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La exhibición de la injusticia del gobierno que se decía diferente (2)

José Francisco Lopez Vargas
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Claroscuro, por: Francisco López Vargas

El dogma de la “ciencia
popular” ocurrió por primera vez en la década de los treinta y solo sirvió para
perder tiempo, talento y recursos. Hoy reviven las lucubraciones “socialistas”
de Narciso Bassols y de Vicente Lombardo Toledano cuando –siguiendo el llamado
de Marx a substituir a la “ciencia burguesa” y “conservadora” con una “ciencia
proletaria”– proponían substituirla con la “técnica”, con dejar los
laboratorios “para ir a las fábricas, a los centros de producción, en donde las
leyes científicas tienen una aplicación verdadera”, que consiste en
transformarse “en bienes útiles” para “servir a la sociedad humana” (sic).

Se trataba, como lo conté
hace poco
, de substituir “el régimen capitalista
por un sistema que socialice los instrumentos y medios de la producción
económica”; de que la ciencia se sujetase al materialismo histórico para
“orientar el pensamiento de la nación mexicana” hacia un “régimen de
transformación”. Esa sería la verdadera ciencia, la que se
aplicaría en “nuestro territorio” para entender “las características biológicas
y psicológicas de nuestra población” y convertir “nuestro régimen de gobierno”
en un sistema “que mejore las condiciones económicas y culturales de las masas
hasta la consecución de un régimen apoyado en la justicia social”. Era el año
1933.

Decretar en 2020 que el
Conacyt es “de la 4T” revive esa ficción científica de lo nuestro;
una “Ciencia por México” que sea ciencia de México y para México,
país cuya medida solo puede tomar el gobierno; una ciencia nuestra que
–de acuerdo al sentimentalismo nacionalista– se represente en “las comunidades
indígenas y campesinas”, esas generadoras de “saberes tradicionales”
que contrastan por su desinterés y pureza, con la ciencia abstracta, universal
(y burguesa, habría agregado Bassols) y sobre todo con su lado más nocivo, que
es el de invertirla en la producción de bienes de consumo. Y en efecto, nadie
puede negar las condiciones atroces en que muchas de esas comunidades indígenas
apenas sobreviven, ni las trapacerías del “capitalismo biotecnológico”, pero no
se puede responsabilizar de ello a todas las ciencias ni a todos los
científicos. La nueva ciencia popular y no modernizante sino “tradicional”
(pues coincide con la presidencial imagen idílica del pueblito autosuficiente)
deberá prescindir de ese contagio impuro con el capital y con las fábricas para
confiar en el Estado como el adecuado –y el único– empresario
“humanista”.

En una segunda entrega también en diciembre pasado,
también titulado Conacyt es de quien lo trabaja (II), en la misma revista
Letras Libres, Sheridan abunda.

En la primera
parte de este escrito
 referí que, según
su directora, la bióloga María Elena Álvarez-Buylla, el Consejo Nacional de
Ciencia y Tecnología (Conacyt) es “de la 4T”. Alegué que, a mi parecer, solo
puede serlo si se distorsiona el sentido de ese organismo descentralizado del
Estado.

Hay sin embargo en los
hechos algunos casos en los que sí, efectivamente, el Conacyt es de la 4T, en
los que esa voluntad aterriza en la realidad más administrativa y política que
científica. Son casos en los que el Conacyt pone sus atribuciones y sus
recursos al servicio de los intereses políticos del presidente. Me parece que
esto es algo tan criticable como usarlos en beneficio de intereses privados,
algo que suele enfurecer a Álvarez-Buylla.

Cuando, en junio de 2018, el
candidato anunció a Álvarez-Buylla como directora del Conacyt, dijo que tenía
el mérito de ser la “presidenta de la Unión de Científicos Comprometidos con la
Sociedad” (UCCS), una ONG cuyo objetivo es “la utilización social creativa y
libertaria del conocimiento y así revertir aquellas tendencias destructivas
sobre el ambiente y la sociedad que la modernidad está generando”, como dice
su “Manifiesto”
fundacional
, que firmó toda la izquierda unida. Más
que su ciencia, a AMLO le interesó ese activismo en defensa de una agricultura
purificada de ambición económica con su idealización de un México resistente a
“la modernidad”, tradicionalista, familiar, estoico y autosuficiente.

