Claroscuro, por: Francisco López Vargas.
Nadie estábamos a gusto con el México que teníamos. Vaya, nos costó sangre, sudor y lágrimas a muchísimos y tuvimos que soportar los insultos a la inteligencia de una clase política soberbia que nunca parecía escuchar a los ciudadanos.
Se llegó al extremo de asesinar, de “desaparecer” a quienes eran incómodos y la farsa de la justicia se paseó por todo el territorio nacional haciendo gala de que la corrupción reinaba y que la impunidad era un privilegio del que podrían gozar si tenías el suficiente poder para amedrentar o para comprarla.
Hoy México sigue igual o peor. El presidente que ofreció cambiar a México utiliza la ley, miente y defenestra sin más evidencias que su dicho cargado con el poder presidencial y todo el aparato de propaganda que él se ha construido, todo con costo al país y a la hacienda pública.
Otra vez, como era costumbre, el presidente y su gobierno desvía la atención exhibiendo, según él, las evidencias de políticos corruptos y corruptores que hoy somete con la promesa de cárcel si no cooperan y con la oferta de que sus delaciones alcanzarán para librar la prisión no sólo él sino sus cómplices.
Así, asistimos al espectáculo que desvía la atención de lo medular: caída del Producto Interno Bruto, el derrumbe de 10 mil empresas ya cerradas, de 16 millones de empleos perdidos, 110 mil asesinados, unos por la violencia criminal, otros por la indiferencia de un gobierno que no invirtió en salud ni en atención a sus ciudadanos, esos que lo eligieron con la ilusión de que primero serían los pobres, que el país sería mejor, distinto al que los cansó por sexenios.
Sin embargo, el presidente que tuvo colaboradores exhibidos recibiendo pacas de dinero, que ocultó el costo inflados de los segundos pisos, que llamó “pirruris” a los que le exigían justicia y seguridad en la ciudad que gobernaba, hoy desvía la atención con el caso de corrupción más serio y más dañino para el país a manos de sus adversarios políticos, hoy convertidos de nuevo en sus apoyadores condicionados a “hacer justicia” al estilo del presidente.
Nadie puede justificar aquí los excesos de Peña Nieto, los muertos por la violencia de esa guerra contra el narco que hoy vemos no era exclusiva de quien la empezó, quizá sin estrategias; la ausencia de Fox y su sexenio de funcionarios actuando como en un kínder donde cada uno hacía su voluntad sin la conducción presidencial. Incluso el vocero salía todos los días a corregirle la plana al presidente interpretando “lo que quiso decir…”.
Pero tampoco queremos reeditar esa política que era capaz de asesinar a un candidato presidencial sin que se sepa la causa real, a un diputado federal electo, y a decenas de testigos que podrían haber aportado datos para esclarecerlos.
El México de la farsa de Marcos en Chiapas, donde la miseria sigue flagelando a decenas de miles de indígenas.
No, ese México dónde se mataba estudiantes una y otra vez, donde se robaban hasta las bancas del parque al acabar un gobierno, donde se privilegiaba el nepotismo, el “amiguismo” y donde los cocodrilos volaban, pero bajito si lo decía el presidente. Ese México no debe volver a construirse, no debe volver a ser lo que nos caracterice, no debe volver a ser el México del que todo mundo habla aunque por desgracia vemos que así esta sucediendo ladrillo tras ladillo.
Hoy, en el México que nos ofrecieron sería diferente, se utilizan los videos para generar un escándalo. Parece que la consigna sería que el que a videos mata a videos muere tratando de repetir el escándalo al que asistimos cuando Carlos Ahumada nos mostró a René Bejarano, a Ramón Sosamontes Herreramoro, a Carlos Imaz, en ese momento esposo de Claudia Sheimbaun; todos ellos colaboradores de un jefe de gobierno que hoy es el presidente, pero que recibían ese dinero para favorecer al empresario con obra pública de esa gestión.
El respeto a la ley usado a conveniencia por el presidente que no duda en hacer apologías de un delito o en ser auténtico promotor de la impunidad dándole privilegios a delincuentes confesos que protegen e integran a su pacto a sus cómplices como vía de corroborar sus dichos. ¿Él acusado tiene credibilidad?, ¿No dirá lo que le pidan con tal de dar gusto y servir para venganzas?, ¿No será el ejecutor de sus odios con fines de “justicia”?
En fin, el país que nos ofrecieron sería distinto si está cambiando pero para regresar ese país del que queríamos escapar, del que no queríamos seguir padeciendo, en ese país en el que el presidente y su partido no sólo tenían justicia y gracias para sus amigos sino que se ensañaba con sus adversarios para lograr obediencia y acreditar su poder. Lástima, otro sexenio desperdiciado.