Claroscuro, por: Francisco López Vargas.
Los senadores de la República de Morena armaron una
sesión sin oposición, sin apoyo legislativo de la Cámara, sin quorum y fueron
capaces de falsificar votaciones solo para darle gusto al presidente.
Después de reunirse con López Obrador en Palacio de
Gobierno y de que el coordinador de Morena en el Senado, Ricardo Monreal Ávila,
se tomará la foto muy sonriente luego de incluirlo entre las corcholatas que
serían competidoras ofíciales a la candidatura presidencial por Morena, los
senadores se dieron gusto con las validaciones de 20 propuestas de ley que
recibieron de la Cámara de Diputados y en los hechos renunciaron a su
atribución de ser Cámara Revisora y sin leerlas, dictaminarlas y menos
negociarlas con la oposición, dieron luz verde a la desaparición del Insabi, de
Financiera Rural y a la ley 3 de 3 que impide que violentadores de mujeres
puedan tener cargos públicos.
La senadora yucateca Verónica Camino Farjat fue
protagonista activa de la farsa al tratar de validar los votos y, cómo si
supiera sumar, intento cuadrarlos para hacer valer la mayoría, sin lograrlo.
Quienes permitieron y consintieron la ilegalidad
deberán responder ante una sociedad que los ha visto alejarse de la democracia,
revertir leyes que llevaron años de discusión y diseño institucional con el
acuerdo de todos los partidos y llegaron al extremo de hacer votar en ausencia
a legisladores que no estaban en el recinto ni siquiera vía remota porque se
encontraban de comisión en Europa.
En el atropello no respetaron las formas, las
ausencias, las opiniones de otros, ni el rigor parlamentario que le da validez
a sus decisiones violando el debido proceso legislativo lo que hará inválidas
las resoluciones ante la Suprema Corte de Justicia.
Lo que se vivió el viernes en la Cámara de Senadores
teníamos 25 años de no verlo en un órgano legislativo, cuando ni en los peores
tiempos del PRI se llegó al descaro de sesionar a escondidas y sin convocar a
los demás partidos y sus senadores.
Lo peor es presagio que augura tiempos violentos y
elecciones en la que el fraude y la violencia sería inocente descartar
precisamente porque el respeto a la legalidad se aparta a lo que se fue
construyendo a golpes de presión desde el fraude electoral de 1988 y llevó a la
construcción de una transición política que forzó al régimen a abrirse a la
sociedad y aceptar órganos autónomos que servían de equilibrio para los
ciudadanos.
López Obrador ganó por el hartazgo de la sociedad para
un poder absoluto que detentaban los presidentes anteriores y para ello se
mimetizó en el discurso a cada auditorio que, hartos del saqueo, de la
prepotencia y la imposición, optar por un personaje que les vendió que él era
diferente y sería todo lo contrario a quienes lo antecedieron.
La sociedad le dio su apoyo harta del gobierno de Peña
Nieto por corrupto y de los de Fox y Calderón que se abrieron a la negociación
política y optaron por una transición pacífica en la que prevaleciera el
diálogo y la negociación: ceder ganando, decían.
Hoy, López Obrador rompió todos sus promesas mintió en
cada mañanera hasta 70 veces en promedio; robó al grado de que $15 mil millones
saqueado a Segalmex sigue sin cobrar responsables; dijo que el provecho
familiar se acabaría y su hijo usó su influencia para darle contratos a
empresas americanas a las que les cobró el favor haciéndose millonario, los
otros fundaron empresas que nadie sabe de dónde salieron, y todos ellos se
enriquecieron al calor del poder; construyó una refinería que no refina y ya
triplicó su costo y tiempo de construcción; violó todos los procesos de ingeniería
para construir sus ferrocarriles: el tren maya que depreda y saquea las
reservas de la biosfera de Siaan Ka´an y Calakmul que destruye a su paso y que
elevó su presupuesto hasta diez veces de lo programado y ha cambiado el
trayecto a voluntad.
Los que presumían respeto a la Constitución, de su
doctorado en derecho constitucional, en apertura a la oposición, tuvo que
admitir que lo rebasaba el avasallamiento presidencial y terminó por sucumbir
ante una mayoría deseosa de cargos públicos y candidaturas cuando el proceso
electoral empieza, todos ellos tratando de congraciarse con el gran elector.
Poco había mejorado en 25 años y hoy el retroceso nos lleva al México de los
60´s de tan triste memoria.
Las violaciones al proceso legislativo cobrarán su
factura al senado, a los diputados, algo así como un fracaso que terminará por
exhibirlos cuando la Corte las invalide por la premura, por las violaciones y
por la inconstitucionalidad de varias de ellas.
Mientras eso sucede, Monreal jura lealtad a López
Obrador y empieza el suplicio de la autoflagelación con tal de lograr el perdón
de su mesías, ese que decía no mentía, no traicionaba y no robaba y se escudaba
en un código de ética de Alfonso Reyes que jamás pensó respetar.
En el Sureste, mientras Vila se regodea en las
mañaneras presumiendo el Yucatán que dice ha construido con el apoyo
presidencial. En Campeche, Layda Sansores se esconde y sigue presumiendo el
apoyo de un presidente que, indiferente, deja que la entidad se sumerja en la
mediocridad más ofensiva, similar a la de Zacatecas, Tamaulipas, Oaxaca,
Veracruz o Michoacán, sin la violencia exacerbada pero con la pobreza y el
desempleo creciendo igual que la inseguridad. Así gobierna Morena mientras como
país, retrocedemos y hasta a nuestros socios comerciales ofendemos cambiando
las leyes que consolidaron el tratado de libre comercio.
La 4T mientras se convierte en el gobierno de la
muerte al negarle salud, medicamentos, seguridad y atención médica a esos
mexicanos que la vieron como su última esperanza. Y lo que nos falta…