país. La unidad nunca existió entre los revolucionarios.
Cada uno tenía propios intereses y una agenda de temas específicos. Esto causó
mucha división en el rumbo de la revolución que ni el constitucionalismo pudo
aplacar.

Como si fuese un ciclo repetitivo, la
creación de un partido de estado que pudiera aglutinar a los diferentes
sectores revolucionarios para que desde una vía legal e institucional se
canalizaran y satisficieran las necesidades e intereses grupales, políticos y
sociales. En contraposición a estos grupos sociales se antepusieron los académicos
que representaron valores conservadores y tradicionales del pensamiento
político.

Hoy en día hay una multiplicidad de
oferta política por diversos partidos. Pero en esencia, podemos englobar a
todos en dos sistemas políticos: los liberales o progresivos y los
conservadores o tradicionales.

La pugna política sigue estando
polarizada y, ahora por la diversidad de alternativas, segmentada. Ese es el
principal peligro de la democracia. Lo dice uno de los principales teóricos
contemporáneos, el italiano Noberto Bobbio, cuando afirma “el exceso de
democracia es malo”.

Hace cinco años el presidente Enrique
Peña Nieto logró la presidencia en una proporción de 1 de 3 de la votación
total. Hoy en día hay posibilidad de que la elección terminé ganando un candidato
con solo un cuarto de la elección. Lo que conllevaría como consecuencia directa
un rechazo como opción de alrededor del 75 por ciento de los electores.

¿Se podrá tener condiciones para la
gobernabilidad con este raquítico respaldo electoral?

El problema se recrudece con las
candidaturas independientes que parecen ser más el refugio de quienes al no
encontrar respaldo en sus partidos políticos, mejor renuncian y optan por esta
vía. Parece que se está poniendo en práctica en su máxima expresión el dicho “divide
y vencerás”… pero ¿a quién le conviene vencer en estas condiciones?

México no ha podido concretar un
proyecto de nación. Por el contrario, la fragmentación de la oferta político
separa las propuestas, que por un diálogo interrumpido no se logra llegar al
consenso y mucho menos en la coincidencia.

Así que siendo realistas nos dirigimos a
un proceso electoral más, con la intensidad política propio de los tiempos, sin
que al final del camino tengamos la claridad hacia dónde vamos,
independientemente de quién resulte ganador.

Enrique Vidales Ripoll
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