La Revista

La maldita aceptabilidad

Bernardo Graue Toussaint
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Es claro que las repetidas acciones de la vida constituyen nuestra cotidianidad, nuestra normalidad y, con el paso del tiempo, pasa a ser nuestra costumbre. Es así como esos sucesos frecuentes obtienen – de manera imperceptible- una dosis de aceptabilidad, en el entendido de considerarlos inevitables por reiteración y que son parte de nuestra realidad.

La sociedad mexicana se ha acostumbrado a la violencia, a punta de observar -todos los días- información sobre las atrocidades violentas cometidas por los criminales. Sea en Michoacán; Estado de México; Guerrero, Tamaulipas, Morelos, Veracruz o en la Ciudad de México, los ciudadanos somos informados diariamente de la siguiente manera:

“Abaten…”

“Decapitan…”

“Acribillan…”

“Asesinan…”

“Levantan…”

“Desmembran…”

“Torturan…”

“Secuestran…”

“Descuartizan…”

“Asesinan…”

“Ultiman…”

“Rafaguean…”

“Ametrallan…”

“Disparan…”

“Hieren…”

“Matan…”

“Caen…”

“Plagian…”

“Ejecutan…”

Por medio de la TV, la radio, la prensa escrita, el internet o las redes sociales, los ciudadanos conocemos -con todo lujo de detalles- esa cotidiana brutalidad criminal. Esa reiterada violencia verbal y visual se queda en nuestras almas como el mensaje que nos transmiten los criminales: YO MANDO.

Uno de los efectos más graves que se han producido en el inconsciente de nuestra sociedad es que no hemos acostumbrado a la violencia; la vemos como parte de nuestra cotidianidad, de nuestra normalidad; nos hemos acostumbrado a convivir con ella y hemos terminado, incluso, por “aceptarla” resignadamente como algo inevitable. Esa resignación social –lamentablemente- representa el triunfo cultural de los violentos.

Lo anterior es sumamente grave. Significa la claudicación de una sociedad democrática (o que estaba en vías de serlo) y el fracaso del Estado frente a las mafias criminales. Es la victoria de las minorías violentas sobre las mayorías pacíficas.

Aunque las comparaciones son odiosas, algunas veces vale la pena hacerlas. Cuando en Francia se cometieron los atentados terroristas contra la revista Charlie Hebdo (con saldo de 13 muertos y 11 heridos) la respuesta de la sociedad francesa fue digna de envidia: marcharon por todas las ciudades de ese país más de cuatro millones de personas en protesta contra esos actos violentos. Los franceses salieron a la calle a respaldar a su gobierno en su lucha contra la barbarie criminal y terrorista. Los franceses fueron una sola voz frente y contra la violencia. No dudaron. Esa sociedad no calló ni se refugió en sus casas. La comunidad asumió que el terrorismo no es un problema que sólo compete a su gobierno, sino que es un asunto de todos los franceses.

En México, en los últimos 36 meses han sido asesinadas más de 50,000 personas. Todo parece indicar que la sociedad mexicana no está dispuesta a reaccionar. Hemos asumido erráticamente que “poco se puede hacer” o que “de nada sirve expresarse”.  

¿Hasta cuándo una sociedad puede creer que su silencio puede salvarle de la barbarie? ¿Hasta cuándo la sociedad mexicana y su gobierno reaccionarán? ¿Qué necesitamos los mexicanos para –como los franceses- salir a las calles a retomar el espacio público y decir YA BASTA?

bgrauet@hotmail.com

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