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Formando Disciplina

Jorge Valladares Sánchez
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Por: Jorge Valladares Sánchez.*

En Facebook y en Youtube: Dr. Jorge Valladares.

Formando Disciplina
Club de Padres

Cuando queremos evaluar lo que otra persona
hace y no logra un objetivo importante o deseado, solemos usar el sentido
negativo, feo o duro de la disciplina. En especial, tristemente, si nos
referimos a alguien amado, que no está “dando la talla” que consideramos debería
dar: “¡Le falta disciplina!, ¡Se ve que nunca le enseñaron disciplina! Es
probable que le demos un sentido más positivo cuando se trata de hablar de nosotros/as
mismos en la ruta para una finalidad similar o cuando empezamos a mostrar algún
avance: ¡Me estoy disciplinando!, o incluso si describimos a una persona cuyo
desempeño nos amerita admiración: ¡Es muy disciplinada!

En muchos hogares la palabra disciplina es
francamente ambivalente. Por un lado puede verse como un valor deseable, pero
lejano, o un buen instrumento, pero con alto grado de dificultad para usarlo…
A la vez que una obligación con alto e indeseable costo del ejercicio de la parentalidad
o un enemigo encubierto del afecto, que quisiéramos fuera el único matiz de la
relación que forjamos con nuestros hijos/as.

Pero vamos hoy más al fondo. Etimológicamente,
digamos que deberíamos en realidad llamarle “discipulina”, pues representa la
disposición a aprender, tal como se espera cuando la aplicamos a una persona
que se encuentra aprendiendo, un discípulo. Y de allí sus genuinas
implicaciones, más relacionadas con elementos formativos que con dolores,
controles o sacrificios.

El Diccionario de la Lengua Española le da
un primer significado de “doctrina, instrucción de una persona, especialmente
en lo moral”, un segundo de “arte, facultad o ciencia” y un tercero relativo a
la observancia de leyes u ordenamientos en un determinado ámbito. Y sólo
después se refiere a un instrumento que sirve para azotar y a la habitual
“acción y efecto de”. Pero, como en el caso de muchas otras palabras, el desdén
y la poca atención al uso del lenguaje, le ha alejado de su significado y
utilidad en el habla cotidiana.

Puesta entonces en una persona, representa
una actitud, que ejercida en un contexto da como resultado un aprendizaje, que
al cabo del tiempo le permite funcionar en él. Si cambiamos el contexto,
manteniendo la disposición, tendremos un otro aprendizaje, para funcionar allí.
Y así, conforme vayamos cambiando de situación o momento, nuestra “discipulina”
nos dará la información y comportamientos adecuados en cada sitio y momento. Forjando
en el trayecto una verdadera cualidad, que requerimos para el funcionamiento más
humano: la adaptabilidad.

He tenido ya algunas oportunidades de
compartir, incluso en este generoso espacio que nos brinda La Revista
Peninsular, los elementos formativos que propongo generan autosuficiencia en
las personas, meta a la que creo que debe orientarse la labor parental.

Reitero la fórmula: Afecto, Disciplina y
Oportunidades. Son los ingredientes que si se aplican a diario, suficiente y sanamente
van forjando las cualidades que en conjunto dan lugar a la autosuficiencia personal.
Para ello, dos énfasis complementarios: a) no mezclar lo uno y lo otro y b)
usar lo que ya sabemos sin dudar ni esperar.

Claro, es más frecuente que hablemos del
afecto y sus manifestaciones; sin duda, en ello también hay mucho que mejorar,
pero la disciplina parece ser el elemento débil en muchas familias. Claramente lo
es para quienes observan en sus hijos deficiencias en el logro de metas, como
comportamientos que socialmente son mal apreciados. Pero también (y aquí mi rol
de Psicólogo del Diablo) en aquellas en las que la rigidez y la obediencia son
el sello principal, vayan o no acompañadas de mayores o menores manifestaciones
de afecto. Para estas últimas familias y para las que desde la modernidad
renunciaron a las formas anteriores de disciplina, se desarrolló uno de los
conceptos que más fácilmente dan al traste con la buena aplicación de la fórmula
propuesta: la idea de disciplinar con amor, ofertada como una entidad.

Suena bien, pero así no es como funciona.
La disciplina corre en un carril, la disciplina en otro y el buen
aprovechamiento de oportunidades en un tercero. Mezclar o compensar una con
otra sólo genera que ni una ni otra logren su efecto. Cada una tiene sus
versiones complejas, como también maneras muy accesibles de lograrse, y son
esas las que debemos procurar y seguramente nos llevarán a mejores y más
prontos resultados, que el estar esperando una solución más compleja que nos
mantiene en la inacción o el comportamiento errático parental.

Voy a los ejemplos y caminos. Digamos que
para disciplinar existen al menos 60 modos. Cualquiera de ellos sirve, aunque
no en la misma medida, alcance e implicaciones.  Pero aplicar de manera constante, sana y
abundante uno o un par o trío de ellos va formando la cualidad deseada.

Probablemente, como yo, habrás sabido o vivido
casos de personas que describen su historia en términos de: “mis papas
raramente me mostraban afecto o lo hacían sólo a su modo, pero la disciplina
que me brindaron es lo que me tiene siendo la persona que soy”. Y muchos
de ellos describen una realidad palpable, pues por sí misma la disciplina logra
una virtud personal, la adaptabilidad. Y con ella podemos transitar por la vida
con efectividad y formular relaciones sanas y tener logros relevantes. No
basta, pero claramente sirve.

