La revista peninsular
Durante la pasada campaña electoral por la presidencia de Estados Unidos, la frase “grab them by the pussy” resonó en todo el mundo después de que se publicara un video en el que se veía a Donald Trump hacer comentarios misóginos afirmando que las mujeres dejaban que las manoseara por ser famoso.
Esto no le impidió ser presidente de los Estados Unidos.
Durante su campaña y administración siempre difundió un discurso lascivo contra los hispanos, que empezó con la idea de un muro fronterizo, y actualmente está materializada en la imagen de niños enjaulados separados de sus padres.
Esto tampoco le ha impedido ser presidente.
A principios del 2018, Trump figuro en medios internacionales por referirse a países africanos y latinoamericanos como “shithole countries”. Las declaraciones fueron reforzadas por figuras cercanas al presidente norteamericano como su ex abogado, Michael Cohen, y la consultora, Omarosa. Estas expresiones confirmaron que Donald Trump considera países inferiores a los que no están conformados principalmente por gente blanca.
Este evidente racismo no le impidió continuar en la presidencia.
Desde su campaña, Donald Trump, afrontó señalamientos por conflicto de intereses con el gobierno ruso. Estos señalamientos se formalizaron con una investigación de dos años llevada a cabo por el fiscal Robert Mueller, que resultaron en acusaciones legales contra más de treinta personas. Se comprobó que Rusia interfirió en las elecciones estadounidenses a favor de Trump, pero no se encontró suficiente evidencia para probar que él hubiera participado en esto. Para aclarar esta conclusión, Mueller declaró que esto no significa que Donald Trump sea inocente, solo que no se logró encontrar suficiente evidencia para vincularlo.
Estas acusaciones de traición a su soberanía tampoco le impidieron mantenerse en la presidencia.
Recientemente se enfrió una intensa guerra comercial entablada entre Estados Unidos y China, propiciada por Donald Trump. La injustificada imposición de aranceles a productos chinos desató una costosa justa comercial entre ambas naciones, que amenazó la estabilidad económica de todo el mundo.
Este desplante tampoco le costó la presidencia a Trump.
Lo que no sucedió con estos escándalos, (ni con los de fraude, infidelidad, corrupción, acoso…) si sucedió esta semana gracias a un informante anónimo que acuso al presidente Donald Trump de pedirle a otra nación que interfiera en el proceso electoral estadounidense.
A finales de julio de este año, el presidente Trump sostuvo una llamada telefónica de treinta minutos con su homólogo ucraniano, Volodymyr Zelensky, y lo amenazó con retirar millones de dólares en apoyos militares a menos que investigaran al hijo de uno de los punteros presidenciales de cara a 2020, el demócrata Joe Biden, quien trabaja como consejero en una empresa energética en Ucrania.
Dicho de una manera más técnica, el presidente de los Estados Unidos de América dispuso de apoyos internacionales, asignados y aprobados por el Congreso de su país, para favorecer sus intereses personales, coaccionando a la nación soberana de Ucrania a interferir en las elecciones democráticas estadounidenses.
Así, la oposición política en Estados Unidos consiguió el fundamento suficiente para sustentar una acción real en contra de la administración Trump.
El pasado martes, la titular de la Cámara de Representantes de nuestros vecinos del norte, Nancy Pelosi, hizo el anuncio histórico del inicio de las investigaciones previas para sustentar un juicio de destitución en contra del presidente. Lamentó que Donald Trump haya incurrido en actos de traición a la soberanía, y refrendó que nadie está por encima de la ley.
De comprobarse que hay indicios de un hecho delictivo, le corresponderá al Senado entablar el juicio correspondiente contra el representante del ejecutivo; y acá es donde toma relevancia un personaje clave en la política estadounidense, el senador republicano Mitch McConnell, quien es líder del Senado.
McConnell ha forjado su liderazgo gracias a su mano dura, y porque ha sabido asumir y procurar los valores e intereses más controversiales del partido Republicano. Es considerado por muchos como el gran villano de la democracia norteamericana, pues ha destinado su liderazgo a solapar las acciones de Trump, y ha ahogado múltiples proyectos legislativos encaminados a defender los intereses nacionales sobre las pretensiones del presidente.
Si bien, es histórica la postura del Congreso, dependerá del Senado que se le separe o no del cargo a Donald Trump, y a pesar de su indignante actuar, que el Senado vote a favor del “impeachment” es un escenario complicado.
Para que voten a favor de la destitución, sería necesario que el costo político respecto a los ciudadanos que los senadores habrían de resentir por defender al presidente, sea mayor al costo político que implica ir en contra de su bancada; y eso dependerá de la investigación y conclusiones que logre presentar el Congreso, ya que estas tienen el poder de persuadir a la opinión pública.
Después de años de una política disruptiva y poco ortodoxa, es ahora que los poderes emprenden acciones concretas para hacer valer la ley en Estados Unidos; sin embargo, si algo ha demostrado Donald Trump es que sabe crecer con la controversia, y mediante ésta se afianza en su base electoral.
Este caso tiene el potencial para culminar en la destitución del presidente Trump y convertirse en el primer presidente en ser removido de su cargo en la historia estadounidense, pero también tiene el potencial de asegurarle cuatro años más en el poder.
¿Cómo? De la misma manera en que se ha mantenido en la presidencia a pesar de las crisis mediáticas, portando con orgullo su irreverencia populista.
