Cuentan los que saben contar cuentos y narrar realidades que en uno de esos pueblos bellos y blancos blancos blancos, blancos como la pureza y la verdad, un niño preguntó. Preguntó a su abuelo por qué siempre decía que él había estado allí. El niño tenía siete años, pocos para los noventa faltaban al abuelo..
“Lo digo porque aquella vez aquello fue. Real y honesto. Pasó, y yo estuve allí. Toreó José Tomàs en Algeciras, en Las Palomas. Toreó una tarde de las últimas de junio. Toreó en albahaca y toreo, canela y arte, romero y valor. Subimos la escalinata despacio, con fe, con calor, con fervor. Con ilusión…
Y la tarde fue! Más perfecta no pudo existir.. el príncipe de Galapagar enamoró. Conquistó y de sabor llenó una plaza llena llena llena, nunca estuvo tan llena. Ole y ole en cada piel, y en cada mirar un aplauso. Y toreó con Perera, que escribió romances de esencia en faenas de gran hondura.. y hubo indulto. Y hubo alma..
Por eso lo digo: fue, estuve allí, estuvimos allí, mi querido nieto, tú también, ya tu madre te estaba aguardando y aún no lo sabía. Aquella tarde fue mucho, tanto, todo. Fue verde y fue blanca, fue bonito bonito bonito. Fue un mano a mano de ensueño hecho leyenda por el sueño de alguien con entrega y afición…
Fue magia! Y estuvimos allí!”
Y quería contarlo en un cuento, porque esa tarde será en el tiempo leyenda y viviré y viviré para hablar de ella
A Lances de Futuro, por tanto
A José Tomás
A Miguel Ángel Perera
A mi hermana y a la cuadrilla de tomasistas donde me sentí una más
A Luisito
A mi confidente divo y divino
A mi flamenco
A Camaròn de la Isla
