Construyendo, por: Raúl Asís Monforte González.
En algún momento del año pasado, sostuve una video llamada con el Vicepresidente de Desarrollo de nuevos
negocios de una pequeña gran empresa ubicada en el estado de California en los Estados Unidos, que se dedica a
ofrecer a otras empresas, soluciones de almacenamiento y gestión inteligente de los recursos energéticos. Mi
intención era explorar las posibilidades de ofrecer con mi empresa, esos mismos servicios en México, mediante un
acuerdo de colaboración, representación o distribución, apoyándome en el formidable desarrollo tecnológico que
ellos han alcanzado. La empatía entre nosotros, y descubrir que compartíamos una similar visión de futuro, además
de coincidir en la apreciación holística y sistémica del sector energético en su conjunto, contribuyó a que surgiera
un genuino interés de llegar a acuerdos importantes, que continuaríamos discutiendo en las siguientes semanas.
En nuestra siguiente llamada un mes más adelante, recibí la noticia de que esta compañía había sido adquirida por
una gigantesca corporación global del sector energético.
Desde los inicios del siglo XX, cuando se desarrollaron tecnologías como el despliegue de los sistemas de
generación, transmisión y distribución de la electricidad, los sistemas de telefonía, la radio y la televisión, los
automóviles y aeroplanos, se volvió posible también el nacimiento de un paradigma de la producción industrial: La
economía de escala, un término ampliamente conocido, que se refiere a la relación inversamente proporcional que
existe entre el tamaño de la planta productiva, y el precio unitario del producto o servicio que se obtiene. Además
de reducciones en el precio, la tendencia de las empresas a convertirse en grandes corporaciones globales, les
otorgaba otras ventajas, como por ejemplo establecer barreras casi infranqueables para la entrada de nuevos
competidores, y otros beneficios.
Pero hoy, de acuerdo con un artículo publicado recientemente por investigadores del MIT, existe una gran cantidad
de nuevos negocios de base tecnológica, altamente desarrollada y avanzada, que están socavando las ventajas
tradicionales de las economías de escala, aunque también afirma que las grandes transnacionales, aún cuentan con
un amplio repertorio de fortalezas que pueden explotar, si se mueven rápidamente.
El paradigma ha cambiado, y al menos por lo que resta de este siglo, se fortalecerá cada vez más el valor de las
economías de la reducción (o disminución) de la escala. Con el nacimiento del siglo XXI, empezó a florecer una
nueva serie de tecnologías, como los dispositivos portátiles de “telefonía” inteligentes, hito que marcó el iPhone
con su aparición en 2007, la aparición de las redes sociales, la computación en la nube, y otras, a las que ahora se
está añadiendo la inteligencia artificial (IA).
Muchos expertos coinciden en que la IA es como la electricidad de este siglo, es la tecnología que dará energía a
todo lo que conocemos. Con la IA es posible suplantar la ventaja competitiva que supone la producción y el
mercadeo en masa, ya que ésta puede aprender todo acerca de los individuos, y automática e instantáneamente,
diseñar y entregar un producto exactamente ajustado y dimensionado a sus necesidades. Ese es el modo en que
una App como Waze, puede proporcionarte una ruta específica para llegar a tu destino, en un instante preciso del
tiempo. Esa solución que te proporciona esta plataforma, es única e irrepetible, está hecha para ti y no le sirve a
nadie más, además de que está hecha precisamente para ese justo momento y no para otro. Ningún mapa
diseñado, fabricado y producido en serie podría brindarte ese grado de especialización y detalle tan personalizado.
Eso es precisamente lo que sucede con la empresa de energía cuyo ejemplo señalé antes, la inteligencia artificial
permite que en combinación con el adecuado sistema de baterías, pueda gestionarse de manera impecable, casi
perfecta, la generación, utilización, mantenimiento e incluso hasta el intercambio o la comercialización de los
recursos energéticos de un cliente, con una solución perfectamente moldeada a la medida de sus necesidades en
cada instante del tiempo. Entre otras muchas ventajas que estos sistemas proporcionan, está una resiliencia jamás
antes alcanzada.
En este caso, la gran corporación que la adquirió, supo darse cuenta de ese valor, comprendió que el paradigma
de la economía de escala ya está perdiendo vigencia, y optó por usar su poderío para adquirir lo que no pudo crear
desde adentro, reinventándose o creando un departamento que se ocupe del tema.
Estoy seguro que continuaremos atestiguando esta tendencia, en la cual el tamaño importa y mucho, pero a la
inversa. Mercados como el energético, serán cada vez más, gestionados a una escala mucho más pequeña,
descentralizada, distribuida, atendiendo necesidades puntuales y singulares. El desarrollo acelerado y la
convergencia de varias tecnologías, permitirá que con empresas menos pesadas y burocráticas, más ágiles y
delgadas, se pueda acceder a flujos de ingresos masivos en tanto los mercados responden a estas transformaciones
que ya están en marcha.
A lo largo de esta columna, utilicé entre muchas otras, tres palabras: resiliencia, empatía y holística. Estoy seguro
que todos quienes me han hecho el favor de leerla, las entendieron perfectamente, gracias a que son personas
muy inteligentes. Si alguien no las entiende, ni habiendo asistido a una reunión del G20, tiene un gran problema,
uno muy grave.
Raúl Asís Monforte González
© Copyright 2020. Raúl Asís Monforte González. Todos los derechos reservados.
Mérida, Yucatán a 12 de diciembre de 2020
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