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La estrategia que alimenta la inseguridad

Jorge Fernández Menéndez
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Razones, por: Jorge Fernández Menéndez.

Cero y van dos. El 17 de octubre pasado, el gobierno federal informó que los enfrentamientos en Culiacán se derivaron de un patrullaje que, casualmente, se topó de la nada con Ovidio Guzmán, uno de los hijos de El Chapo.

Después supimos que no era verdad, que todo había sido parte de un operativo que tenía como objetivo detenerlo con fines de extradición.

Luego de que se supo de la masacre de tres mujeres y seis niños en la localidad de La Mora, en la frontera entre Chihuahua y Sonora, se informó (y el secretario Durazo insistió en ello en la comparecencia ante el Senado) en que todo fue producto de una confusión, que ese grupo de mujeres y niños quedaron en medio de un enfrentamiento entre grupos de narcotraficantes.

Ahora sabemos que no es verdad: no hubo confusión, fue una emboscada directa, como lo afirman las víctimas que sobrevivieron y que vieron incluso cómo alguna de las mujeres pudo bajarse de la camioneta para implorar por su vida y fue, de todas formas, asesinada. No hubo confusión, fue un atentando, una emboscada de criminales contra un grupo de niños y mujeres, lo que le da al hecho una trascendencia, una magnitud, mucho mayor de la imaginada originalmente.

Y demuestra una vez más que la información del gobierno federal es por lo menos, por decirlo de alguna forma suave, deficiente, y a veces hasta mentirosa.

The Wall Street Journal publicó un editorial en el que decía que la estrategia del gobierno federal ante el narcotráfico consistía simplemente en una “rendición”.

Un importante senador republicano, Tom Cotton, sostuvo que esa estrategia consiste, sencillamente, en “un cuento de hadas”.

Los dos, el periódico y el legislador, tienen una buena parte de razón: la estrategia seguida, si es que existe alguna, es una forma de rendición basada en una ilusión.

La justicia social, el apoyo a los jóvenes y la lucha contra la pobreza son objetivos por todos compartibles, pero recuperar la seguridad no pasa por allí: aquellas son metas de largo plazo que giran en torno a un gran objetivo, que es mejorar la calidad de vida.

La seguridad es otra cosa: para garantizarla, se requiere de acciones concretas contra adversarios concretos. Y admite demasiados matices que deben ser atendidos.

Incluso cuando se incauten recursos importantes de los principales criminales, como promete el gobierno federal, si no se rompe con sus cabezas y estructuras, lo que sucederá es que habrá más secuestros, asaltos y extorsiones para cubrir las necesidades de su organización. Lo que está sucediendo en Guanajuato con el cártel de El Marro es una demostración más de ello.

La política, que no estrategia, seguida de dejar hacer, dejar pasar a los grandes grupos criminales lo único que ha logrado es empoderarlos, incluso en espacios en los que en el pasado jamás hubieran pensado en operar a esa escala, como ocurrió en Culiacán.

El hecho es que se están dejando espacios completos en manos de la delincuencia, con un Estado que no interviene y ni siquiera molesta a los grupos criminales y éstos se están apoderando como nunca antes de territorios para ponerlos bajo su control. Que las fuerzas federales hayan tardado de llegar más de doce horas a la zona en la que fueron masacrados los niños y mujeres de la comunidad de LeBarón lo demuestra.

Jorge Fernández Menéndez
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