Por venir de las “Redes
Universitarias” que apoyaban a AMLO en la UNAM y del diario La Jornada,
Álvarez-Buylla llegó con calificaciones ideológicas insuperables. Además,
presentó un “Plan de
reestructuración estratégica del Conacyt para adecuarse al Proyecto Alternativo
de Nación 2018-2024 presentado por MORENA”
, que desde
su primer párrafo alababa la sabiduría de “el licenciado López Obrador” por
diagnosticar que “el régimen económico neoliberal” es “la causa de la crisis
nacional”, una crisis debida en parte a la ciencia pervertida por “el valor de
mercado”, los “intereses corporativos” y “la mercantilización a ultranza”, por
lo que el “Plan” incluiría la “reestructuración del Conacyt para acoplarlo a
los lineamientos del Proyecto Alternativo de Nación”.

Entregarle el Conacyt a
Álvarez-Buylla le permitió también hacer una concesión a la izquierda
bolivariana que buscaba alzarse con el sector educativo, oficializar a la CNTE
como luz del magisterio y “democratizar” a las universidades. AMLO escogió a
Esteban Moctezuma, pero calmó a los radicales otorgándoles premios de
consolación como el Fondo de Cultura Económica para Paco Ignacio Taibo, la
oficina de propaganda para su asesor John Ackerman en la UNAM, la subsecretaría
de Educación Superior de la SEP para Luciano Concheiro Bórquez (quien declararía
que “en la noche neoliberal, festejar al comunismo desde nuestro país nos
parece esencial”).

Entregarle el Conacyt a los
radicales fue fácil para un evangélico a quien no le interesan mucho la ciencia
ni la clase media educada ni los expertos (palabra siempre
trabada en su hiperactiva glotis). El candidato que había prometido entregar el
1% del PIB a la ciencia no lo hizo como presidente; el candidato que decía
“necesitamos más investigadores” lleva dos años recortándoles presupuesto y requisándoles
fideicomisos y, por medio del Conacyt, expulsando del Sistema Nacional de
Investigadores a quienes lo eran en universidades privadas, un gesto que, para
todo efecto, formalizó la idea de que lo “nacional” ahora se define como lo
opuesto a lo privado.

Cuando
el Conacyt sí es de la 4T

En el Plan que le propuso a
AMLO, además de desmontar al neoliberalismo, Álvarez-Buylla ya trazaba sus
planes para lo que después formalizaría su Conacyt como los Programas
Nacionales Estratégicos (PRONACES)
. Son
programas sobre asuntos delicados como el hambre, la salud, el agua y la
ecología, pero también había uno que incentivará investigaciones que coadyuven
a propiciar conversaciones culturales argumentativas y sustentadas en la
reflexión académica de cara a los desafíos, riesgos y sentidos que abren los
procesos sociales, económicos y políticos de gran envergadura en la sociedad
contemporánea, signada por las dinámicas de tecnificación de lo social,
globalización de la economía y de las comunicaciones, concentración de la
riqueza y aumento de la violencia.

Es decir, un programa
estratégico de carácter político. Cuando ya lanzó oficialmente los PRONACES,
Álvarez-Buylla incluyó como uno de sus once ejes temáticos la “Construcción
democrática”, ya a sabiendas de que su realización estratégica estaría a cargo
de su amigo John Ackerman. Unos meses más tarde ese eje temático desapareció de
la estratégica lista, pero para todo efecto, según el Conacyt “de la 4T”,
Ackerman sigue siendo el encargado científico de construir la “auténtica”
democracia mexicana.

