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Fraternidad

Jorge Valladares Sánchez
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Por: Jorge Valladares Sánchez.*

En Facebook y en Youtube: Dr. Jorge Valladares. 

Fraternidad
Unidos por Origen

De
repente es bueno pensar en el origen, el punto de partida, o, al menos, tener
una fecha o un evento al que referirnos para iniciar a entender o contar una
historia. En lo personal, en lo familiar, claro, pero también en lo colectivo,
social e histórico.

He
formulado ya algunas veces, en este amable espacio que nos brinda La Revista,
sobre mi propuesta de ir al fondo en eso que damos en llamar derechos humanos;
refiriéndome a que ese nombre y su uso popular, como en muchos casos, enmascara
y retarda ver que estamos hablando de algo tan elemental como entendernos y
respetarnos en nuestra esencia humana; la dignidad. Todos los derechos para
vivir como humanos se entienden partiendo de allí y sin ello, creo que no.

Entender
que soy tan humano como tú, por muchas bromas y excepciones que se nos puedan
ocurrir (a ti y a mí) es un buen marco desde el cual hablarnos, convivir,
compartirnos o pedirnos o hacernos entender lo que sea. Se refleja bien en la
frase que se ha dicho usaban los mayas como forma de saludo, en vez de nuestro
hola: In
lak’ech, “yo soy otro tú”. Y la implicación de esta idea también la podemos
ubicar hace siglos, muchos, tan sencilla como la llamada regla de oro: trata a
los demás como quieras que te traten; que podemos situar en el ilustre, sabio o
profeta de nuestra preferencia, casi sin importar en qué cultura hayamos
crecido.

Aunque es difícil ubicarnos hoy en el contexto
que dio origen a la Revolución Francesa, sí podemos asumir, como lo hacen
muchos profesores de “derechos humanos”, que entre los principales productos de
ese movimiento social emergió la versión que hoy seguimos dándole a la
concepción de que el ser humano merece muchas y diversas formas de respeto.
Claro que esa versión académica y sus difuminados ecos públicos hacen creer que
hablamos de todas las personas, pero al mismo tiempo segmentan como si hubiera
que estar atendiendo sector por sector, acción por acción, para asegurar que
pase a algunos/as lo que simplemente debería ser el modo de todo funcionamiento
en sociedad.

Así de
sintético como afirmamos que todo niño/a tiene derecho a… (lo que sea que
enunciemos) y por tanto está protegida su naturaleza o alguien va a solucionar
sus situaciones, asumen, algunos/as que lo estudian, que ese movimiento social
de finales del Siglo XVIII llevó a instalar un modo de hacer gobierno, leyes y
convivencia. Pero en ambos casos hay un amplio margen de error; pues ni el
movimiento fue rápido, ni contundente, ni llevó a instalar tan elegante lema en
la vida de la gente en Francia, como el mencionar cualquier precepto actual
sobre derechos humanos poco tiene que ver con la posibilidad de que se arregle
alguna situación de persona real, salvo que haya alguien que se mantenga en ese
afán.

Libertad,
Igualdad y Fraternidad… Dos de los elementos del lema han dado mucha cuerda a
políticos, académicos y defensores honestos de las causas humanas. En nombre de
la igualdad se han construido caminos para la justicia y se llevaron a efecto
otras destacadas (y también complicadas de asimilar) revoluciones en países y
en espacios más acotados. Así como por la libertad tenemos un sinfín de frases
motivantes y luchas en las historias de pueblos y comunidades que ven en ella
un estado de cosas deseable, si bien cuestionable y frágil a cada momento.

Al
analizar se ha llegado a visualizar el crecimiento de las libertades como un
potencial antagonista de la igualdad y viceversa. No falta quien asume que hay
una polaridad política alineada a cada valor, pues finalmente por serlo, alguno
tiene que primar en las percepciones o anhelos de las personas que los
profesan. Y la conveniente idea de ubicarse en el centro alcanza para el
discurso, pero una jerarquía de valores puesta a andar en una decisión
específica deja ver que finalmente hablamos de una ficción estadística, que da
para tanto como la campana de Gauss, que agrupa y permite rangos, pero no refleja
realidades concretas.

