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La mujer audiovisual

David Moreno
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Por David Moreno
 
El cine y la televisión han estado históricamente dominados por los hombres. El papel de la mujer se centró a aparecer en pantalla para lucir su talento histriónico o bien para fungir como compañía, consuelo, confort u objeto del deseo del héroe de la película o del programa de televisión. Para tener una idea de lo anterior, los famosos premios Oscar desde siempre incluyeron reconocimientos a las actrices pero siempre tuvieron problemas – los siguen teniendo – para reconocer el trabajo de las mujeres que están tras las cámaras. Tuvieron que pasar 82 años para que una directora se hiciera con la estatuilla en la categoría de dirección: Kathryn Bigelow quien ganó por el crudo drama bélico The Hurt Locker.

En realidad la industria audiovisual es el claro ejemplo de como todo un sistema de orden patriarcal impone sus condiciones para relegar el papel de la mujer. Los grandes nombres que son reconocidos como los que le han dado forma son en su mayoría hombres, talentosos y geniales sí, pero que hicieron sus aportaciones aprovechándose de una situación de privilegio. A pesar de ello, en el cine en particular la mujer ha tenido un papel fundamental en el desarrollo de su lenguaje. Alice Guy Blanché fue una de las pioneras del cine. Su primera película “Le Fee aux Choux” data del año 1896 y además fue fundadora de Gaumont, una de las primeras compañías francesas especializadas en la producción cinematográfica. Luego está el trabajo de realizadoras como Dorothy Arzner, Leni Riefensthal o la genial Agnès Varda cuyo cine se considera como germinal en el nacimiento de la influyente Nouvelle Vague francesa. En tiempos recientes llegaron grandes directoras como Jane Campion, Norah Ephron o la argentina Lucrecia Martel. Actualmente las mujeres realizadoras de filmes se han abierto camino a pesar de que ese reconocimiento no tiene aún la plenitud que se merece. Así hemos visto una explosión de talento femenino de la mano de directoras como Greta Gerwing, Arantxa Echeverría, María Ripoll (“Vivir Dos Veces” su última película es una de las cosas más hermosas que he visto recientemente) Ana Lily Armipour, Sally Porter o mi admirada Isabel Coixet (“La Vida Secreta de las Palabras”, “Mi Vida Sin Mi” o “La Librería” son una belleza). En el caso del cine mexicano destacan Mariana Chenillo, Lila Avilés, Catalina Aguilar Mastretta (“Las Horas Contigo”, es una película espectacular) y Alejandra Márquez Abella.

Es una apertura, forzada en la mayoría de las ocasiones por las propias mujeres, que redefine el papel que hoy está jugando la mujer en la industria audiovisual y que evidentemente no se limita a las directoras. Es algo que también se refleja en las historias que se están contando y en el tipo de personajes que se están escribiendo para las actrices. Ello ha sido aún más notorio con el desarrollo de esta era dorada en la producción de televisión. Ahí están los personajes de Evan Rachel Wood y Thandie Newton en Westworld, todo lo que hizo Lena Dunham en “Girls” o esa formidable serie llamada “Big Little Lies” que está sustentada en un espectacular reparto encabezado por mujeres de la talla de Laura Dern, Reese Whiterspoon y Nicole Kidman. Eso sin mencionar a jóvenes talentos como Zendaya en la cruda “Euphoria” o a Zoe Krativz quien también estuvo en Big Little Lies y recientemente protagoniza una nueva versión de “High Fidelity”. Y claro no hay que pasar por alto a todas las actrices de “Sex Education” cuyos personajes en la segunda temporada de la serie dieron una gran lección de sororidad y lo que éste concepto significa.

La mujer audiovisual de nuestros días comienza a ganar el reconocimiento que desde siempre se ha merecido y que – como mencioné en un principio- el sistema le ha negado y ello es sumamente importante. Lo es por la influencia que tiene la narrativa audiovisual en la cultura y en la sociedad que la produce. Los cambios que el mundo presenta en nuestros días, la urgencia de que la mujer se empodere y pelee por sus derechos en el más amplio de los sentidos y el drama que viven por el incremento de la violencia de género son temas que están siendo contados en el cine y la televisión, y lo más importante que es que los proyectos que los abordan están encabezados por las propias mujeres. Está claro que el patriarcado es un sistema decadente y cuya tendencia a la desaparición es irreversible, siendo una muestra de ello los cambios que se han dado en uno de sus más duros y resistentes pilares: el formado por la industria del cine y la televisión mundial.

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