Por fin un caso en que el
Conacyt sí es “de la 4T” por donde se le vea. El popular animador de TV
Ackerman, que se jacta de ser asesor de AMLO, es, gracias a él, el titular de
un Programa Universitario de Estudios sobre Democracia, Justicia y Sociedad
(PUEDJS) de la UNAM. Es un programa que desarrolla proyectos académicos
titulados, por ejemplo, “Pensamiento crítico para una democracia
democratizante” como la de Venezuela, donde, como dice Ackerman, “los logros de la Revolución
Bolivariana son espectaculares”
.

La relación de tiempo entre
Álvarez-Buylla y Ackerman se fortalece en su admiración por la revolución
soviética, en el cariño al “Che” Guevara y en el combate contra “la ciencia
neoliberal”, ese que Ackerman procuró
activar en la UNAM
 en balde, pues fue
sumariamente cancelado.

Apenas fue Álvarez-Buylla
destapada para el Conacyt, Ackerman celebró en un
editorial
 “su compromiso irrestricto de hacer
realidad la 4T en materia de investigación científica”. Luego acusó a quienes
se atreviesen a criticar la política anticientífica del gobierno (como Sergio
Aguayo y Antonio Lazcano) de hacerle “una guerra sucia” a su protegida. Álvarez-Buylla es frecuente “invitada de lujo” en los programas de
TV de Ackerman, dicta conferencias en la Secretaría de la Función Pública (SFP)
que preside Irma Eréndira Sandoval, esposa de Ackerman; si Álvarez-Buylla
necesita un coloquio contra “la ciencia autoritaria”, Ackerman se lo organiza
en la UNAM y si Ackerman quiere exaltar la grandeza científica de AMLO,
Álvarez-Buylla le hace segunda. Por ejemplo, en agosto de 2018, luego de fingir graciosamente que no se conocen (“¿me permites tutearte?”),
Ackerman entona loas a “la cuarta república” mientras Álvarez-Buylla declara
solemne que la ciencia es “para todos” y no para las “clases privilegiadas”;
que México es un país con “heridas muy profundas” por culpa del neoliberalismo
que será derrotado por el “conocimiento milenario” de las “organizaciones
comunitarias”. En abril de 2020, ambos razonan que el neoliberalismo es una clara muestra “de la
crisis del modelo civilizatorio” y el obvio responsable de la pandemia. Es más:
según Álvarez-Buylla, el neoliberalismo “destruyó la base alimenticia saludable
que teníamos en México en época prehispánicas”.

Un servicio interesante de
su convenio es el servicio que le presta la SFP de Sandoval al Conacyt “de la
4T” cada vez que su directora necesita deshacerse de un científico incómodo.
Ya he narrado
cómo se deshizo de la Dra. Beatriz Xoconostle
, directora de
un Centro Público de Investigación y su rival de años en el debate sobre los
transgénicos, y cómo anuló al
Dr. Leopoldo Altamirano
,director del Instituto
Nacional de Astrofísica, quien pierde tiempo y dinero explorando hoyos negros
en el cosmos en vez de sembrar maíz para el pueblo.

En los dos casos,
Álvarez-Buylla alegó que esos colegas suyos estaban siendo investigados por la
SFP y que lo mejor era que renunciasen mientras se desarrollaban las
investigaciones. Es sencillo: se hace una “denuncia anónima” en la SFP, que
abre una investigación y se lo participa a Álvarez-Buylla, quien procede de
inmediato a “renunciar” al presunto (o presunta). Se trata de proceder no del
todo distinto a las delaciones que, en la Alemania nazi, como narró Bertold
Brecht, hacían quienes deseaban quedarse con el departamento del vecino. En
teoría, cualquiera podría hacer una “denuncia anónima” contra Álvarez-Buylla
que, de haber congruencia en el método, recibiría un mensaje de la SFP
diciéndole que se le está investigando por lo que, de inmediato, tendría que
pedirse su renuncia a sí misma. Y por cierto, las “investigaciones” contra
Xoconostle y Altamirano nunca llegaron a nada, pero nunca se le pidió perdón ni
se les reinstituyó su cargo.

