A nadie debiera sorprender la traición de Alejandro Moreno y Rubén Moreira a Beatriz Paredes en las horas cruciales del proceso para la definición de la candidata presidencial. Son muchos los efectos negativos. El más pernicioso: que las dirigencias partidistas y no los ciudadanos definirán a la ganadora. El método no fue respetado y con coartadas las dirigencias procedieron a dirimir el resultado. Lo consecuente es que Beatriz decline una vez conocida la encuesta si le es adversa y no como decisión de la dirigencia del PRI, partido al que ha servido con lealtad.
En el PAN y en otros preocupaba que los priístas se robaran la consulta del domingo. Hay confianza para oponerse a López Obrador, no para construir un proyecto conjunto, ni siquiera para respetar las reglas para elegir al candidato presidencial. Es claro que Creel debió declinar cuando se dieron a conocer los cuatro seleccionados y que la terna transitara con Beatriz Paredes, Enrique de la Madrid y Xóchitl Gálvez. No ocurrió así y lo que iba muy bien dejó de serlo. Se impuso la “operación” política de las cúpulas, el pacto patriarcal al que aludió Beatriz Paredes en Mérida el pasado sábado.
La traición mayor de las dirigencias es al proceso. Una vez más muestran su desconfianza a la democracia interna, a que el voto libre de los ciudadanos simpatizantes de la causa determine al abanderado del proyecto. Aun así, el proceso del Frente es un avance y un paso en la dirección correcta: la ciudadanización y la democratización de la designación de candidatos. La competencia, real y auténtica, ha sido la mayor preocupación de quienes aspiran a la certidumbre propia de los acuerdos cupulares.
Es evidente que en el PRI la irrupción de Beatriz Paredes fue inesperada e indeseable porque alteró la hegemonía Moreno & Moreira. Para ellos hubiera sido mejor que Enrique de la Madrid, político de probada capacidad e integridad, transitara a la última etapa, porque no compite con la dirigencia en la disputa del proyecto partidista. Con Beatriz la situación es totalmente distinta; a pesar de una década al margen de las actividades partidistas, creció dentro y fuera, con presencia digna y manos limpias la aspirante de un partido manchado por la desbordada corrupción de sus gobernantes, de los que han sido parte quienes hoy le dirigenen su tránsito como gobernadores en el periodo de Peña Nieto y que dio lugar al accidente histórico, esto es, el arribo de López Obrador a la presidencia y el de Morena como fuerza hegemónica en el Congreso.
Los astros se le alinean a Xóchitl Gálvez, pero no para ganar la presidencia, sino la candidatura. De hecho, a la aspirante hidalguense se le complican las cosas, ojalá y tenga la información que eso corrobora. La contienda interna revela que tiene mucho qué mejorar si va a enfrentar con éxito a un poderoso, decidido y malicioso adversario. Necesita recuperar el entusiasmo de inicio y, sobre todo, ampliar su base de apoyo y de adhesiones, todavía muy estrecha y con el riesgo de que los priístas desencantados migren por el giro partidario que ha dado la otrora candidata de los ciudadanos.Es evidente que Alejandro Moreno ni Moreira los representan, tienen el control del aparato, pero no de las voluntades y mucho menos de los votos.
Llega la hora de la verdad. Deberá reconocerse sin ambigüedad la ventaja de Claudia Sheinbaum. También que la campaña se gana con una eficaz comunicación, pero también con operación política de la que Xóchitl no ha dado muestra del todo, prueba es haber designado como coordinador de su campaña a un dirigente panista que poco suma a lo que ella ya trae. Un buen paso fue el encuentro que tuvo con Enrique Alfaro de Movimiento Ciudadano en Jalisco; sería un logro mayor para la causa sumar a él a los suyos al proyecto opositor. MC es comparsa de AMLO.
La operación política más compleja está en el territorio. La guerra de guerrillas es estrategia obligada para la oposición. Los gobernadores morenistas, con algunas excepciones han sido un desencanto mayor. A semejanza de López Obrador harán todo para ganar, pero a diferencia de él, su desprestigio por incompetencia y venalidad sirve al voto opositor. Deberán seleccionarse los mejores candidatos, los más competitivos y también consecuentes con el proyecto opositor en el que convergen partidos y ciudadanos.