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Formando Responsabilidad en una Nueva Ciudadana

Jorge Valladares Sánchez
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Feliz Cumpleaños Fabiola.

Por: Jorge Valladares Sánchez*.

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Fabiola está creciendo… el jueves pasado ya cumplió los 18, ¡Qué maravilla! Ver a los hijos/as crecer, entender en ello el sentido de la vida, preguntarnos a través de sus acciones el efecto de la formación que les hemos dado, como padres, como sociedad, como raza humana…

Hace ya un par de décadas entendí, por mi práctica y estudios, que la paradoja y complejidad de la paternidad radica en que ese, que para muchos es el más intenso de los roles, se ejerce en la urgencia del presente, con los aprendizajes del pasado y sus resultados sólo se conocen en un futuro impreciso, pero usualmente lejano. Los dos resultados habituales: incertidumbre y las emociones más intensas que vivimos, tanto personal como relacionalmente.

Ya en mi andar de servir públicamente, procuro y busco la fórmula para entender cómo es que nuestros chicos/as llegan a convertirse o no en la clase de ciudadano/a que en un modo vago, pero constante, creo que todos deseamos. Personas involucradas con su comunidad y sociedad, responsables de sus acciones, con un proyecto de aportación social, con una forma de convivencia armónica en lo micro y lo macro de su hábitat. Y sí, pueden ser la base los valores, tan mencionados e indefinidos, cada vez menos materializados. Desde luego la formación familiar, sobre todo en los primeros años. Y las interacciones significativas con la gente cercana, con la gente más contactada en la comunidad y con las instituciones en sus defectos y bondades.

Cruzando ambas experiencias, la pregunta tan repetida sobre la responsabilidad, rol, efecto o culpa de los padres en lo que resulta. En especial en ese momento en el que la ley indica que ya es momento de llamar adulto/a o ciudadana/o a quien por dieciocho años hemos llamado niño/a, hijo/a o pequeño/a. Es claro que uno/a persona medianamente sana no deja de sentirse padre/madre jamás, pero la mayoría de edad hace que la sociedad trace una línea de expectativa directa sobre nuestra prole. Y pensemos lo que pensemos, reaccionemos como reaccionemos, inicia una relación propia que debería ser plena de esta persona con la sociedad, con la ley y con toda la parentela, inclusive.

Mi respuesta hasta el momento es que todas las personas podemos aspirar a ser autosuficientes, y que eso se logra haciendo funcionar bien tres pilares formativos (ya comentados en otra amable oportunidad brindada por La Revista). En síntesis muy apretada, si logramos cosechar suficiente afecto, desarrollamos una forma sana de disciplina y aprendemos a aprovechar nuestras oportunidades nos acercamos o llegamos a convertirnos en personas autosuficientes, que está compuesta de la seguridad personal, la adaptabilidad y la eficiencia funcional que nos forman esos tres pilares. Los padres tenemos la responsabilidad y el mejor momento para dotar a los hijos/as de esos elementos, y puede ser que tengamos el tino de lograrlo, al menos parcialmente (más allá de las buenas intenciones). Es ese el rol que considero vital de los padres, darse cuenta de que esto les corresponde y procurar afecto, disciplina y oportunidades lo más frecuente, abundante y sano que les sea posible en sus circunstancias.

Si esto no sucede o sucede poco, irregularmente o insanamente, la persona seguirá necesitando lo mismo, y, claro, podrá obtenerlo con mayor lentitud, dificultad e incluso resistencia de otras personas (parejas, amigos, buenos ciudadanos, servidores efectivos, vecinos positivos, admiradores, contactos casuales). Por ello es tan bueno obtenerlo de los padres. Por ello en la adultez, ya sacando cuentas acabamos reconociendo a nuestros padres lo que de esos elementos sí lograron darnos, aunque sabemos de la lucha personal que representó o sigue representando acabar de llenar nuestra seguridad, adaptabilidad y eficiencia.

Conocí a Fabiola este jueves. Estaba yo retirando algunos objetos de la cajuela del auto, cuando sentí que algo empujaba mis rodillas, en ese primer segundo dudé entre “es una broma” y “que rara e inesperada sensación”; capté entonces que un auto no se detenía al estacionarse y machacaba mis piernas contra la defensa del mío. Entre la sorpresa y el dolor giré un poco y la vi; era ella, con celular en una mano y el volante en la otra; grité leve tratando de que captara su descuido. El dolor me hizo volver la vista al frente y contra toda expectativa sentí que su auto me arremetió más fuerte y entonces sí el dolor fue inaguantable; grité de una manera que no recuerdo haberlo hecho; varios segundos después el coche se retiró unos centímetros. Quise moverme de allí y ya no pude; sólo me dejé caer y el resto de la película lo vi desde el asfalto.

