La Revista

La política del hormiguero

Alonso Ronald Ortiz Garcia
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Por:
Alonso Ronald Ortiz García / @ronaldortizg

“Participar en la política no sirve
para nada”, 
“todos los políticos son
iguales”, “de todas formas 
todo
seguirá igual… o peor”

En nuestro día a día escuchamos expresiones de
desencanto de la política. Y sin embargo, estamos -de manera natural- llamados
al quehacer político. Aristóteles lo
señalaba al definirnos como zoon politikón- animales tanto políticos como
sociales- o mejor aún, constructores de la sociedad a través de la política. Es
decir, si atendemos a la política como la convivencia social organizada podemos
distinguir cuatro espacios de ejercicio:

1) La política como espacio de andamiaje social que
implica la dirección del Estado. En este espacio se decide, planifica y
programa lo que hay que hacer, ejerciéndose desde el poder y enfatizando la
relación gobernantes- gobernados.

2) La política como espacio agonal creado a partir
de la lucha por el poder. En este espacio quien tiene el poder busca retenerlo,
conservarlo y ampliarlo mientras que quien no lo tiene busca conquistarlo.

3) La política como espacio plenario donde el
diálogo de gobernante y gobernados se expresa como intereses que se combinan y
entremezclan hasta crear consenso social, y

4) La política como espacio del hormiguero posible:
un quehacer mancomunado, solidario y compartido que termina construyendo
futuros, haciendo posibles nuevas realidades.

Podemos hacer política en cualquiera de los cuatro
espacios. Si pensamos en el primero será necesario evaluar de manera informada
las acciones del gobierno, fiscalizar los recursos, las políticas y sus
resultados. Señalar firmemente las inconsistencias que podamos encontrar.

En el segundo espacio podemos participar de la
lucha, implicándonos en algún partido político o asumiendo causas ciudadanas.
Sin embargo, lo mínimo cotidiano del espacio agonal será evaluar a nuestros
futuros gobernantes al contrastar perfiles y propuestas y elegir en
consecuencia.

En el tercer espacio tendremos que retomar la
esencia de la representatividad del diputado o del regidor para hacer llegar
nuestras voces a todos los niveles de gobierno…mientras que, en el hormiguero-
ese espacio de trabajo colaborativo- podemos hacer pequeñas grandes cosas.

El hormiguero representa el espacio del cambio
modesto, de las cosas cotidianas que se convierten en extraordinarias. Es el
espacio al alcance de todos, un espacio del devenir.

Hacerse de una causa social -sólo de una pero que
valga la pena- y no soltarla. Invitar a los familiares, a los amigos y a los
vecinos, a sumar esfuerzos y no soltarlos. Participar en los comités, velar por
la seguridad común. Dedicar horas libres, fines de semana, noches, a la
organización para la acción comunitaria. Sembrar, limpiar, hacer. Aprender a
trabajar juntos: es la política del hormiguero.

Y para hacerlo más claro. Hacemos política en el
hormiguero cuando:

·        
Vivimos bajo los valores de la solidaridad, la tolerancia, el diálogo,
el respeto a la diversidad y la participación;

·         No
somos indiferentes, individualistas ni ajenos a la comunidad. No somos tampoco
ciudadanos ingenuos o conformistas con todo lo que tenemos y vemos, y, por lo
tanto,

·        
Somos actores, no espectadores. Participamos en este espacio donde son
necesarias tantas trasformaciones. No sólo exigimos si no que actuamos.

Le llaman ciudadanía activa, construcción del tejido
social, democracia participativa. Implica crear desde la base pequeños núcleos,
tejer una red de ciudadanos con fines comunes, ejercer poder desde abajo.
Funciona pero lleva tiempo.

Hoy se vuelve indispensable repensar el hormiguero.
Recordar que más allá de nuestras preferencias, de nuestro voto, de nuestra
posición e incluso de quien pueda gobernarnos, lo que nos une es ese futuro
común con el que todas las hormigas soñamos. Se trata de tomarnos de la mano y
no soltarnos. (Para mis alumnos, inquietos constructores del hormiguero).

Alonso Ronald Ortiz Garcia
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