La plataforma de streaming Netflix lanzó recientemente la serie documental Juan Gabriel: Debo, puedo y quiero (2025), que ofrece una mirada profunda y reveladora sobre la vida de Juan Gabriel, nombre artístico de Alberto Aguilera Valadez. Según la ficha oficial, se trata de “videos personales e entrevistas inéditas [que] muestran la genialidad, los sacrificios y la dualidad entre la vida pública y privada del icónico cantante y compositor”.
Dirigida por María José Cuevas, la obra recorre múltiples facetas del artista: su ascenso desde la pobreza hasta la fama, su relación con la música popular y sus compromisos familiares, así como los claroscuros que marcaron su existencia. Según la cineasta, “un personaje no es negro y blanco… hay muchos matices como cualquier ser humano”.
El documental expone un archivo sin precedentes: más de 30.000 fotografías, 2.268 cintas y casi medio millón de archivos de audio proporcionados por la familia del cantautor. Este corpus permite mostrar los momentos más íntimos de Aguilera Valadez —desde su niñez y adolescencia hasta su éxito internacional— sin dejar de lado las controversias y retos que enfrentó.
Uno de los puntos culminantes de la serie es el concierto que dio en el Palacio de Bellas Artes de Ciudad de México el 9 de mayo de 1990. Este espectáculo marcó, según Cuevas, que “era el último escenario que le faltaba conquistar”. En aquel momento, la presentación fue calificada por algunos medios como un “sacrilegio” o un evento “anticultural”, ya que se consideraba que el intérprete, famoso en el ámbito de la música popular, no pertenecía al recinto de la alta cultura.
Además de mostrar los grandes éxitos y la música que lo consagraron, la serie aborda su vida privada: la relación con su madre, la figura de sus hijos —especialmente Iván Aguilera como heredero del legado—, así como amistades, representantes y episodios menos conocidos de su carrera. Según Cuevas, “para entender la grandeza de Juan Gabriel había que voltear la cámara al personaje privado”.
La producción no busca construir un ídolo impoluto: también presenta a un artista con humor cambiante, impaciencia y contradicciones, un ser humano detrás del escenario. La directora enfatiza que “Alberto Aguilera creó a Juan Gabriel para echarle la bolita. Alberto es el niño abandonado… pero él prefería de alguna manera quedarse tras bambalinas y pasarle esa batuta a Juan Gabriel”.
En suma, esta serie documental no sólo rinde tributo a un músico emblemático, sino que enfatiza su dimensión humana, sus logros, sus batallas y su legado. A nueve años de su fallecimiento, Juan Gabriel sigue generando interés, y con esta obra se abre la posibilidad de conocerlo desde una nueva óptica.
