Idiota -del griego idiotés- utilizado para referirse a quien no se metía en política, preocupado tan sólo en lo suyo, incapaz de ofrecer nada a los demás.
El término -acuñado en la Grecia clásica- nos recuerda el planteamiento básico de Aristóteles quien definió al hombre como un zoon politikón porque entendía que la sobrevivencia de la humanidad sólo se puede garantizar desde la vida comunitaria, social, política.
De tal suerte que el adjetivo para llamar a aquel que no se ocupaba de los asuntos públicos sino sólo de sus intereses privados es “idiota”: alguien incapaz de vivir en comunidad porque no acepta su dimensión social y política.
Hoy danzan idiotas. Está, por ejemplo, el idiota conservador. Podemos imaginarlo como alguien que se cree más allá del bien y del mal, por encima de cualquier dinámica política.
En el baile de los idiotas conservadores se cree que es necesario conservar el orden de las cosas pero sin implicarse demasiado en la política y, cuando se implican, prefieren arreglar los asuntos públicos desde el espacio privado: mueve los hilos para que las cosas permanezcan igual.
Esta también el idiota liberal, aquel que cree que despreciando la política se alcanza la verdadera libertad. Es el gran crítico del político tradicional se abstiene deliberadamente de participar de las decisiones públicas argumentando que hacerlo sería ceder su identidad sin tener el deseo de seguir siendo parte del sistema.
En la coreografía de los idiotas liberales se olvida fácilmente que nada está al margen de la política y que, de hecho, las libertades dependen de una dinámica política funcional.
Pero el tipo de idiota más grave es el que baila al ritmo de la antipolítica. El idiota antipolítico carga un bidón lleno de ácido y está dispuesto a verterlo en todo el sistema. Está desesperado y cree que la única solución posible es calzar a todos en un mismo zapato- el único con el cuál se puede continuar la danza, el único proyecto digno, la única posibilidad de transformación- no estaría mal, de no ser por las implicaciones autoritarias de este slam ya que, el idiota antipolítico parte de la idea de aniquilar a quien piense distinto en aras del “gran proyecto”.
Antes de que pueda interpretarse este texto como algo despectivo quiero hacer una breve nota respecto al origen de los tres tipos de idiotas que recién comenté: han decidido alejarse de las decisiones públicas porque los políticos han desprestigiado su propia profesión, prefiriendo la corrupción a la trasparencia, la mentira a la verdad, la promesa a la propuesta y la inactividad a la verdadera vocación de servicio.
Tenemos que reparar a la política y tenemos que reparar también nuestra posición ante ella. Hemos escuchado la frase: si no te interesa la política no te sorprendas de ser gobernado por aquellos a quien si les interesa.
Ante el término idiota y otros más valdría la pena recuperar el sentido social de la palabra, la vocación de las ideas, el significado de los adjetivos: todos somos entes políticos y -si creemos no serlo- nos pueden tomar por…idiotas.