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La trinchera infinita

David Moreno
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En la pantalla, por: David Moreno. 

Un elemento indispensable en el cine es el punto de vista, es decir la perspectiva desde la cual la película será contada y desde la que el espectador recibirá la información para procesar los elementos narrativos de la historia. En tiempos recientes muchos realizadores se han empeñado por hacer una narrativa cinematográfica en la cual se llenan los encuadres de elementos con la idea que el espectador tenga toda la información en pantalla para hacer la historia más fácil, mucho más digerible. Pero el cine no es solamente lo que se mira y escucha en el campo visual sino también todo lo que se encuentra fuera del mismo, lo que no se ve pero puede escucharse (incluido por supuesto el silencio), en otras palabras: todo lo que queda fuera del encuadre y que puede ser utilizado para generar en el espectador efectos de sentido. Es extraño encontrarse en estos días filmes que utilicen con amplitud estos recursos e inviten al espectador a sumergirse en una narrativa más arriesgada y de la cual forme parte. Uno de esos filmes es “La Trinchera Infinita”.

La obra dirigida por Aitor Arregi, Jon Garaño y José Mari Goenaga inicia en un pueblo de Andalucía en 1936. Ahí viven Higinio (Antonio de la Torre) y su mujer Rosa (Belén Cuesta). Él es un republicano convencido mientras ella no tiene participación política alguna y se dedica simplemente a las labores del hogar. Con el avance de las tropas franquistas Higinio es acusado por un vecino del asesinato de su hermano quien luchaba por el bando del fascismo por lo que es arrestado, logrando escapar al provocar una escaramuza al interior del camión que lo transportaba a la cárcel y muy probablemente al pelotón de fusilamiento. Regresa a su casa y logra esconderse en un secreto y pequeño sótano ubicado bajo una alacena. Lo que sigue es una alucinante y agobiante historia en la que la sobrevivencia de Higinio dependerá de su capacidad a adaptarse al encierro, un encierro que se alarga por varias décadas pues el crimen del que se le acusa no prescribe sino que es castigado duramente una vez que la República cae e inicia la dictadura en España.

Ahí es donde entra la gran habilidad de los directores pues gran parte del filme transcurre desde el punto de vista de Higinio, en lo que puede ver a través de pequeñas ranuras, en lo que escucha y en los silencios que van acompañándolo durante décadas en su voluntario cautiverio. Cada paso, cada golpe en la pared, representa una potencial amenaza revelando su escondite por lo que la sensación de agobio y peligro son constantes en la narrativa del filme, siendo precisamente lo que no puede verse lo que se convierte en el elemento más intimidante. De esta forma los realizadores logran involucrar al espectador en ese pequeño y confinado mundo en el que Higinio mira el transcurrir del tiempo y ambos, protagonista y público, van a ser testigos – desde el mismo punto de vista – del transcurrir de las cosas y del mundo a través de lo Higinio ve y oye pero también que puede leer en periódicos o escuchar en la radio y de los cambios que se van dando en su persona y en la cotidianidad que lo rodea la cual está representada por Rosa, quien a su vez se convierte en una víctima de la circunstancia y quien de igual manera pondrá a prueba su capacidad de resistencia y su amor por su marido para atravesar, juntos, por una situación de vida o muerte.
 
Antonio de la Torre es capaz de mostrar toda la vulnerabilidad, el miedo y la tensión por la cual atraviesa su personaje. Higinio es un torrente de estados de ánimo, es un hombre cuyos nervios están en constante ebullición y cuyas inseguridades van acrecentándose conforme pasan los años de encierro, todo mientras trata de asirse a las ideas que lo llevaron a tal situación, como si éstas fueran una especie de bote salvavidas que justifique su confinamiento. Por su parte Belén Cuesta muestra que su registro actoral va en auténtico crecimiento. La transformación de su personaje es tanto física como emocional y la actriz es capaz de llevarla con abrumadora credibilidad. Rosa termina por ser no solamente el soporte para Higinio sino que también es el puente que lo conecta con la realidad y con la esperanzadora idea de que algún día el infierno puede extinguirse y con tal extinción llegue la ansiada libertad.

Pero sobre todo es importante reconocer que La Trinchera Infinita es ante todo un filme que habla sobre los horrores de la guerra y sus consecuencias. Es un poderoso alegato anti bélico, una historia sobre el hecho de vivir en un estado regido por el ánimo de persecución y acoso que impera siempre en los regímenes fascistas contra los que se atreven a pensar y a ser diferentes. Y al mismo tiempo el filme se constituye en un homenaje a todos aquellos que enfrentaron a la adversidad con sus propios recursos, hundidos en la soledad de hogares a los cuales las circunstancias transformaron en prisiones. Son los hombres y las mujeres que históricamente han sido víctimas de poderes que los ignoran, los desprecian e incluso intentan borrarlos para garantizar así su permanencia.

La Trinchera infinita está disponible en Netflix.

David Moreno
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