En cuatro décadas, y sobre todo en esta
maldita posmodernidad, nos hemos dedicado, como sociedad, a descalificar muchas
prácticas y conceptos, sin construir alternativas claras y mejores, y la
disciplina no ha escapado a ello. Incluso, hoy que todo se vale, hasta los “memes”
y “me gusta” dejan ver que añorar comportamientos “indeseables” de antaño tiene
sentido ante este extravío. “Bendita chancla de mama” de tan
dolorosos recuerdos, pero a la que no le faltan admiradores. Menos extremo:
esas miradas que bastaban para que hiciéramos lo correcto.

Muchos padres han renunciado
funcionalmente a serlo. Y una parte de la explicación es la falta de claridad
de lo que realmente corresponde hacer o la percepción de incompetencia para
hacerlo. Y mucho de lo que podemos decir cabría en el cajón del rechazo, la
falta de habilidad y/o nuestras heridas por la forma en que entendimos la
función de disciplinar.

Pero la caja de herramientas tiene mucho más
que ofrecer, y que de hecho sabemos usar, aunque no lo tengamos claro, puesto
que nuestra práctica ha sido temerosa, eventual, inoportuna o como un desahogo
y no como técnica o hábito.

El MODELO es una de las herramientas más
poderosas. Cuando tu comportamiento es consistente y permanente, los hijos/as
acaban reproduciéndolo en alto grado, antes o después, si bien no cuando se los
pedimos, en especial en la adolescencia o en las crisis en casa. Pero de que
funciona, ¡claro que funciona! No hablo del que se simula, sino del que es
reflejo de tus verdaderos valores y costumbres.

Las INSTRUCCIONES también, si sabemos
poner en palabras los pasos esenciales para tareas que realmente deseamos que
sucedan. Me refiero a las que describen comportamientos, no moralinas o
juicios. Y en especial si se dan en los momentos iniciales de un comportamiento
deseado y de manera serena y segura.

De alto efecto: las CONSECUENCIAS, ya sea NATURALES
o LÓGICAS. Las primeras son las que vienen solitas a continuación de lo que
hacen nuestros hijos/as, y su costo principal es el ser capaces de aguantarnos
de intervenir cuando la vida se alista a enseñarles algo que frecuentemente les
decimos, pero raramente les permitimos experimentar. El hambre, el frio y el
dolor resolverían muy pronto mucho de nuestros “dolores de cabeza” si les
permitiéramos actuar sobre nuestros “tesoros”. Las consecuencias lógicas, como
su nombre lo indica, requieren más proceso racional, pero son un excelente
complemento a las primeras, si ese estilo nos va; se trata de que les
permitamos experimentar lo que en el mundo adulto, sin protecciones, pasa
cuando tienen determinados comportamientos.

Los CONSEJOS son tan antiguos como la vida
social, y funcionan también; en ello,  sólo
se trata entender la diferencia entre un
consejo pedido u oportuno, frente a uno que se da impulsivamente o como deseo
de mostrar superioridad. E igual, claro, tener a la vista la distancia entre
aconsejar versus ordenar y/o manipular.

Y una lista que supera las 60
posibilidades. Lo que tú sepas hacer bien, es la técnica de disciplina que
conviene que uses. El cambio gradual del comportamiento de tus hijos/as, ante
tu constancia, es la señal de que algo va bien. Hablo de unos 10 a 20 intentos
tuyos. Si crees estar disciplinando y luego de 30 días de constancia y práctica
de alguna de esas técnicas no cambia el comportamiento, lo más probable es que
no la estás aplicando adecuadamente.

Notarás que no he mencionado los gritos ni
los golpes, que sí (¡lo siento!) son otras técnicas, pero de las menos
efectivas para disciplinar, o por lo menos que llevan costos colaterales muy
altos; ello además de que conozco pocas personas que sepan usarlos con
efectividad como técnica, aunque si conozco a bastantes personas que los emplean
por confusión, sin darse cuenta de hasta dónde sólo son un desahogo o la
manifestación de un parte de su personalidad o hábitos, que ante otras personas
se inhibe, pero ante los hijos fluye sin control, pues allí no suele haber una
respuesta contraria inmediata.

Termino estos planteamientos sobre la
disciplina añadiendo un par de precisiones importantes:

1. La disciplina funcional, la auténtica, produce
adaptabilidad, no rigidez, no obediencia, no temor.

2. La disciplina formativa de personas
autosuficientes no se contamina con temas ajenos como la democracia, el amor,
el sacrificio o el “ya aprenderás cuando tengas tus propios hijos”; se ejerce
cada día, con responsabilidad, y para el sano desarrollo de nuestros hijos/as.

Frente a la idea de que nadie nos enseña a
ser padres o de que es tan complejo como importante, te invito a participar del
acompañamiento que ofrecemos en Club de Padres, para hacer mejor esa
maravillosa función.

Escríbeme y únete, si quieres…

——————————–
*Jorge
Valladares Sánchez

Papá, Ciudadano,
Consultor.

Especialista,
Maestro y Licenciado en Psicología

Doctor en Ciencias
Sociales.

Doctor en Derechos
Humanos.

Creador del Club
de Padres.

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