La Revista

La angustiante fragilidad del amor

Aída López Sosa
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Por: Aída María López Sosa.

En el amor hay siempre algo de
locura, pero también hay siempre en la locura algo de razón. 
Friedrich
Nietzsche

El
amor es descrito como uno de los misterios más grandes de la vida, imposible formular
una hipótesis, salvo la que cada quien puede planteare con base en su
experiencia. Es un tema popular que ha sido cuestionado por varios pensadores
tanto clásicos como contemporáneos, motivándolos a la reflexión y a plasmar
mediante sus ideas, la concepción que tienen del amor con relación al mundo. Las
relaciones actuales tienden a moverse en el terreno de la satisfacción que
brinda el hoy, incluso, se le relaciona con la sexualidad. El “amor platónico” atribuido
al filósofo griego Platón, quien elaboró una teoría del amor a través del mundo de
las ideas en El Banquete. Por medio
de diálogos que debaten las distintas posturas llegan a reflexiones que son
piedra angular en las disertaciones actuales. El amor es impetuoso e impulsa al
hombre para alcanzar el bien a través de la belleza del cuerpo y el alma.

Vivimos en una sociedad liquida diría el
filósofo polaco Zygmunt Bauman, en una sociedad donde somos
líquidos tanto en la universalidad del mundo como en la particularidad de la
vida. En su libro Amor Líquido, desprende
un aspecto mucho más intimido particular y complejo de la vida humana: el amor.
Para el autor vivimos actualmente una transformación en relación a como se ha
entendido el mundo y como las relaciones humanas han funcionado. En la
actualidad el mundo gira más rápido, sin tregua, con breves momentos para la
verdadera reflexión. Lo anterior ha traído como consecuencia que las relaciones
sean igual: fugaces y pasajeras. En su libro el autor cumple con la promesa de
desentrañar y registrar esa extraña fragilidad de los vínculos humanos. La
inseguridad es un elemento esencial y clave para entender la flaqueza humana, los
deseos son frágiles y esto los convierte en algo conflictivo, por lo que se
requiera cautela respecto a ellos. La rapidez de la vida ha llevado al hombre a
una de las paradojas más complicadas de su existencia: por una parte ansia,
anhela y desea estrechar lazos, pero por otra necesita mantenerlos flojos para desanudarlos
cuando sea pertinente y necesario.

El hombre moderno líquido, concepto que
usa Bauman para referirse al hombre contemporáneo, está desesperado, se siente
ansioso al sentirse fácilmente descartable y de un momento a otro ser
abandonado a su propia suerte. Está ávido de relacionarse pero a la vez
desconfiado de la condición de “amarrado”, y particularmente de estar
“amarrados” de forma permanente; para no ser drásticos y hablar entonces de una
eternidad. La pregunta sería entonces, ¿A qué le tememos los humanos? ¿Por qué
tanto miedo a entablar una relación perdurable con la idea de que pueda ser
permanente? La condición de “amarrado” puede convertirse en una carga que
genere tensiones en las relaciones y como consecuencia, la desgaste. El hombre
con su vida rápida y horarios establecidos se siente incapaz de sostener una
relación de este tipo, principalmente por las limitaciones que la condición implica,
como la de relacionarse periódicamente con otras personas. Las relaciones del individuo
líquido son una “bendición a medias” oscila entre el cielo y el infierno, entre
un sueño reparador y una pesadilla; lo angustioso es no saber cuándo será el
momento que se pasará de un estado a otro.

Han surgido cada vez con más auge las
parejas abiertas. Dicha modalidad revoluciona lo que históricamente se
consideraba pareja tradicional. Quienes eligen vivir libres argumentan que el
compromiso a largo plazo es una farsa, una trampa. La consecuencia de
comprometerse “más de la cuenta”, atrapa, ya que cierra las posibilidades
amorosas futuras que podrían tenerse al estar “medio disponibles”. Aquellas que
podrían ser más gratificantes y satisfactorias en diversos aspectos. Si se desea
una relación plena e integra, no debe comprometerse ni exigir compromisos, debe
mantenerse con las puertas abiertas de forma permanente. Por cuál modelo se
debe optar: ¿relaciones sostenidas en el tiempo o ligeras como el viento? Esta
pregunta es el reto de cada día, ya que el concepto muta y se transforma por lo
que se dificulta la decisión.

Lo anterior decanta en la aparición de las
relaciones virtuales, que a diferencia de las relaciones a la antigua, parecen
estar hechas a la medida del nuevo estilo de vida. Las relaciones virtuales
prometen dinamismo y ser más gratificantes que las tradicionales, sobre todo,
aparentan ser un espacio más seguro y de fácil acceso y salida. Se consideran
sensatas, higiénicas y manejables. Uno está del otro lado lo que facilita la
relación con alguien con quien no se convive; es más sencillo ser amistoso y
ameno. Si se comparan las relaciones virtuales con las reales, calificada como
pesada, lenta e incluso complicada, se tiene una ventaja: si algo sale mal, se
encuentra otra opción o simplemente alguno se aburre, es fácil darle delete y volver a comenzar; posicionarse
en el punto de partida con tan solo Control+Alt+Suprimir.

Los seres humanos modernos ven hoy más que
nunca los riesgos de vivir junto a alguien pero de igual forma sienten una
angustia por vivir separados. El mundo liquido está en una encrucijada, una
constante crisis de decisión, sin embargo, como sociedad nos hemos ido
adaptando y cada quien en la individualidad navega, prueba y elige lo que más
satisfacción le brinda.

Aída López Sosa
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