Como niños vivimos un momento difícil. Las “Guerras Culturales” abarcaban todo y quedaba poco espacio para construir una relación con los adultos. Las décadas de los sesenta y setenta no fueron un buen momento para ser pequeños. El mundo de las generaciones mayores se construía a partir de blanco y negro. Las luchas por los valores de las diferentes corrientes de pensamiento arrasaban las mentes humanas. Incluso en el bloque soviético los librepensadores de Praga se revelaban al horror comunista. En Chicago, en la Convención Demócrata de 1968, parecía que todo se iba a desmoronar.
El cine y la televisión eran hostiles hacia los niños. En los filmes los villanos eran los pequeños. La opinión editorial señalaba que traer bebés al mundo era malo para el planeta. Los pañales eran altamente contaminantes. El mundo no podía albergar a más personas y un colapso, al estilo Malthus, estaba al acecho. El debate político giraba alrededor de cómo el gobierno debía de organizarse para acabar con la pobreza. Robert Kennedy recorría su país demostrando que había mucha gente en la miseria. La guerra de Vietnam cobraba millones de vidas y era la principal noticia del día.
La turbulencia social era tan fuerte que los niños de la generación “X” no encontraron cabida. Este factor hizo que, poco a poco, nos fuéramos rezagando. El refugio de una casa que no era hogar se volvió el parque: Ahí teníamos amigos, bicicletas y una grabadora. Las dudas de la vida se resolvían a partir de filosofar y sacar conclusiones. No había nadie más para resolver las dudas. Los maestros de la escuela hacían poco por nosotros. Así la calle nos enseñó a ser pragmáticos y supervivientes. Aprendimos a cuidar nuestro honor y resolver problemas enfrentando las consecuencias.
Un día amaneció y una pandemia amenaza a toda la humanidad. Se necesitaba ser fuerte y decisivo para poder sobrevivir a esos tiempos. La vida hizo de la generación “X” el grupo de ciudadanos más emprendedor de la historia de México. Toda la formación de la infancia cobró importancia luchando contra el virus. En ese momento fue cuando la generación “X” tuvo su mayor prueba. Si no hubiera sido porque al timón había una generación tan fuerte y pragmática, el mundo hoy sería otro. A veces, nos quejamos del pasado, otras lo agradecemos. Sin embargo, el mundo tiene mucho que agradecer a la “X”.