A cambio de todos esos
servicios, apenas se empoderó en el Conacyt, Álvarez-Buylla decidió
científicamente que como Ackerman sí representa la ciencia popular y ética y
epistémica y virtuosa que amerita el pueblo, había que financiarle sus
trabajos…

El
erario al servicio de las “esferas democráticas libertadoras”

Después de haber negociado
con la UNAM la creación de su PUEDJS –entre cuyos 23 empleados le abrió de
inmediato una plaza a la tía de su esposa– Ackerman
declaró
:  “Estamos ya trabajando en un proyecto con el
Conacyt, para la elaboración del programa nacional estratégico en materia de
democracia, que se encuentra en evaluación…” Lo anterior lo dijo en mayo de
2019, seis meses antes de que el Conacyt anunciase siquiera los PRONACES y
diera a conocer sus protocolos y convocatorias. No existían aún esos programas,
pero ya se estaba “trabajando” el de Ackerman, obviamente un “especialista” de
“trayectoria sobresaliente” (como define su reglamento a quien merece uno), un
programa obviamente virtuoso y ético y epistémico, sujeto a una evaluación que
ni se había iniciado ni tenía comité evaluador pero que ya había ganado, por
órdenes de su amiga, un financiamiento para cinco años, el máximo apoyo que
otorga el Conacyt.

El proyecto de Ackerman,
pues, no tuvo que ajustarse a ese calendario, privilegiado por su amistad con
Álvarez-Buylla, un beneficio de lo que el Líder Moral de ambos llama el
“amiguismo” y el “influyentismo” que ya no existen porque son “lacra de la
política”.

El proyecto se titula
“Democracia, culturas políticas y redes socio-digitales en una era de
transformación social”, que Ackerman describe así:

Este proyecto tiene como
objetivo central desarrollar nuevos marcos de análisis que permitan visualizar
la existencia de múltiples esferas democráticas conformadas por la pluralidad
de culturas políticas del país. Con ello, se propone construir otra mirada
sobre la democracia y la cultura política en México que haga posible plantear
nuevas narrativas, sentidos comunes y horizontes que coadyuven a la
construcción de una auténtica democracia libertaria y liberadora.

Luego explica que el primer año
de los cinco financiados por el Conacyt se dedicaría a estudiar los “aportes
para la construcción de una democracia sustantiva” realizados por la
Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE).

Aquí conviene recordar que desde
2016, AMLO negociaba el apoyo de la CNTE para echar abajo la Reforma Educativa
que, a su parecer, era antipopular. Entre otras tácticas para lograrlo, cuenta
Ackerman en diciembre
de 2017 que

el año pasado Andrés Manuel
me llamó para que ayudara a integrar una comisión de enlace entre MoReNa y el
magisterio nacional. Entonces yo ayudé a acercar todos los maestros de la CNTE
y de las luchas sociales con MoReNa para que pudiera haber un entendimiento
mutuo.

A confesión de parte, relevo de
pruebas (la suegra de Ackerman, por cierto, es una funcionaria importante de la
CNTE).

Para llevar a cabo esa misión que
le encomendaron un político en campaña y su partido, Ackerman empleó, como lo
sigue haciendo, tiempos, infraestructura y recursos de la UNAM. Se trataba de
promover –decía Ackerman– “una lucha estudiantil que hace suya la causa de la
CNTE”, algo que nada tendría de malo si no fuera porque trasladó esa “lucha” al
ámbito académico de la UNAM, violando su Estatuto General que
garantiza la libertad de cátedra, pero a la vez prohíbe a la UNAM “tomar parte
en las actividades de grupos de política militante”. ¿Le aplicaría la UNAM a
Ackerman el artículo 95, que declara “causa especialmente grave de
responsabilidad realizar actividades de índole política que persigan un interés
personalista”? Pues no. En el modus vivendi que le impuso AMLO
a la UNAM no solo se le otorgó impunidad al activismo partidario de su
consejero, sino que se le creó un “Programa” financiado con muchos millones de
pesos. Y la siempre inerme UNAM tuvo que resignarse.

