7 de diciembre de 2024.
El año 2024 está llegando a su fin, y con ello se abre un periodo cargado de celebraciones, tradiciones y,
lamentablemente, excesos. El cierre del año es una época que invita a la reflexión sobre nuestras acciones,
no solo en términos de metas personales, sino también en cómo estas impactan a quienes nos rodean y
al planeta.
Entre las tradiciones más arraigadas en estas fechas, destacan dos vertientes de consumo: el de alimentos
y el de cosas, prácticas que, si no se manejan con moderación, pueden dejar consecuencias negativas en
múltiples niveles.
En México, la comida es un eje central de la vida social y cultural, y durante las festividades de fin de año
esta costumbre alcanza su máxima expresión. Las mesas familiares se llenan de platillos tradicionales que
reflejan la riqueza gastronómica del país. Sin embargo, esta abundancia puede transformarse en un
problema cuando cruzamos la línea hacia el exceso.
Además del impacto en la salud —que incluye el aumento de peso, la mala digestión y el riesgo de
enfermedades crónicas como la diabetes—, la sobreproducción y el desperdicio de alimentos tienen un
costo ambiental alarmante.
Los sistemas alimentarios generan alrededor de un tercio de las emisiones globales de gases de efecto
invernadero, contribuyendo significativamente al cambio climático. Desde la producción hasta el
transporte y el consumo, cada eslabón de la cadena alimentaria tiene un impacto. Por ello, es vital adoptar
prácticas más responsables, como moderar las cantidades que cocinamos e ingerimos; elegir alimentos
de menor impacto ambiental, como preferir una dieta basada en plantas contra una más focalizada en
carne; y evitar el desperdicio. Cada decisión cuenta, desde optar por productos locales y de temporada
hasta reciclar los desechos orgánicos.
Por otro lado, el consumo desmedido de bienes materiales también se exacerba en esta época, impulsado
por las compras navideñas y las promociones constantes. En la era del comercio digital, un solo clic basta
para llenar nuestra casa de objetos que muchas veces no necesitamos. Este comportamiento no solo
afecta nuestras finanzas personales creando deudas innecesarias, sino que también fomenta la
producción masiva de bienes, un proceso que requiere grandes cantidades de recursos naturales y genera
residuos difíciles de gestionar.
Así, el llamado es a reflexionar antes de consumir: ¿realmente necesito esto? ¿Puedo elegir una alternativa
más sostenible? Moderar el consumo no significa renunciar a la celebración, sino encontrar un equilibrio
que nos permita disfrutar sin comprometer nuestra salud, nuestro bolsillo ni el planeta.
En estas últimas semanas del año, practiquemos la moderación como un acto de amor propio y
responsabilidad colectiva. Prioricemos lo que realmente importa: la compañía, el agradecimiento y los
momentos compartidos. Cuidar nuestras finanzas, nuestra salud y el medio ambiente es el mejor regalo
que podemos darnos y ofrecer a las generaciones futuras.