La Revista

La realidad le llegó a “cachitos” al presidente.

Manuel H. Gutiérrez Martínez "Hache"
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Nadie puede regatearle al presidente López Obrador la legitimidad con la que llegó al poder, su lucha de muchos años y el enojo ciudadano se tradujeron en un amplio colchón de votos que lo hizo acceder a la silla presidencial con altísimos niveles de popularidad, así como altas fueron las expectativas que muchos depositaron en él.

Los primeros meses del “cuatroteísmo” sin duda fueron de seguir articulando un discurso -como en campaña- que hasta hace pocas semanas le funcionaba muy bien; el grueso de la población seguía adoptando y aprobando frases y acciones mediáticas con las que se identificaban y se sentían representados, algunas de ellas bien aplicadas y otras indiscutiblemente con un fin totalmente populista. Desde culpar a los gobiernos del pasado, el complot de los fifis y los conservadores, las consultas a mano levantada y los circos armados para “defender” a gobernantes de otros partidos que eran abucheados por su pueblo en las giras presidenciales.

El pueblo sabio y bueno parecía que aguantaba todo, seguiría ahí respaldando, no importaba -aparentemente- que figuras como Manuel Bartlett ocuparan puestos de gran importancia en el gabinete, tampoco que la economía no hubiera crecido, que nuestro Jefe de Estado sugiriera como estrategia para combatir la delincuencia acusar a los que cometan delitos con sus progenitoras y abuelitas o con un simple “¡fuchi, guacala!”. Ese mismo discurso que los catapultó a lograr su objetivo y que en algún punto exacto empezó a dejar de funcionar cuando, justo, la realidad los alcanzó y los ciudadanos empezaron a padecerla -más bien a recordarla en carne viva-. Desde la cancelación del programa de estancias infantiles y la eliminación de recursos a los refugios para mujeres violentadas, el torpe intento de captura del hijo del Chapo que puso en riesgo a toda una ciudad, hasta la inseguridad que se recrudecía un día sí y otro también empezaron a dar señales de lo que podía ocurrir con el mensaje que se reciclaba sin empacho todas las mañanas, apostándole a que -insisto- seguiría funcionando; fue entonces que parecía que lo gracioso ya no lo era tanto, que el innovador ejercicio de las “mañaneras” donde el poderoso discurso se emitía para ser enviado en masa se consolidaba como un espacio para excusas y más acusaciones al pasado neoliberal, uno donde las ocurrencias -de manera evidente- intentaban dispersar la atención y poner la agenda que al presidente López Obrador le interesaba ¡y vaya que muchas veces lo logró! Eso no se lo podemos regatear.

Pero como melodrama de Televisa en sus mejores épocas, la “luna de miel” de la historia empezaba a desmoronarse. El guion empezó a no ser tan bueno y las historias de personas enfermas de Cáncer y sus familias que levantaron la voz por el desabasto de medicamentos y la falta a apoyos para sus tratamientos, los feminicidios en aumento, la peor caída del petróleo desde 1991 y la pérdida de 7% del peso ocuparon en la opinión pública un papel protagónico, mismos que la terquedad y obsesión desde Palacio Nacional no entendieron minimizándola y apostándole a iniciar con una serie de nuevos capítulos en la construcción de la historia sobre el avión presidencial, ese que tanto utilizó en el poderoso discurso de campaña, al que habían convertido en la representación del más cruel villano que dañó al pueblo y sus intereses.

Que sí Trump no se decidió a comprarlo, que si lo cambiarían por equipos médicos o mejor aún, que si lo rifarían en un tremendo sorteo. De nuevo las líneas de comunicación tiradas en torno al famoso avión empezaron a surtir efecto, pero no fue por mucho tiempo, cuando las historias de la vida real siguieron golpeando a las familias mexicanas, esas mismas que lo llevaron con esperanza avasalladora a ocupar el lugar que hoy tiene. Tercos, el presidente y su equipo no quisieron -y parece que no aún no quieren- mover una coma al guion, prosiguieron explotando el tema sin darse cuenta que empezaba entonces a colapsar en el ánimo ciudadano, ya no sólo de sus adversarios, sino también hasta en grupos que lo habían apoyado.

El mal manejo de las situaciones que se vivían -y aún se viven- en el país , reiterando un discurso al estilo Pilato, de siempre lavarse las manos, insistiendo ahora en la rifa de un avión que no era avión por medio de “cachitos” de lotería, con torpes declaraciones sobre el tema de la violencia de género y la organización ciudadana para defender a las mujeres de la ola de feminicidios, la negación ante el sombrío panorama económico mundial y ante la pandemia de coronavirus que empezaba a golpear al mundo, pasaron la factura: A principios de marzo una encuesta de El Universal señalaba que en un año la aprobación de AMLO pasó de un 79.5% a un 57.1%, mientras que otra similar de Reforma indicaba que su popularidad cayó de un 78% a un 59%.

Si a todo lo expuesto anteriormente, le sumamos la crisis que Morena, el partido fundado por el propio presidente, vive hoy en día se pueden entender esos números. Lejos de que se aplique la de “todo lo que sube tiene que bajar”, lo interesante es observar cómo un hombre que pudo mantener por tanto tiempo -tal vez más que otros presidentes- su popularidad, hoy, la echa por el caño justo por ese mismo discurso, el cual -desde mi punto de vista- no han podido adaptar a esa realidad que las y los mexicanos están viviendo, ese que parece se aleja de la base que un día lo defendió porque se empeña en quitarles las armas para hacerlo. Por mucho que muchos quieran seguir defendiendo lo indefendible, el mensaje se aleja demasiado de una realidad que golpea, lastima y enoja a la ciudadanía.

Las cosas positivas que podrían existir del gobierno federal -esas las podemos platicar en otro momento- se están terminando por perder en un abismo de pasión y torpezas, en una telenovela que por “cachitos” de lotería ya no sirve ni para construir una nueva realidad, una mejor para todos, ni tampoco -al parecer- para entretener.

En “cachitos” el señor López Obrador está empezando a perder de manera seria la oportunidad de mejorar y hacer historia como dijo; en “cachitos” la realidad los alcanzó y no han podido o querido encontrar las respuestas y acciones que la gente exige y necesita.

Manuel H. Gutiérrez Martínez "Hache"
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