La sinopsis. Alarmados ante un grito estremecedor, hijo, amada y hasta la pequeña mascota corrieron a la calle y vieron a Jorge tendido en el suelo, al alcance de las ruedas de un auto encendido, con una chica al volante, a quien le tuvieron que insistir que apagara el auto, lo cual ella entre movimientos nerviosos y palabras sin sentido no lograba hacer. Cuando al fin se disipó la amenaza de un riesgo mayor, Fabiola bajó del auto y apresurada llamó a sus familiares. Los familiares de Jorge se aprestaron a ver cómo estaba y pedirle que no intentara levantarse. Instantes después una patrulla de la policía llegó. Los agentes se aprestaron a conversar aparte con la conductora y uno de ellos se acercó a preguntar a Jorge si se encontraba bien. Varios minutos después, cuando los familiares de Jorge quisieron entender qué hacía la policía, alejaron más a la chica y lo único que consiguieron fue que se llamara a una ambulancia.

No deseando spoilear, como hoy se dice, aporto sólo algunas notas curiosas de esta historia. Fabiola cumplió 18 años el día anterior, se dirigía a comprar un pastel, con una amiguita de su edad, en un carro nuevo que le habían dado sus papás. La amiguita no tuvo duda en cambiarse de asiento con ella cuando se dio el atropellamiento. Fabiola no tenía licencia ni credencial del INE; claro, tenía menos de 24 horas de ser mayor de edad, y quién en el festejo de cumpleaños se fija en esas cosas. La mamá y alguien que se identificó como “tío” aparecieron en la escena unos minutos después y platicaron con los policías rápidamente. El “tío” aseguró que se haría responsable de lo necesario, aunque a la larga el seguro del auto tenía una cobertura mínima y jamás se supo más de él. La mamá se limitó a arropar y proteger de fotos y comentarios a Fabiola. 

Más de cinco elementos de seguridad pública insistieron a Jorge que tenía dos opciones, pedir el traslado con ellos, ante lo cual detendrían a Fabiola y su flamante auto, PERO todos los gastos tendría que cubrirlos él, en máximo 24 horas tendría que acudir por su propio pié al Ministerio Público a denunciarla o quedaría libre, y usualmente la reparación de daños lleva al menos 3 meses por esa vía. La segunda opción, si era su voluntad, era quedarse tirado en el pavimento, firmarles que ellos habían cumplido bien su responsabilidad, y esperar a que el seguro y la familia se hicieran cargo de los gastos. A Fabiola sólo se le aplicaría una multa por manejar sin licencia, NADA MÁS QUE PERSEGUIR. El tono agrió de la persona a cargo, se transformó en dulce, frente a su comandante, que acudió al reportarle que Jorge había pedido orientación a un funcionario de la misma Secretaría.

Jorge tuvo tiempo suficiente de pensar desde el asfalto. Una de las ideas más claras que tuvo, fue recordar que a sus dos muchachos, de edad similar a Fabiola, les enseñó a manejar. Ambos intentaron al cumplir 18 sacar su licencia. Uno lo logró a la primera, pasando sin dificultad ambos exámenes. El otro lo intentó varias veces y no dio el requisito. El primero tiene acceso a manejar a veces un auto y lo hace responsablemente. El segundo aún no tiene acceso a ello y sabe que lo tendrá hasta que cumpla lo que debe. Y recordando eso, entendió que de permitir que detuvieran a Fabiola los padres podrían sentir lo que él si se tratara de alguno de sus hijos. Y decidió tomar la opción tan sugerida por la policía.

Con dificultades se levantó, a esperar al seguro y a la ambulancia particular (que no cubría el seguro ese) y no volvió a tener contacto con ninguno de los familiares, quienes ya estaban listos para comprar su pastel y retirarse a darle buen fin. Antes de ser trasladado, Jorge logró hacer coincidir su mirada, por primera vez, con la de Fabiola, le pidió que se acercara, y ella lo hizo. Le dijo: “Sé que no tienes licencia y que aún no manejas bien. Sé que no te lo han enseñado, por eso te lo digo yo, ¡no debes conducir un auto así! Hoy sólo me lastimaste, mañana podrías dañar permanentemente a alguien”.

Y acaba allí la escena y empieza la del traslado a revisiones y tratamiento en medio de la preocupación de la gente que me ama y del coronavirus amenazándonos a todos. De Fabiola y su familia, no volví a saber nada.

Dice el dicho: “por sus frutos los conoceréis”… Conocí hace unos días a Fabiola, un poquito; y con ello conocí mucho más de sus padres. Mi mejor deseo para ti, ya no tan pequeña Fabiola, es que pasado un feliz cumpleaños, tengas la oportunidad de recibir de tu familia o de quien pueda brindártelo el afecto y oportunidades, pero sobre todo la disciplina que forme en ti la responsabilidad que permita decidir mejor lo que puedes hacer y lo que aún no es tiempo, y tener la entereza de decir: lamento haberte dañado y asumo mi responsabilidad, si alguna vez te ocurre algo similar, lo cual, por supuesto, no deseo. Ya que sí puedo seguir andando, espero nos encontremos un día en el camino y me cuentes que así ocurrió. To Be Continued…

*Jorge Valladares Sánchez
Consejero Electoral del IEPAC Yucatán.
Doctor en Ciencias Sociales
Doctor en Derechos Humanos.
Especialista en Psicología y Licenciado en Derecho.
Presidente 2011-2014 del Colegio de Psicólogos del Estado de Yucatán.

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