La Revista

Juventud, divino tesoro

Marco Cortez Navarrete
Marco Cortez Navarrete
Sígueme en redes sociales:

MEMORIAS II

Por Marco Antonio Cortez Navarrete

En mi artículo anterior hablé de mi niñez, ahora platicaré un poco de mi adolescencia y mi juventud. Les decía que al retornar mi padre a Yucatán retomó lo que mejor supo hacer: comercio.

Fue en esta etapa, (tenia entre 9 y 14 años) cuando mi papá me reveló mi herencia: aprender a trabajar. A los 9 años de edad, don Filiberto (mi progenitor) me enseñó a comprar mercancía para su negocio de miscelánea y abarrotes.

En este ámbito conocí a casi todos los mayoristas: Nicolás Madahuar, Javier Gutiérrez, Hernán Berny Castellanos, y muchos más dedicados a infinidad de productos; carnes frías, chocolates, dulces, etcétera.

Para comprar utilizaba diversos medios. Primero, el transporte público (los autobuses paraban en los portales de granos) los abordaba siempre por la puerta de atrás por las cajas de mercancía que llevaba al negocio.

Más adelante, alquilaba un triciclo (del panadero de la colonia) para transportar 4 ó 5 sacos de azúcar o polejía (cada uno de 50 kilos) 6 sacos de salvadillo que pesaban menos: 20 kilos. Pedaleaba sorteando los eternos baches y muchas veces bajo la lluvia o los rayos del sol.

Cuando cumplí 13 años, la mercancía iba sobre una carreta de madera jalada por un caballo o mula (se ubicaban al final de la calle ancha del bazar con calle 54. Además de los productos, sobre todos estos, un servidor como la fresa del pastel.

No fue fácil, el animal y su jinete transportaba hasta 10 sacos de maíz y de frijol además de cajas con diversidad de productos enlatados. Solo escuchaba el tronar de las dos enormes ruedas de madera que fragmentaban las piedras a su paso.

Yo feliz, encima de la carreta, veía el panorama urbano saboreando mi refresco y una rica torta de mortadela roja y el queso deysi que, con mis economías compraba con “Magaña”, distribuidor de carnes frías en la Calle Ancha del Bazar, o en ocasiones, antes de todo me echaba mi rico coctel de camarones y caracoles en la coctelería Soberanis, a un costado de la plaza grande.

En mis horas libres de la escuela y el comercio, en mis cuadernos de la escuela —especialmente de matemáticas— dibujaba personajes ficticios o los copiaba de los cómics que coleccionaba de los personajes de Marvel, hoy todo un fenómeno del cine. También creaba mis propias ligas de béisbol y de fútbol con personajes imaginarios y materializados en los cuadernos Scribe, incluso creando historíales y estadísticas.

Es así como llegó mi juventud no sin antes pasar por etapas complejas y difíciles ya que el negocio de mi papá estaba en el popular barrio de Xcalachen (en aquella época olvidado hasta por Dios). Predominaban las bandas, y las drogas pero también el deporte en la Villa Palmira. De alguna manera les caía bien a los chavos del rumbo, no se por qué, quienes no tan solo me apreciaban y respetaban sino que me cuidaban y protegían.

En ese lugar jugué fútbol, tenis, sóftbol y corría como venado hasta tres horas sin parar. Tuve el honor de ser técnico de un equipo de futbol amateur “Liverpool” que llegó a competir con la Modelo, los Venados del CUM, del Rastro, la Garcia Gineres y la Ermita de Santa Isabel, con quienes había una rivalidad que hoy es historia llena de anécdotas.

Finalmente llegó la preparatoria que inicié en la Uno de la UADY pero termine en la “Eloísa Patrón de Rosado” en San Juan. Debo recordar también que como estudiante de nivel medio superior fui testigo de hechos históricos como cuando una administración del gobierno estatal trató de apoderarse de la universidad, incluso recurriendo a balazos cuyos impactos durante mucho tiempo permanecieron como testigos del atentado en las paredes del tercer piso que da sobre la calle 60 frente al teatro José Peón Contreras.

Toda la comunidad universitaria (académica, estudiantil y trabajadores administrativos y manuales) formaron un frente común que evitó la injerencia del gobierno estatal a la casa de estudios con el fin de convertirla en una dependencia más y nombrar al rector desde la titularidad del ejecutivo.

Todo esto tuvo una respuesta histórica en 1984 cuando siendo rector Alvaro J. Mimenza Cuevas y gobernador D. Víctor Manuel Cervera Pacheco, la institución obtuvo su autonomía de derecho y con esto la plena libertad para el ejercicio de cátedra así como la implementación de los programas educativos y uso de los recursos con la debida auditoría de despechos especializados y organismos estatales y federales.

Ahora ¿como llegue a los medios de comunicación?. Esta historia será contada en el próximo artículo. Solo diré que todo comenzó un mes de marzo de 1979….(continuará)

Marco Cortez Navarrete
Marco Cortez Navarrete
Sígueme en redes sociales:

No quedes sin leer...

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

- Advertisement -spot_img
- Advertisement -spot_img

Lo último