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La mafia que sigue

José Francisco Lopez Vargas
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Claroscuro, por: Francisco López Vargas

Si usted como muchos otros estuvimos en mítines, en reuniones o en actividades que pretendían que el gobierno no fuera arbitrario, que no hubiese represión, ni impunidad y menos corrupción, somos candidatos a enlistar la mafia que sigue y que puede ser censurada y hasta perseguida por el nuevo gobierno.

En los años 80´s, un amigo inglés que venía por primera vez a México, la primera pregunta que me hizo fue que dónde podía ver actos de corrupción. Para él, como para muchas personas que no conocía el país, tenían referencias increíbles de lo que sucedía en México: las mordidas a los policías, las mordidas para hacer trámites públicos, la lana para agilizar cualquier trámite o concesión.

La corrupción en el país se habría convertido en anecdótica desde que el presidente Abelardo L. Rodríguez se asoció con Alphonse Capone para abrir casinos en Agua Caliente, Baja California, al final de los años 20. Abelardo Rodríguez Luján, comúnmente llamado Abelardo L. Rodríguez, fue un militar y empresario mexicano. Fue el último presidente de México que ejerció el cargo en calidad de interino, ello entre el 4 de septiembre de 1932 y el 30 de noviembre de 1934; también fue gobernador de Sonora entre 1943 y 1948, según dice su biografía en Wikipedia.

Desde esos días vaya que hemos abonado a esa percepción. La gran mayoría de estas prácticas corruptas han ido desarrollándose y sentando sus bases a lo largo de varios siglos de historia y fueron dejadas como herencia de la gran élite política para la consolidación de una oligarquía mediante un gobierno autoritario y represor.

Si usted y yo luchamos contra eso, pues ya estamos en una relación de infames: le quitamos al gobierno su poder y como sociedad civil hemos abusado.

La regulación al gobierno tampoco puede ser vista en los tiempos de la Cuarta Transformación: el presidente debe de tener siempre la razón porque no sólo sabe de todo sino que todo sabe hacer, por eso no es aceptable que haya expertos en energía, en petróleo, en transporte y demás porque, por las malas mañas que aprendieron en sus escuelas fifís, no saben obedecer ni ver que todos los problemas tienen soluciones alternas, como operar tres aeropuertos distintos y convertir en mixto, único en el mundo, uno militar y civil. ¿Por qué abriamos de dudar del presidente si 30 millones de personas votaron por él? Eso debe darle no sólo calidad moral sino sapiensa. Además, él tiene buenas intenciones…

El investigador de la UNAM, José Fabián Ruiz señala: Desde la década de 1990, la estructura del Estado mexicano comenzó a experimentar la creación de órganos autónomos con rango constitucional. Con excepción de la Universidad Nacional Autónoma de México cuya autonomía constitucional data de 1980, desde 1993 en adelante, en que se otorga autonomía al Banco de México se produjo un vertiginoso incremento de órganos constitucionales autónomos. Así, se incorporan a la Constitución el Instituto Federal Electoral en 1996 (hoy Instituto Nacional Electoral, INE) y la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) en 1999. Órganos pioneros, que constituyen lo que podemos denominar la “primera generación” de órganos constitucionales autónomos en México.

Más recientemente se otorgó autonomía al Sistema Nacional de Información Estadística y Geográfica (INEGI), la Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece), el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT), el Instituto Nacional de Evaluación de la Educación (INEE), el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales y la Fiscalía General de la República, estos dos últimos en 2014. Este conjunto de órganos, todos ellos establecidos en el sexenio peñista, constituyen lo que en este trabajo se denomina la “segunda generación” de órganos constitucionales autónomos en México.

En resumen, las funciones estatales ya no son atribuidas exclusivamente a los tres poderes tradicionales (soberanos). En la actualidad, algunas funciones que tradicionalmente correspondieron a la órbita del Poder Ejecutivo son realizadas por los órganos autónomos que no sólo se sitúan al mismo nivel de los órganos tradicionales del Estado, sino que además colaboran en neutralizar a los primeros, al tiempo que establecen una red de relaciones entre ellos. Se multiplican así los espacios para la toma de decisiones.

Esto es precisamente lo que no le gusta al presidente López Obrador y por eso los combate. La próxima semana comentaremos el por qué su necesidad de existir y ser contrapeso del poder.

José Francisco Lopez Vargas
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