Esa labor en favor de la CNTE y
al servicio de un político y su partido continuarían, con AMLO ya de presidente,
en proyectos académicos del PUEDJS como las “Jornadas de trabajo para el
estudio de la CNTE” que, en enero de 2020, tuvieron como objetivo “discutir desde una perspectiva teórica, metodológica y empírica la cultura
política de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE),
así como sus formas de organización, movilización y protesta frente a las
reformas educativas de corte neoliberal”, como consta en su Primer
Informe de Actividades (p. 30)
.

Un “Programa” de servicios
políticos a un político que emplea recursos, espacio, tiempo y personal de la
UNAM y, ahora, también del Conacyt que, en este caso, sí es literalmente “de la
4T”. Saber cuánto les cuesta a la UNAM y al Conacyt financiar los proyectos
“académicos” que Ackerman lleva a cabo para el político que le encomienda
misiones supondría llevar a cabo solicitudes de transparencia. Debe ser una
cantidad importante, pues el PUEDJS cuenta con 23 empleados que paga la UNAM. Y
habría que agregarle lo que cuestan los programas de TV de Ackerman. Y luego
agregarle el financiamiento que le otorga el Conacyt, el más elevado y por la
mayor cantidad de tiempo. Un “apoyo” que incluye el permiso para contratar “recursos
humanos”, lo que le agregó otros cuatro empleados y el recurso humano Marisol
Espejel Ballesteros, prima hermana de la secretaria de la Función Pública
encargada de combatir el nepotismo y la corrupción neoliberales.

Son muchos millones de pesos para
que Ackerman y su presidente y su partido y la CNTE logren erradicar a la
pobreza.

Mientras escribo esto,
culminó el procedimiento para crear una nueva Ley General de Humanidades,
Ciencias, Tecnologías e Innovación. Un reportaje
de hoy, 17 de diciembre
, narra la forma en que
el Conacyt “de la 4T” le llevó a AMLO el anteproyecto. Al parecer ahora será un
“Consejo de Estado” el que decida todo lo relacionado con esas actividades.
Presidirán ese Consejo el presidente y varios secretarios de Estado. Dice que
no habrá nadie de la Academia Mexicana de Ciencias, ni de los Centros Públicos
de Investigación, ni de la UNAM o el IPN, ni de la Asociación Nacional de
Universidades ni del Foro Consultivo Científico y Tecnológico ni de la Red
ProCiencia ni…

No es cierto. Hay por lo
menos un científico que lleva meses participando en el diseño y la redacción de
ese anteproyecto y aconsejando a Álvarez-Buylla, junto a la que caminó rumbo al
Palacio Nacional para entregárselo al presidente, en calidad de invitado de
lujo y único investigador académico: John Ackerman.  

El
Conacyt y la integridad

Una semana después de otorgarle
su “apoyo” por cinco años al PUEDJS de su amigo, Álvarez-Buylla presentó
el Código de
Conducta del Conacyt
. Es muy emotivo, una
especie de Guía ética para la transformación de México pero
para científicos y humanistas y tecnólogos.

Álvarez-Buylla denuncia ahí de
entrada que “en el pasado la administración pública sucumbió ante grupos de
poder” y “se colmó de personas que pervirtieron el servicio público”. Lo bueno
es que eso ya no ocurre porque ahora el gobierno está “al servicio del pueblo”
y por lo mismo es que se conmina a cualquiera que trate con el Conacyt a
comportarse con honradez, honestidad y transparencia. Uno de sus preceptos
dice Abstente de influir o dejarte influenciar para recibir favores para
ti o para con los que tengas (sic) un interés personal,
familiar o de negocios.

Otro ordena que “las
personas que integran el servicio público del Conacyt deben evitar participar
en los procedimientos de evaluación”, como, por ejemplo, avalando proyectos por
adjudicación directa y sin comités de evaluación.

Pero bueno, este Código se
decretó después de que el PRONACES de Ackerman ganó su “apoyo” sin
concurso…

(Continuará…)

 

 

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