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La Parte que Nos Toca en los Derechos Humanos: Faroles de la calle, Sol de nuestra gente

Jorge Valladares Sánchez
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Cuando hablamos de Derechos Humanos (DDHH), desde el nombre tenemos la claridad de una combinación, que en lo personal he tenido la oportunidad de vivir. Está el DERECHO y está lo HUMANO. Mi formación como psicólogo ha tenido que ver con todo lo que nos hace SER PERSONAS y esto significa una serie de valores y una serie de cualidades, pero sobre todo una serie de relaciones importantes.

Cada vez que enfrentamos problemas graves aunque tengan que ver con temas diversos, como la economía, la violencia, la escuela, el trabajo, etc., acabamos descubriendo que en el fondo lo que importa es que hemos perdido una parte de la humanidad, de ese entendimiento, de esa dignidad como personas y sobre todo de esa calidez que requerimos para encontrarnos, entendernos, respetarnos y amarnos. Eso como psicólogo lo he tenido claro a lo largo de mi formación, de mi vida y de mi práctica profesional.

Por vueltas de la vida, he trabajado en un par de instituciones que tienen que ver con aspectos jurídicos muy específicos, la aplicación de medidas para adolescentes (CEAMA) hace tiempo y actualmente con las elecciones y la participación ciudadana (IEPAC). Así que decidí obtener un grado de licenciatura en derecho para robustecer mi conocimiento sobre esas materias. Y ahí está el derecho, la forma en la que los seres humanos nos podemos de acuerdo para DICTARNOS NORMAS, que en un principio buscan la armonía; y luego, tristemente, cómo evadimos cumplirlas, cómo desconocemos lo que tenemos que hacer y al no cumplirlo entramos en conflicto. 

Los Derechos Humanos, al cabo de esa interacción entre lo humano y lo jurídico, acaban estando en el fondo de todo. Es decir, si nosotros tenemos claro cuáles son las bases sobre las cuales tenemos que respetarnos y ponernos de acuerdo, no importa a que te dediques, no importa con quien convives: hay unos principios básicos que se deben cumplir, si tuviéramos eso en lo cotidiano estaríamos mucho mejor como sociedad.

En los dos artículos anteriores señalé como avanzamos a un ritmo lento en la adopción del buen ejercicio de los Derechos Humanos en la vida cotidiana, destacando la falta de integralidad en su atención, pues sólo ponemos acento en algunos, y la ausencia de las responsabilidades que necesariamente deben aparejarse a cada derecho.

Es patente la enorme deuda que tienen las instituciones con nuestra sociedad en el cumplimiento de la defensa de los Derechos Humanos. Una de las principales deficiencias que faltan por atender se encuentra en el ámbito de las recomendaciones que emiten las Comisiones de Derechos Humanos, que por carecer de carácter vinculante (obligatoriedad). Añadamos la complejidad y tardanza de sus procesos y terminemos recordando que no hay sanción específica para los funcionarios que violen o no protejan DDHH. Todos los funcionarios/as están obligados a respetar los DDHH, y muchos aún ni los conocen.

Juntos/as como comunidad tendríamos más energía para pedir a las autoridades que cumplan sus responsabilidades; pronto, si me lo permites, comentaremos ampliamente sobre cómo exigirlo juntos/as, ya que les pagamos por ello. Pero hagamos por lo pronto todo cuanto está de nuestra parte. Podemos ejercer nuestras responsabilidades en dos niveles, al menos en nuestro micro cosmos, en nuestra familia, en la colonia o escuela.
Poco se requeriría la protección de Derechos Humanos, si en el ambiente inmediato la familia, la comunidad escolar y los vecinos nos ocupamos activa y positivamente de cumplir nuestro deber de incluir, cuidar, armonizar, ayudar, proteger, limpiar, colaborar, dialogar, acordar y cumplir entre los que formamos esas pequeñas comunidades. Producto de una convivencia así, al menos en nuestros espacios no habría discriminación, violencia, trato indigno, hambre, enfermedad desatendida, gente a la que la desprovean de lo suyo.

¿Parece utopía? Es sólo ejercer los derechos y obligaciones que tenemos como humanos, esos que desde hace siglos miles han insistido en que nos corresponde como personas. Amarnos los unos a los otros/as; lo cual pasa antes por conocernos y respetarnos. Ser ejemplo del comportamiento que nos lamentamos que no sea generalizado o se esté perdiendo en la humanidad.
Ser humanos con descaro, con gusto, con pasión… Ser farol de la calle con nuestros vecinos, reflector de la escuela con la comunidad escolar y sol de nuestra casa con quienes más amamos…

*Jorge Valladares Sánchez
Consejero Electoral del Instituto Electoral y de Participación Ciudadana de Yucatán.
Doctor en Ciencias Sociales y Doctorante en Derechos Humanos.
Especialista en Psicología y Licenciado en Derecho.
Presidente 2011-2014 del Colegio de Psicólogos del Estado de Yucatán.

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