La Revista

La lucha contra la violencia de género y por la igualdad no tiene equiquetas.

Manuel H. Gutiérrez Martínez "Hache"
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Es interesante observar cómo luego del aumento lamentable de feminicidios en México y de casos tan sonados como el de Ingrid Escamilla y la niña Fátima, los cuales están motivando (junto a otros dolorosos ejemplos) a la sociedad de forma masiva a organizarse mejor y levantar la voz para exigir que se acabe con esta triste estadística y realidad, existen ciertos sectores que quieren o intentan adjudicarse la “exclusividad” de esta lucha y/o excluir a otros de la misma.

Creo que actuar de esta forma no sólo es -desde mi punto de vista- radical y negativo, sino que no abona en nada a lograr el objetivo de tener un país con igualdad y sin violencia para las mujeres, quienes hoy sin importar si son de izquierda o derecha, si tienen una religión o no, si son pobres o ricas, están viviendo con miedo, poniendo todos los días su dignidad y hasta la vida en riesgo.

Las grandes luchas, esas que logran sus objetivos y cambian sistemas enteros, son las que logran mover la conciencia de todas y todos, aglutinan de manera representativa y plural a segmentos sociales que son motivados por una causa común. ¿Acaso el enojo y tristeza de perder una hija, hermana, madre o amiga, o saber que alguna de estas corre riesgo no es causa suficiente para exigir y luchar? ¿Acaso el miedo de ser mujer en este país y salir a la calle sin saber si regresarás con vida no es motor suficiente para dejar de un lado diferencias ideológicas, políticas, sociales o religiosas y sumarse a causas que permitan paulatinamente poder volver a vivir sin miedo?

Aquí valdría la pena voltear a ver otros ejemplos parecidos en el mundo, cito a Islandia, el considerado como “el país más feminista del mundo”, quien pasó de un movimiento feminista en 1975 que mantuvo al 90% de las mujeres de esa nación en huelga, logrando que en lugar de ir a la oficina, realizar las labores de la casa o cuidar a los hijos, tomaran las calles para manifestarse por la igualdad de género. Esto fue conocido como “El Día Libre de las Mujeres”, lo cual cambió la percepción en el país y ayudó a situarlo a la vanguardia de la lucha por su empoderamiento, llevando a Vigdis Finnbogadottir, madre soltera y divorciada, a ganar las elecciones en 1990 convirtiéndola en presidenta.

            Si reflexionamos sobre el caso de Islandia, dudosamente -desde mi hipótesis personal- ese 90% de mujeres que participó en el movimiento de 1975 eran de una misma corriente ideológica o política, el bien colectivo pudo unirlas y lograr el respaldo de todo un pueblo que años más tarde de manera democrática entendió que la capacidad no era asunto exclusivo o excluyente de un género.

En nuestro caso, decir con terquedad fanática que movimientos como el de #UnDíaSinNosotras es motivado por la derecha o grupos conservadores, insistir en que los feminicidios son producto de la política neoliberal, que cualquier forma de exigencia contra lo que está sucediendo tiene un fondo mezquino con tintes “fifís” o peor aún que no servirá de nada, es temerario y riesgoso, pero lo es más cuando la radicalización de ciertos segmentos abona a que adopten ese discurso, lo propaguen y hasta monten luchas llenas de contradicción porque terminan combatiendo aquello por lo que ellas y ellos mismos luchan o lucharon.

Si bien es cierto que no se puede ni debe politizar ni mucho menos partidizar ningún movimiento como los que actualmente organiza la sociedad civil, tampoco podemos pensar que pueden ser los partidos y/o sus militantes, así como cámaras empresariales o iglesias organismos alejados, insensibles o ajenos a esto. Su respaldo creo es positivo y necesario, la traducción de su apoyo a través de la legislación o la administración pública, en sus tareas de responsabilidad social paritaria y/o en la concientización de los feligreses (en el caso religioso) abonará indiscutiblemente a tener un México igualitario y sin violencia para nadie; todo lo anterior sin menospreciar el hecho que cualquiera antes de ser militante de un partido, empresario o miembro de una religión es primero un ciudadano con obligaciones y derechos.

El llamado a la lucha -considero- es y debe ser por construir de primera instancia un frente sólido, donde todas las expresiones tengan voz y puedan abonar a prevenir, erradicar y sancionar cualquier tipo de expresión violenta contra las mexicanas y les ayude a que el país entero visualice lo que están sufriendo. Debe ser, pues. un antes y un después que poco a poco vaya logrando mayores cambios que no sólo consigan que ninguna mujer más pase por violencia, sino que, debe servir como base para tener una sociedad paritaria, justa e igualitaria.

Al final, las niñas y mujeres que todos los días sufren violencia, desaparecen o pierden la vida por el simple hecho de ser eso, niñas o mujeres, pueden ser de izquierda, de derecha, neoliberales, conservadoras, fifís, pobres, ricas, católicas o ateas, ser o no ser nada y a sus violadores, asesinos o acosadores no les interesará cuando atenten contra ellas, por lo que queda claro que esta batalla es tuya, es mía y de todos sin importar etiquetas.

¡Las queremos vivas, las queremos libres, las queremos sin miedo!

Manuel H. Gutiérrez Martínez "Hache"
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