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Ineptitud o incapacidad

José Francisco Lopez Vargas
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Claroscuro, por: Francisco López Vargas.

Quienes se obsesionan con el cargo siempre me han parecido que son los que menos deben ostentarlo.

Hablar de políticos necesariamente pasa por aquellos que creyeron, algunos lo creen aún, que ellos son la representación de la inteligencia y justicia por el simple hecho de que los ciudadanos le dieron la confianza para llegar al cargo. Sin tener el cargo no merecen respeto, teniéndolo sólo piensan en cómo imponerlo.

Andrés Manuel López Obrador es un claro ejemplo de la obsesión por el poder y resultados, por decir lo menos, mediocres, insuficientes.

Sigo pensando que quien no quiere ser candidato debe serlo. Quien no quiere el poder ese será quien sepa qué hacer con él, pero en esta afirmación también hay excepciones muy lamentables. No creo que gobernar sea fácil, un asunto de sentido común.

Es muy difícil trabajar cuando una sociedad es tan heterogenea y más difícil cuando la autoridad no está siquiera interesada en ver su entorno, en escuchar a sus gobernados, a esos que le dieron el poder que hoy ostenta.

El actual presidente vaya que trató hasta en tres ocasiones ser presidente de la República. Su obsesión era obvia aunque hay quienes dicen que lo hacía para no ganar porque no sabría qué hacer con ese poder. Esa percepción pareciera que no estaba equivocada.

En este México nuestro, los años de la fundación de la política poco ha evolucionado. Se quitaron a unos para ponerse otros, pero los intereses y las actitudes siguen siendo la misma: ahora somos el poder, somos el gobierno y pretenden vivir de él y ese paso por la vida pública convertirlo como patrimonio, como capital político, como garantía de que saben qué hacer, cómo servir…

Por desgracia, los partidos políticos usan como referencia lo que hemos vivido como país con gobiernos tricolores, pero no han sabido improvisar, voltear a ver experiencias de otros países y prefieren sumirse en “usos y costumbres” que ya han dado de sí y a ratos no funcionan, no resuelven, no sirven.

En los meses que falta para que empiece el proceso electoral de 2021 en septiembre próximo, los partidos políticos parecieran que no encuentran argumentos para enfrentar a un gobierno que ellos son responsables de haberlo llevado al poder. Así, impávidos, el presidente se fortalece mientras no surge un personaje con la calidad moral suficiente para encararlo, para exigirle resultados, para demandarle que esos argumentos que esgrimió en 18 años de campaña sean una realidad y acrediten que él si sabe y que sí es diferente a quienes cruzaron la banda presidencial en su pecho.
En Yucatán habrá elecciones en 2021 y algunos aspirantes a la alcaldía de Mérida, la joya de la corona, quieren alcanzarla no porque sean capaces, no porque tengan proyecto, no porque tengan una propuesta sino porque tienen 20 años de trabajo y ya se la merecen y quien se oponga lo aplastan porque “para eso tenemos gobernador”. Pobres, creen que el poder son ellos.

En Campeche se renueva desde ayuntamientos hasta el gobierno local pasando por el Congreso y las concurrentes elecciones federales. Ahí, donde los piratas hacían su nido, los modernos piratas aspiran a gobernar para seguir con el saqueo, con el reparto de riquezas que no se quedan en la entidad, que no sirven para generar empleos, empresas y economía sino para generar patrimonio, ese que no pueden exhibir porque todos saben de dónde viene.

En el país, se renueva el Congreso y veremos si priistas, panistas, perredistas han entendido y se alían contra el enemigo común, o sólo se plegarán al poderoso en turno como han sabido hacerlo por sexenios.

Hoy la necesidad es que el Congreso sea opositor, que el presidente no pueda seguir desmantelando al país que recibió harto de quienes se quejaban de diputados levantadedos, de diputados que más ven por el beneficio y bienestar de quien los postula que de quien vota por ellos.

El reto será que en los comicios que vengan la sociedad entienda que no nos sirve a nadie un presidente fuerte, un gobernador que sea de piel sensible, el funcionario que exceda sus facultades porque se enamoró del presupuesto, porque “puedo ser buen rico”.

A los mexicanos nos interesa una sociedad fuerte que pueda gritar, que pueda señalar, que pueda inconformarse y sea tan fuerte que quienes se eligen para ser autoridades no puedan escurrir el bulto, no puedan voltear para otro lado, no puedan dejar de atender.

Que no se repita lo que hoy vemos: sordera e impasibilidad ante el sufrimiento de mujeres que asesinan, de niños que se mueren por cáncer, de niñas que desaparecen y regresan a sus padres en bolsas, en pedazos.

No, seamos una sociedad fuerte y no, nunca deseemos un presidente, o un gobernador fuerte. Esos luego no escuchan, no atienden, no cumplen. No, de esos no queremos más.

José Francisco Lopez Vargas
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