La pequeña tenía nueve años. Y observaba con atenciòn. Todo. Observaba mucho. Resultaba que su hermano adolescente padecía una cruel enfermedad. En la casa rezaban mucho por él, y procuraban que se mantuviera alegre.
Aquella semana reflexionaba sobre la amistad.
Los amigos del chiquillo acudían a menudo a la casa a estar con él. Le leían cuentos y jugaban a cosas divertidas. Cada semana le obsequiaban un libro o algo bonito. Jamás le olvidaban y se notaba que le querían mucho. Les fascinaba pasar tiempo juntos!
Eran amigos de verdad!
La niña se fijaba en el facebook y el twitter de su madre, en todos sus contactos. Había una mujer que marcaba “me gusta” en todo, que conversaba con gente que ni conocía a cada rato, que piropeaba con falsedad evidente. No iba a visitar al pequeño, eso la aburría…
No era amiga de verdad!
El perro de los niños siempre les lamía con gran afecto, y se ponía tristòn si ellos estaban tristes. Era amigo! La fidelidad. El estar. El saber estar… El entender a la otra persona y ayudarla en su mal momento y divertirse con ella en el bueno… La verdad…
Eso era la amistad de verdad!
Dedicado a Sandra de la Rosa, amiga, una cosa que escribiste ayer inspirò este cuento
Dedicado a la gente que llega a cada vida para enriquecerla y embellecerla
Dedicado a Luis Carrasco. A Lourdes y Carlos