Hace mucho tiempo la castañera iniciaba cada uno de noviembre visitando el cementerio.. y entre los jirones de la niebla del amanecer y las flores y las velas rezaba recordando a los suyos… Luego daba la bienvenida al otoño en la cafetería de la plaza, la más hermosa, qué caro era desayunar chocolate con churros! Y qué sabroso! Y después se encaminaba al que sería su punto de venta habitual durante meses y meses: la puerta de entrada de la alameda…
Vendía castañas asadas aderezadas con canela o con azúcar… qué bien olían… su lindo puestecito lucía siempre en rojo y marròn, tan lleno de vida y de sabor a hogar… Tan bonito era ver a los niños con sus cucuruchos de castañas en las manos, jugando con las rodillas desnudas y llenas de recuerdos de caídas pasadas, tan felices… jugando en la tarde que tan temprano se hacía noche… Las parejas de novios en sus primeras semanas, abuelitos tras una larga vida de uniòn y comuniòn… mujeres jòvenes, chiquillos a la vera de sus quince…
La castañera formaba parte de una bella estampa de otoño e invierno…
Hoy la castañera tiene cien años… vive rodeada de amor en su casa, con su familia… gracias a Dios conserva casi intacta su memoria, y cada primero de noviembre pide comer castañas asadas en el postre, y dibuja a sus nietos y bisnietos escenas de su época pasada… En color ocre, amarillo, tradiciòn y cariño!
Dedicado a nuestras costumbres
Dedicado a mi México, alguna vez quiero pasar esta fecha allí
Dedicado a cada persona que vive esta época con alma y sentimiento
Dedicado a mi querido Luis, y a sus hermanos
Dedicado a Charles Dickens, estaba pensando en sus historias cuando escribía esta