Cultura, por: Francisco Solís Peón.
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Fb: Pancho Cachondo Solís Peón
“A los cientos de miles de mexicanos de México Libre que fueron violentados en sus derechos políticos”
Son tiempos aciagos no solo por la pandemia y las crisis económicas sino también por la erosión de las instituciones que se construyeron por décadas a través de innumerables sacrificios.
En LA JORNADA DE UN INTERVENTOR ELECTORAL hay una buena muestra de todas esas pequeñas miserias y ruindades que tanto rechazo provocan, pero que a la vez son el pan nuestro de cada día. Amerigo Ormea ha sido designado interventor por su partido, el Comunista, en una mesa electoral situada en el Cottolengo de Turín, una inmensa institución benéfica regentada por religiosas y que acoge desde huérfanos a deficientes de todo grado y condición.
El problema para Amerigo, que independientemente de ideologías y ubicación del colegio, pretende pasar una jornada tranquila y apacible, llega cuando las religiosas, con el obvio apoyo de los partidos de derechas, empiezan a llevar a las urnas a decenas de asilados que, debido a sus deficiencias mentales, no están en condiciones de emitir un voto ecuánime y ponderado. Se inicia entonces una lucha por determinar si tal o cual votante es consciente de lo que hace o no, situación que llega al clímax cuando la mesa de Amerigo es destacada para que los asilados que no pueden moverse de sus camas puedan ejercer su derecho al voto, la procesión inicia entonces un recorrido patético por el Cottolengo en el que se suceden y alternan las visitas a monjas ancianas y auténticos vegetales sin entendimiento.
Pero podemos ir más allá de las particularidades descritas en la novela, publicada en 1963 todavía alberga la leve pero real esperanza de la utopía armada o pacífica, sin embargo, Calvino nunca imaginó un escenario donde la erosión de la democracia viniese desde las más altas esferas desde arriba, con el más brutal de los cinismos.
Resulta por demás interesante y muy ilustrativa de los totalitarismos del siglo pasado, la reflexión del autor de cómo la escenografía del autoritarismo hace por momentos a la democracia como un régimen aburrido, las boletas plumas urnas y mesas de votación palidecen frente a los símbolos rimbombantes, ya sean águilas doradas u hoces y martillos, frente a las estatuas, monumentos, desfiles y grandes concentraciones de masas que no cuestionan su propia presencia; el símbolo antes que todo.
Para Calvino era impensable que el sabotaje de la esencia de la democracia llegara precisamente de quienes fueron electos en las urnas, a diferencia de los nazis o fascistas que llegaron al poder de esa forma pero que consideraban a las elecciones como un trámite inútil, la nueva cara del totalitarismo tiene un discurso de respeto por los procesos electorales al mismo tiempo que se adueñan de todos los centros de decisión de la vida nacional, hasta que llegue el momento en que sean imbatibles y las elecciones se conviertan en un mero trámite.
A un paso del absurdo de la cotidianeidad, “La jornada de un interventor electoral”, junto con “La especulación inmobiliaria” y “La nube de smog” conforman la excelsa trilogía de la amargura que se renueva con el paso de los días. Deja una profunda melancolía ¡Sí! Pero es también tiempo de pensar en la solución.
Como diría Charles Chaplin: “Nada es para siempre, ni siquiera nuestros problemas”.