Por: Ismael Méndez Camargo.
Desde la separación de la iglesia en la época de
Benito Juárez, las instituciones religiosas han asumido un papel muy discreto
en la política de nuestro país, con la premisa de limitación en la vida social
y económica de nuestro país, pero ahora ante un país de cabeza, con un gran
aumento de la pobreza, la terrible inseguridad en las calles, el incremento del
narco tráfico, la falta de atención a las clases más vulnerables, el
despilfarro de los recursos públicos, ha hecho que los líderes de todas las
religiones alcen la voz en protesta doble, primero como ciudadanos con derechos
y obligaciones además de su importante papel de velar por los intereses básicos
de los demás.
No es ajeno a los sacerdotes, pastores, ministros
religiosos, misioneros de todas las religiones, los graves problemas que
enfrenta México, como nunca se habían visto con un gobierno lleno de cinismo,
corrupción y sin estrategias socio económicas para un pueblo que esta sumido en
un letargo del que tiene que despertar, de lo contrario cunado lo haga, tal vez
sea demasiado tarde, cuando ya el barco esté a la deriva en mano de populistas
y resentidos del partido MORENA, encabezado por un presidente enfermo física y
mentalmente, que ha centralizado el poder para destruir instituciones
fundamentales como el INE y el Instituto Nacional de Acceso a la Información
Pública con la única intención de controlar elecciones y ocultar gastos que
caen el abuso de las finanzas públicas que lastiman los programas que en otras
épocas beneficiaban a los que menos tienen.
Los dispensarios de las iglesias de todas las
denominaciones de culto se encuentran vacíos, ante la gran demanda de
medicamentos que usualmente donan los feligreses para ayudar en parte las
necesidades de la gente pobre, incluso hay muchas personas que pagan los
honorarios en lugares donde también hay farmacias de bajo costo con
medicamentos genéricos, pues la atención de la salud es muy deficiente y de las
medicinas ni hablar, pues hay un gran desabasto, como nunca había ocurrido. Si
hacemos una comparación en la época de Enrique Peña Nieto, se dejaba de surtir
un millón de recetas por año en el IMSS, ahora con este gobierno morenista la
cifra aumentó en más de diez millones de órdenes médicas que no se han surtido
cada doce meses con los fármacos más esenciales y ni qué decir de los miles de
niños con cáncer que no tienen tratamientos en hospitales públicos.
Hemos escuchado últimamente en los sermones de las
iglesias católicas, cómo los sacerdotes instan a la comunidad a razonar sus
decisiones a la hora de ir a votar,
sabiendo que la opinión de los presbíteros tiene mucha fuerza en la vida de los
feligreses, ya que los exhorta a eliminar a los malos gobernantes aunque muchas
veces no dicen nombres ni partidos políticos, aunque mencionarlos no haría que
el religioso incurriera en delito alguno, pues un religioso es un ciudadano
común que tiene derecho a expresar lo que piensa y sobre todo si lo que dice
tiene fundamento público y está a la vista de toda la comunidad. En últimas
fechas muchos sacerdotes han sido asesinados en otros países por órdenes
políticas, así como de la delincuencia organizada como hemos escuchado ha
ocurrido en Nicaragua en las manos del dictador Daniel Ortega quien se ha
relecto varias ocasiones con un plan populista que ha sometido al pueblo del país
centroamericano, sin olvidar la situación de Venezuela y mucho menos de Cuba,
donde los derechos civiles están invalidados.
Sean religiosos o no, es muy claro la situación que
vive en país y todos los líderes de las diferentes esferas sociales tiene el
deber moral de manifestarse, pues aunque tal vez sea una forma tibia de influir
en la política nacional, mantiene viva la llama de la inconformidad y hará
pensar con seriedad a la hora de elegir a los gobernantes, que en estos
momentos quieren imponer un comunismo disfrazado de régimen social con las
graves repercusiones para las familias que luchan diariamente por salir
adelante con base en sus derechos civiles.