La industria del entretenimiento vive uno de sus momentos más decisivos en décadas, con dos colosos —Paramount Skydance y Netflix— compitiendo por el control de Warner Bros. Discovery (WBD), centrando tanto ambiciones económicas como estrategias de poder mediático.
Paramount Skydance lanzó una oferta hostil de 108 400 millones de dólares en efectivo para adquirir la totalidad de WBD: estudios, plataformas de streaming, cadenas tradicionales de televisión —incluyendo señales de cable y noticias—. Esta oferta supera en monto la propuesta de Netflix, la cual estaba dirigida principalmente a los estudios de cine y los activos de streaming de WBD.
Paramount justifica su apuesta argumentando que su propuesta brinda “un valor total más alto, mayor certidumbre, más claridad regulatoria y un futuro pro-Hollywood, pro-consumidor y pro-competencia”. En su visión, conservar WBD como un bloque compacto generaría sinergias que fortalecerían tanto al cine como a la televisión, preservando —según su versión— el ecosistema tradicional de entretenimiento.
Sin embargo, este movimiento no está exento de riesgos: analistas y reguladores advierten que la fusión de dos gigantes mediáticos podría tener efectos anticompetitivos, concentrando en una sola empresa un poder descomunal sobre contenidos, distribución y narrativa mediática.
Por su parte, Netflix prefiere un enfoque distinto: su propuesta se centró en adquirir los estudios, el catálogo de películas y series, y los servicios de streaming, dejando de lado las señales tradicionales de cable. Esa estrategia representa una apuesta más “quirúrgica”, orientada a contenidos modernos y distribución digital, en contraste con la visión más tradicional de Paramount.
La decisión final está en manos de los accionistas de WBD y de las autoridades reguladoras. Si aceptan la oferta de Paramount, el conglomerado resultante podría redefinir el mapa del entretenimiento mundial; si en cambio prevalece el acuerdo con Netflix, el rumbo del cine, las series y el streaming tomará un camino distinto. En cualquier caso, Hollywood —y el público global— están ante un cambio de época.
Este pulso no se trata solo de cifras astronómicas: representa una disputa sobre qué modelo de entretenimiento dominará en los próximos años: uno que apuesta por la integración del cine, la televisión tradicional y el streaming; o uno que apuesta decididamente por lo digital, la fragmentación del contenido y la modernización del consumo audiovisual.