Así que
la intención hoy es tomar partido, o por lo menos resaltar, a ese tercer
elemento: la fraternidad; que en realidad es más antigua, pero actualmente más
desatendida que los otros dos. Y es que mucho tardó la humanidad en creer que
para cualquiera sería accesible alguna forma de igualdad o libertad, aunque hoy
hablemos como si ya estuviera al alcance para quien guste tomar alguna o ambas.
Pero la fraternidad sí ha sido factible desde siempre, sea vista desde una
concepción filosófica, espiritual, social o práctica, aunque también esté muy
lejos de ser parte de nuestro ropaje (hábito) o inspiración (iluminación).

Fraternidad,
en el diccionario, se refiere a la amistad
o afecto entre hermanos o entre quienes se tratan como tales, y de los hermanos
pues, simplemente, dice que son quienes comparten progenitores. Yendo a la
etimología, como me encanta, vemos el elemento de germen u origen, que viene a
ser como lo que pasa cuando dos retoños brotan del mismo ser, y por tanto son
parte de lo mismo. O sea que esa cualidad o valor se refiere a lo que une o le
da sentido a la hermandad, al compartir el origen.

Asumo que
eso es claro. Pero si faltara algo, vale volver a aquellas expresiones cuando a
un amigo/a le llamas hermano, o decimos que los amigos/as son los hermanos que
uno elige o a los que la vida nos une. Se refiere a la misma forma de unión, la
que tiene que ver con captar que somos lo mismo, que con ellos/as compartimos y
vivimos nuestra naturaleza, nuestra humanidad. Y es que amigo, simplemente
significa relación de amor; por ello es un tanto inútil la discusión de si se
puede amar a un amigo/a, por que la palabra misma significa eso: aquella
persona a la que te une el amor.

Dicho de
modo inverso, los hermanos son, o habrían de ser, nuestros mayores amigos, es
decir aquellas personas a las que de manera más contundente nos une el amor,
dado que somos lo mismo, compartimos el origen. Así que puestos en el caso del
“otro”, fuera de la familia, cualquier persona, también comparte con nosotros
el origen, por ser humano, y cada cual puede insertar aquí la cita de su libro
sagrado, filosofía o explicación que lo establece con toda claridad.

Así que
un “trato humano” no se ha de referir a pena, protección o cuidado, sino a dar y recibir lo que nos da nuestra condición
y nos vincula. Tomás Moro bautizó, con obviedad, como UTOPÍA al lugar que aún
no tiene ubicación, en el cual la sociedad completa, cada persona, no hace otra
cosa más que aquellas que son humanas. Cada acción y cada interacción convierten
a sus interactuantes en más humanos o mejores humanos.

Cada vez
que actuamos con fraternidad, entonces, mejoramos nuestra propia condición de
ser humanos; al tratar a otra persona como humano, estoy siendo humano. Esto
que puede parecer obvio, lamentablemente, nos apuramos a convertirlo en
acciones específicas que nos permiten fácilmente volver a perder el sentido de
que simplemente se trata de entendernos, aceptarnos, reconocernos, valorarnos y
con vivir.

Aun frente
a los desequilibrios naturales entre quien en un momento procura libertad o
igualdad o cualquier otro valor o cosa, estar atentos/as a que es otra persona,
como yo, quien está en esa acción y acompañar, apoyar, manifestar y respetar,
como quisiera que suceda hacia mí. Muchas distorsiones del funcionamiento
humano complican hacerlo, pero retomar ese marco, esa esencia es lo que
finalmente permite captar el movimiento de unos y otras en cada circunstancia y
procurar que al final de cada situación, como cuando la familia funciona bien,
no se trate de quién tiene la razón, o quién está bien o mal, o quién lo dijo o
quién empezó, sino de que todos/as somos parte de lo mismo y seguiremos allí,
transitando a otro momento juntos/as.

Ese,
precisamente, es el sello distintivo de lo que vivimos en familia, versus lo
que vivimos en otros espacios sociales. Mientras que en una asociación,
trabajo, deporte, fiesta, escuela o chat puedes en algún momento resolver una
diferencia yéndote o sacando a alguien del grupo, en la familia el nexo estará
siempre allí; no hay forma de dejar de pertenecer; y ganar o perder no es el
punto, la unión lo es.

————————————————–
*Jorge Valladares
Sánchez

Papá, Ciudadano, Consultor.
Representante de Nosotrxs en Yucatán.
Doctor en Derechos Humanos.
Doctor en Ciencias Sociales.
Psicólogo y Abogado

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