Por: José Zenteno Dávila.
Sin duda que una amplia mayoría de mexicanos aspiramos
a que las instituciones sean un contrapeso al poder del presidente de la
República. Somos millones los que queremos que el poder controle al poder y que
la próxima elección sea una rectificación del camino emprendido, no un regreso
al pasado y tampoco la continuidad del absurdo que nos impone la 4ª
transformación. Me pregunto ¿Podemos soñar con una plataforma política
opositora capaz de vencer a Morena y sus aliados en cada distrito electoral
federal?
Ya lo dijo Mijaíl Gorbachov en su Perestroika: “La
política es la ciencia de lo posible, todo lo que está más allá de lo posible
es irreal”. La realidad es que la política no se destaca por el sacrificio ni
se reconoce entre las conductas humanas por la generosidad y el amor
desinteresado. A pesar de que en la historia política se han dado los casos en
que opositores se unen para vencer al adversario común, la realidad es que eso
no siempre es posible.
La búsqueda del poder es una acción impulsada por el
ego que pretende satisfacer necesidades de dominación y reconocimiento. El zoon politikón no es producto de la
razón sino de los instintos, el poder es una conquista del ego que satisface
apetitos primarios de los individuos. Esa es la causa de que en la política se
realicen las peores conductas, las más ruines y reprobables a pesar de que su
función determina el éxito o el fracaso social. En raras ocasiones la política
se conduce mediante razones de Estado, a lo sumo son las razones del gobierno
en turno las que orientan las decisiones, aunque la mayoría de las veces son
decisiones fundadas en los intereses particulares de los políticos que las
toman.
Las elecciones del 2021 en México serán definitivas
para el futuro del país. El resultado de ese proceso electoral determinará uno
de dos escenarios posibles. La ratificación de una amplia mayoría de Morena y
sus aliados o la rectificación mediante una nueva mayoría conformada por la
oposición política. Si el resultado ratifica el poder del presidente López Obrador
lo que le espera al país son años de oscurantismo medieval -y no exagero cuando
me refiero a una forma de vida equivalente a la Edad Media- sin respeto por las
personas, ni por la razón, la ciencia, la técnica, los derechos individuales,
la ética de servicio público, la propiedad privada, el desarrollo económico y
el bienestar colectivo. La presidencia imperial será restaurada con el único
propósito de perpetuarse en el poder lo más posible.
Si el resultado de las elecciones modifica la
correlación de fuerzas en la Cámara de Diputados significaría un freno al poder
del presidente, quien estaría obligado a negociar con la oposición. Ello
impediría el avasallamiento de que están siendo víctimas las instituciones y
abriría una oportunidad para que sobreviva el régimen democrático y el Estado
de Derecho.
A pesar de que las condiciones de vida son mucho más
adversas de lo que eran en los últimos sexenios, e incluso serán peores en las
postrimerías del proceso electoral del 2021, creo que la oposición todavía tiene
que vencer muchos obstáculos antes de soñar con ganar la mayoría en la Cámara
de Diputados. La gente no le va a entregar su voto a los partidos tradicionales
solo porque se unan en una gran coalición opositora o presenten candidaturas
comunes en algunos o en todos los distritos. Incluso, el llamado a ejercer el
voto útil tampoco será efectivo si antes no se resuelve un aspecto fundamental
que habita en la conciencia del pueblo mexicano: los privilegios de unos frente
a la marginación de muchos.
Se equivoca la oposición al suponer que el pueblo
rectificará el camino motivado por la profunda crisis económica, social,
sanitaria y de inseguridad. En la lógica popular el pueblo ha estado mal porque
al régimen anterior le convenía mantenerlos jodidos. Hoy que gobierna López
Obrador el pueblo no está mejor pero los de arriba tampoco, eso le satisface al
pueblo porque al menos ya no existe un régimen de privilegiados. Por eso es que
la caída en la intención de voto de Morena no beneficia a ninguno de los otros partidos,
porque la gente percibe que la oposición lo que busca es recuperar sus privilegios.
Los partidos opositores deben recocer que algo
hicieron mal y pedirle perdón al pueblo. La campaña no debe plantearse en
contra de López Obrador, sino a favor del interés de las personas. Si la
oposición es capaz de convencer al electorado de que hará todo lo que sea
necesario para mantener los programas que beneficien al pueblo y de actuar para
construir un régimen sin privilegios y con apego a la Ley, tendrá una oportunidad
de competir y de ganar la mayoría.
El presidente de la República es un experto operador
electoral. Desde hoy está construyendo el terreno simbólico sobre el que quiere
enfrentar a sus opositores, sabedor de que él no estará en la boleta, necesita
que la campaña tenga como telón de fondo los elementos que le favorecen. López
Obrador no quiere que la elección sea una ratificación de su gobierno porque
los resultados han sido pésimos en todos los aspectos. Si el escenario tiene
como protagonistas a partidos opositores redimidos
y exculpados que ofrecen comparaciones entre cómo vivían los mexicanos en
2003, en 2009 ó en 2015 y como viven en 2021, Morena perderá sin remedio.
Por esa razón Andrés Manuel inventó e hizo aparecer al
BOA (Bloque Opositor Amplio), el enemigo simbólico con atributos de serpiente.
Porque fue una serpiente la que pervirtió a Eva. La víbora es la representación
del mal y nadie quiere perdonar ni redimir a la serpiente que es la culpable
del pecado original.
La oposición posible primero tiene que doblegar los
apetitos e intereses de sus dirigentes y precandidatos para después
armonizarlos con un solo propósito: vencer a Morena convertida en partido de
Estado. Luego, los partidos tendrán que acordar la mejor plataforma para presentarse
ante la ciudadanía y lo más importante, hacerse de un discurso armado de
humildad y cargado de sensibilidad que logre el perdón del pueblo.
Este texto lo escribí pensando en la militancia de los
partidos no en los dirigentes. Creo que este es el tiempo de los militantes,
quienes deben presionar a sus dirigentes para que actúen con responsabilidad.
Ayer vi a un Marko Cortés que no termina de entender lo que está en juego,
actúa con la soberbia de saberse el retador más fuerte. Y de Alejandro Moreno “Amlito”
no se sabe nada, precisamente porque su función es desaparecer al PRI.
Toda la oposición es importante, pero si el PAN y el
PRI no se ponen de acuerdo lo más probable es que Morena resulte triunfadora.
Hay una razón de Estado que solo la militancia de los partidos puede hacer que
prevalezca. López Obrador sí está leyendo el tablero de ajedrez y ya hizo
movimientos. Toca el turno a la oposición, el tiempo se agota.